El torneo

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Era un día fresco en Desembarco del Rey, el verano se estaba acabando según los expertos maestres.

Las calles estaban vacías, pues todos los habitantes de la capital estaban reunidos a las afueras de la ciudad para ver el torneo celebrado en honor al nombramiento de la nueva Mano del rey, Lord Eddard Stark.

La gente se apretaba unos contra otros con tal de poder conseguir un sitio en las gradas, alrededor de los terrenos estaban las tiendas donde se preparaban los caballeros y los puestos de comida.

El campo estaba decorado con las pancartas de Baratheon, Stark y Lannister, así como de las casas cuyos caballeros lucharían por honor y gloria. Estaban el halcón blanco sobre cielo azul de la casa Arryn, los murciélagos de la casa Whent de Harrenhal, el semental rojo de los Bracken...

Y en el centro de las gradas, se erguía un palco elevado dispuesto para la familia real y su consejo privado.

En el centro del palco estaba el rey, bebiendo cerveza de un cuerno incluso antes del mediodía. A su izquierda estaba la reina, vestida de rojo y oro y con un intrincado y estrafalario peinado, debajo suya estaban sentados sus hijos, vestidos con los mismos colores que su madre.

A la derecha de Robert estaban Orus y Argella, que discutía en susurros alguno de sus secretos.

A un lado del rey estaban Ser Barristan y Ser Arys, de la guardia real, y Porthos, el amigo del príncipe, habiendo guardia. En el lado de la reina, un contingente de soldados Lannister y Sandor Clegane la protegían a ella y a sus hijos de pelo rubio.

Los caballeros desfilaban en sus caballos por los terrenos, inclinándose ante el rey y pidiéndole su favor a las damas del público. Algunos tuvieron la demente idea de pedirle su favor a la reina o a la princesa Myrcella, probablemente sufrirán un accidente durante o después del torneo.

Otros prefirieron pedírselo a la princesa Argella, pensando que, si lograban tener su atención, podrían acercarse al príncipe heredero.

Orus, al igual que su padre, no estaba realmente interesado en las justas, le parecían un juego muy alejado de la realidad de las cargas de unidades de caballería.

Argella, por el contrario, estaba atenta a su alrededor, buscando a cualquier persona que les pudiera ser de utilidad.

La reina, por otro lado, se consideraba demasiado superior al resto. Tenia la cabeza alta y no miraba a nadie a los ojos, cualquiera que fuera descubierto mirándola recibiría diez latigazos por el supuesto insulto.

Joffrey era igual que su madre, no miraba a nadie, prefiriendo mantener su semblante arrogante, que se rompía en uno de vergüenza y humillación cada vez que su mirada se cruzaba con la de Sansa.

"¡Llevo días aquí sentado!" bramó Robert, levantándose de su asiento sin equilibrio debido a su estado de ebriedad. "Empezad la maldita justa antes de que me mee encima" se quejó.

No era un espectáculo agradable ver a un rey comportándose como un borracho de taberna, la reina incluso se marchó de regreso a la Fortaleza Roja.

A Orus y a Argella les pesaba en el corazón cómo los años habían convertido al buen hombre que fue su padre en la sombra de sí mismo que tenían ahora delante.

Tal como había ordenado el rey, la justa comenzó. Se enfrentaron caballeros de los Siete Reinos.

El primer encuentro lo protagonizaron Ser Yhon Royce y un caballero de la casa Frey, Lord Walder tenía tantos vástagos que sus nombres se perdían en los recuerdos de incluso las mentes más agudas.

Hijos del ciervo y la lobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora