―Yo estoy... jodidamente loco.
Permaneció callado en el taxi del club a su casa, pero estaba llevando esa sonrisa scotch-inducida. Ambos estábamos en los asientos traseros, y yo estaba agradecido por la pequeña distancia entre los dos. El aire fresco pareció haber despejado mi cerebro empañado por Seokjin.
Y el aire fresco pareció haber golpeado duro a Seokjin. ¿Quién iba a saber que el aire fresco mezclado con seis o siete chupitos de licor hacían que pasaras de bebido a más borracho? Se tambaleó y cayó contra mí, y yo tuve que ayudarle a entrar en el taxi.
Ahora estaba sonriendo y riéndose en pequeños espasmos.
―¿Qué es tan divertido?― pregunté.
―Nada,― rió tontamente.
Que me jodan. Kim Seokjin solo rió.
―Dime.
―Mm mm,― sacudió su cabeza, luego trató de leer la hora en su reloj. Entrecerró los ojos y levantó la muñeca hacia su cara.―¿Q'hora ess?
―Tarde,― le dije. ―O temprano más bien. Hora de que estemos en la cama.
Sus ojos bien abiertos se abrieron aún más mientras sonreía pícaramente y se inclinaba hacia mí.
―¿En serio? ¿Es eso así?
―Sabes lo que quiero decir.
―No deberías decirme cosas como esa,― arrastró las palabras. ―Ha passsado un tiempo para mí.
¡Hostia puta!
Ahora eran mis ojos los que estaban bien abiertos y mi sonrisa incluso más, pero el taxista nos interrumpió.
―¡Eh! Llegamos.
Rápidamente entregué la tarifa al taxista, y ayudé a salir del coche a Seokjin. Seguramente podía permanecer de pie él mismo, pero entonces yo no hubiera tenido una excusa para poner mi brazo alrededor de su cintura. Y él no hubiera tenido una excusa para tener su brazo alrededor de mí.
Trastabillamos hacia su porche delantero.
―¿Estás bien, campeón?
Seokjin dejó de caminar.
―¿Campeón? ¿Qué mierda de nombre es ese?