Cap 04

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Me llevó un minuto para entender el significado de su pregunta. Creía que estaba allí para visitarlo. Había algo inocente y triste en sus ojos. Como si estuvieran llenos de esperanza e incertidumbre mientras me observaba. ¿Creía que era un familiar? ¿Un amigo?

—No —respondí.

Su rostro cayó, y volvió a acariciar sus muñecas.

Caminé hacia él y me dirigí a la mesa que había al lado de su cama, dónde el asistente había dejado la jarra de plástico con el agua. Tomé el vaso de plástico y le serví un poco de agua.

Lo sostuve frente a él para que lo tomara, pero no reaccionó enseguida. Se sentó, callado, aun mirando mis ojos por un prolongado momento antes de alcanzar el vaso. Sus dedos rozaron los míos. El sentimiento de calidez y solidez me sobresaltó.

Tomó un trago sin despegar sus ojos de los míos.

—¿Por qué estás aquí y por qué me estás tratando tan humanamente? Dicen que soy peligroso, que asesiné a un hombre.

Aspiré una bocanada de aire, forzando a mi compostura a volver. —Soy un estudiante de doctorado, investigando los efectos de la amnesia.

—Estás aquí para estudiarme —dijo, simplemente. No era una pregunta, y sus ojos se enfrentaron los míos, retándome a contradecirlo. Vi mis acciones a través de sus ojos, las que él asumía que eran mis razones para liberarlo, darle agua, y de repente mis acciones no se sintieron tan genuinas. Necesitaba su cooperación, era cierto, pero no había estado pensando en mi investigación cuando le ordené al enfermero que lo liberara, o al servirle el vaso de agua.

Había pensado en él como un hombre que necesitaba consuelo, lo cual probablemente no era prudente. Sería lo mejor para mí, y más seguro, pensar en él simplemente como un sujeto para mi tesis. Pero se me estaba haciendo cada vez más difícil verlo de la manera que debería mientras lo

miraba sentarse en el borde de la cama, su pecho desnudo, y una sombra de las cinco de la tarde espolvoreando su mandíbula.

Podía fácilmente enumerar con rapidez que aproximadamente el ocho por ciento de los pacientes de amnesia recuperaban su memoria, pero no podía consolarlo, y eso me inquietaba. Siempre había lidiado con estadísticas, investigaciones científicas, hechos y cifras, así que estar cara a cara con un chico de mi edad, por quién estaba innegablemente atraído me había lanzado completamente fuera de mi juego. Necesitaba concentrarme.

—¿Puedo sentarme? —Señalé hacia la silla de plástico al otro lado de la habitación.

Se encogió de hombros con indiferencia.

Tomándolo como una invitación abierta, acerqué la silla a su cama y luego saqué sus archivos de mi bolso. Este simple acto, tener los papeles en mis manos, me calmó. Me sentía en control, de nuevo a mi ser profesional, así que llené mis pulmones de aire.

Podía sentir que me estaba observando. Cuando miré hacia arriba, noté la curiosa expresión en su rostro.

—¿Qué? —pregunté.

Sacudió su cabeza, mordiéndose el labio.

Me observé, asegurándome de que ninguno de los botones de mi camisa se hubiese abierto o algo incómodo como eso.

—¿Qué sucede? —Me sentía muy a gusto, más como si estuviera hablando con un amigo, en vez de un paciente mental.

—Luces demasiado joven para ser un doctor —admitió, finalmente. Oh. Metí el cabello detrás de mis orejas tímidamente, y miré a mi regazo. —No soy un doctor, todavía. Aún estoy estudiando —y sabía que lucía más joven que mis veinticuatro años.

Maniac || Hyunlix✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora