Cap 23

333 44 6
                                    

Me acercó a él y besó mis labios, mi rostro, mi cabello, agarrándome desesperadamente. —Felix.

—Estaba tan preocupado.

—Lo sé. —Besó mis labios nuevamente—. Lo siento. Tenía que ver si podía averiguar algo.

—¿Y lo hiciste?

Sus ojos estaban en blanco, completamente vacíos de esperanza, y supe la respuesta antes de que hablara. Tragó y ladeó la barbilla, incapaz de admitir la derrota. —Sólo que te extraño.

Lo abracé otra vez y tiró de mí hacia su regazo, acunándome.

Jisung se aclaró la garganta detrás de nosotros. —Supongo que esto significa que no conseguiremos ese trago.

Me levanté y le ofrecí una mano a Sam. La aceptó y se levantó. Odiaba lo exhausto que parecía, como si no hubiera dormido en los cuatro días que había estado ausente.

—Lo siento, no. —Miré de el a Sam.

El asintió, apretó los labios en una delgada línea y comenzó a caminar, pero se detuvo directamente frente a Sam y se inclinó. —No está bien que lo uses como tu saco de boxeo emocional. A pesar de lo que parece, es frágil y tiene sentimientos. —Le clavó un dedo en el pecho, reafirmando su punto.

Sam apartó la vista, claramente avergonzado por ser regañado por el. — Lo siento. Lo sé. —Se giró hacia mí y tomó mi mano, llevándola hacia su boca—. Lo siento, Felix. —Respiró contra el dorso de mi mano.

—Está bien —murmuré, hipnotizado por la visión de sus ojos sobre los míos.

—No, no lo está —se mofó Jisung y se alejó—. Llámame si me necesitas—gritó desde el pasillo.

Lo guie hacia el apartamento, queriendo interrogarlo acerca de dónde había estado, lo que había descubierto, pero mantuve la boca cerrada, sintiendo que necesitaba espacio. Se dirigió a la ducha mientras yo calentaba una lata de sopa.

Puse ropa limpia sobre la cama y esperé ansiosamente a que saliera de la ducha, mientras planeaba cómo comenzar la charla que sabía que necesitábamos tener. Encendí algunas velas por el apartamento, esperando crear un ambiente relajante. Sam necesitaba ayuda. Como la profesional y mentalmente estable en esta relación, era hora de que se lo señalara.

Salió de la ducha afeitado y oliendo a fresco. Se unió a mí en el sofá y le ofrecí un tazón de sopa. Lo aceptó agradecido y bebió el caldo caliente con fruición del borde del tazón. Cuando terminó la sopa, puso el tazón sobre la mesita de café y tiró de mí hacia su regazo.

Me acomodé, enroscándome contra su cuerpo mientras él me rodeaba con sus brazos. Mi coraje sobre la discusión que necesitábamos tener se desvaneció un poco. Se sentía tan bien tenerlo de vuelta, que no quería molestar su ensimismamiento.

—Puedo sentir tus costillas —murmuró contra mi cuello.

—No lo hice muy bien cuando te fuiste —admití.

Maldijo en voz baja. —Me fui para hacerte las cosas más fáciles. No me gustaba pensar que te estaba arrastrando conmigo, complicando tu vida.

—No lo hiciste. Yo te quería aquí.

Asintió con cuidado. —Lo sé ahora. Siento haberme ido así.

—¿A dónde fuiste?

Tragó el nudo de su garganta y se mantuvo quieto. —Por todas partes. Vagué por las calles, hablé con traficantes, pregunté, pero no he podido llegar a ninguna pista.

Me enderecé, reuniendo valor. —Sam, me importas, y no puedo ver cómo te haces esto. Tener amnesia no es tu culpa. No importa quién fuiste antes, puedo decir que tienes un buen corazón.

Cerró los ojos ante mis palabras, luchando por mantenerse tranquilo.

—Quiero que te quedes aquí conmigo, pero creo que necesitas la ayuda de un profesional. Hablar con alguien. Tal vez algún medicamento. Sé que quieres resolverlo por tú cuenta, pero...

Me alzó de su regazo, dejándome solo en el sofá. Comenzó a pasearse por el salón. —No quiero a ningún jodido doctor hurgando en la mierda, haciendo preguntas que no puedo responder o preguntando sobre sentimientos que no puedo explicar. —Se detuvo con la espalda hacia mí, mirando por la ventana hacia la calle—. Necesito hacer esto a mi modo, Felix. No me iré de nuevo si eso es lo que te preocupa.

—No. —El sonido de mi voz nos sorprendió a ambos. Sam se dio la vuelta para enfrentarme—. Eso no va a funcionar. Te quiero aquí y quiero estar en tu vida, pero esto no es vida. —Luché tratando de encontrar las palabras—. Necesitas ayuda. A menos que estés de acuerdo con eso, no creo que debas estar aquí.

Me levanté y hui a mi habitación antes de que pudiera ver las lágrimas llenando mis ojos. Aún si lo alejaba, yo sabía que necesitaba mantenerme firme en esto. No podíamos seguir viviendo del modo en que lo habíamos estado haciendo. Sam necesitaba ayuda.

Unos minutos después la puerta de la habitación se abrió y Sam se asomó. Yo estaba caminando por el dormitorio. Había estado esperando a ver si venía. Entró, cerró tras de sí y caminó hacia mí.

—Está bien.

—¿Está bien? —pregunté.

—Iré a ver a cualquier doctor que creas que debo ver, hablaré con loqueros, haré hipnosis, lo que sea que creas que ayudará. Solo quiero estar contigo. Eres todo lo que tengo, Felix.

Debería haberme sentido feliz y aliviado porque fuera a buscar ayuda, pero algo me molestaba. Yo era todo lo que él tenía en este mundo.

¿De veras tenía sentimientos por mí? ¿O sólo era su fuente de comida y refugio?

Seguí mirándolo impasiblemente. —Necesito más que eso. —Me encontré diciéndole. Casi me había derrumbado cuando se marchó y ahora que había vuelto, no podía posponer esta conversación por más tiempo.

Esperó a que continuara, pero cuando me quedé en silencio, tomó mi mano y me llevó hacia la cama. —Siéntate. Dime.

—Cuando te fuiste, pensé mucho. Acerca de ti, de nosotros. Necesito saber por qué estás aquí. ¿Por qué me extrañaste? ¿Fue porque soy la única persona que conoces? ¿Por qué puedo ofrecerte un lugar donde dormir? — Tal vez las diatribas de Sung habían comenzado a filtrarse en mi cerebro. Su juicio crítico de Sam parecía más que justificado ahora. Si él podía irse tan fácilmente, ¿era porque me estaba usando?

Apretó los puños. —No lo entiendes. Intenté irme para protegerte. Un tipo como yo nunca encajará en tu vida.

—Sam—suspiré. Las conversaciones con él algunas veces me agotaban y me dejaban más confuso que antes.

—Has hecho más de lo que merezco. No entiendo qué es lo que has visto en mí. No tengo nada que ofrecerle a una persona como tú. Eres hermoso, brillante, y estar contigo, lastimándote, me asusta.

—Pero... —dije por él, al ver su expresión de dolor.

—Pero a pesar de eso, me estoy enamorando de ti. Eres delicado, inteligente y...—Se echó a reír, pasando su pulgar por mi labio inferior—. Quiero protegerte y hacerte feliz.

Sonreí como un idiota, mirándole fijamente a los ojos. Tal vez era una tontería por mi parte, pero no estaba ni remotamente listo para sacar a Sam de mi vida.

Se inclinó y besó mis labios suavemente. —¿Cenaste? Negué con la cabeza.

—Vamos a alimentarte. Te estás quedando muy delgado.

Me sacó de la habitación y me sentó en uno de los taburetes de la cocina para que pudiera verlo cocinar. Cuando la cena estuvo lista, me hizo comer hasta el último bocado de espaguetis, hasta que estuve lleno.

Después de cenar, me cobijó junto a él en el sofá mientras buscaba en la red psiquiatras y doctores locales que se especializaran en amnesia. El nombre del Dr. Kim siguió apareciendo en las búsquedas hasta que finalmente Sam se ablandó y pulsó el vínculo para solicitar una cita.

Mientras yacía en la cama esa noche y Sam se había ido a pintar, intenté calmar mis miedos acerca de su pasado y sobre nuestro futuro, y solo disfrutar del pequeño consuelo de tenerlo aquí mientras pudiera, aún si no duraba.




Maniac || Hyunlix✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora