Capítulo 8- Infidelidad.

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Ya pasado un par de semanas más desde que estoy aquí, ya tengo mes y medio trabajando para la familia y cada día me siento mejor, a excepción de Tatiana, que la mañana de hoy se dedica a decirme cualquier comentario inapropiado.

-¿Ves como se hace? -dice en tono frío enseñándome a usar correctamente el sofisticado esterilizador- ¿O tu cerebro de veneca no te permite entender?

Tomo aire enfurecida, lista para responder, ya no aguanto más sus comentarios, pero entonces Santiago se adentra en la cocina, y por primera vez la escucha.

-¿Que gilipollez acabas de decir? -ambas nos sobre saltamos, me giro y miro su rostro enojado

-¡Es la verdad! Es una estúpida que le cuesta entender que...

-Isabella, déjanos solos -ordena Santiago sin mirarme, fulminando con sus ojos a su mujer. De inmediato me abro paso y salgo huyendo del lugar. Pero me quedo cerca, tratando de escuchar lo que pasara.

¡Si, soy una chismosa! Pero, ya estoy cansada de esa mujer, es hora de que alguien le de su merecido.

-Que sea la última vez, que insultas de esa manera a Isabella -dice con la voz gruesa.

-Tengo que decir lo que es.

- Ella no es, lo que tú dices, es una mujer decente, inteligente, estudiada, que busca un mejor futuro. Me parece de muy mal gusto, que una mujer como tu, que se la da de tener clase, caiga en esas bajezas.

Abro los ojos y subo las cejas al escucharlo

¡Toma, por bruja!

-Pues, parece que ella fuera más tu esposa que yo, debes defenderme es a mi

-Mi esposa eres tú, y es por eso que tengo que hacer ver tu error. Que decepción que seas esa clase de persona.

La escucho rugir con furia, da un taconazo en el suelo como si fuera una niña malcriada y sus pasos sonoros se aproximan fuera de la cocina.

Corro hasta el salón para no ser vista.

-No permitas que nadie más te ofenda - Santiago entra al salón amenazante, pero su voz ya no es dura como cuando le hablaba a Tatiana.

-Ya casi estoy acostumbrada, desde que estoy en España, la gente se dedica a denigrarme  -Lo veo apretar la mandíbula y los puños.

-Si estoy presente en un momento como ese, soy capaz de partirle la cara a cualquiera. No vuelvas a dejarte.

Asiento como cachorra asustada a lo que dice, se acomoda la chaqueta del traje, y sale del salón echando humo.

Sonrió para mis adentros por lo que le ha dicho a esa mujer. Es insoportable.

Una tarde, después de que la señora arrogante llegara, Martha y yo nos vamos. Sin embargo, a los 20 minutos de emprender camino, me encuentro con que he dejado mi teléfono móvil en la casa. Tengo el fin de semana libre, por lo que se me hace imposible dejarlo.

A continuación, regreso por dónde vine. Tocó la puerta con mis nudillos un par de veces, pero nadie me contesta. Entonces, me dispongo a adentrarme por el patio trasero, rezando a todos los dioses para que la puerta este sin seguro, cómo de costumbre.

Llegó a la altura de la puerta, y frunzo el ceño extrañada al verla entre abierta. Camino despacio, imaginándome que algo haya pasado o alguien haya entrado.
Todo está en penumbras, a excepción de una ligera luz que sale del cuarto del lavandero, entonces, ya más tranquila entro caminando con pasos más enérgicos.

Tal vez Martha lo ha dejado abierto.

Me detengo en seco cuando mis oídos se llenan de unos jadeos y gemidos apagados.

El compás de tus besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora