Capitulo 7 - Lo he salvado.

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Estoy en el sofá del gran salón, con la tv encendida, mirando una película la cual no le estoy prestando la más mínima atención. Todavía estoy recordando lo acontecido una hora antes. Estamos los dos, solos en esta enorme casa, y la culpabilidad de sentir que estoy metiéndome con un marido ajeno, me carcome.

Sé que no ha pasado nada, pero su manera de mirarme y la reacción de mi cuerpo cuando estoy cerca de él, me indican que algo está ocurriendo.

Me sorprende cuando un plato con un pedazo de pie de limón se posa frente a mis narices, me sobre salto y me alejo un poco, aunque tomo con educación el plato.

-Esto te hará sentir mejor. Es el mejor pie de limón que vas a probar.

-Gracias ¿Lo ha hecho Martha?

-Asi es - se sienta lejos de mi, en otro sofá y le agradezco mentalmente por hacerlo. Lleva una ropa más cómoda que el traje de antes, se ha duchado, tiene una camisa de mangas cortas de algodón, y unos pantalones de algodón a juego, cómo si fuera un pijama. Se ve tremendo, muy guapo. Aparto mi vista de él e intento ver la película.

-¿Piensas regresar a Venezuela? - inquiere llamando mi atención, vuelvo mi vista a él, que está comiendo un trozo de tarta. Evito mirar sus labios y prestarle demasiada atención a sus movimientos. Sé a lo que me llevará eso.

-No, no creo que lo haga. Si todo aquí va bien, pretendo traerme a mi familia.

-Oh, entiendo. Espero lo logres.

-Sé que lo haré.

-Tu madre debe estar orgullosa de ti, no cualquiera tiene el valor de soltar sus comodidades y costumbres para comenzar de cero.

-Lo está, y estoy haciendo todo esto por ella.

-¿Por ella? -me mira con gesto incógnito y quiero darme de cachetadas por volver a soltar algo personal sin tenerlo predeterminado.

-Mi madre tiene leucemia -Santiago se queda con el bocado a medio comer.

-Lo siento mucho.

-Quiero que tenga todo lo que necesite para estar bien. Ella, es todo para mi, así como mi abuela.

Santiago deja el platillo casi vacío en la mesa del centro, se levanta y se sienta junto a mi, a una distancia prudencial.

-Es difícil, pero sé que lo lograrás, y aquí contarás con mi apoyo, para lo que necesites.

Sonrió ligeramente, sintiendo un nudo en la garganta, dejo el platillo en la mesa de centro y suspiro.

-¿Por qué has dicho hace un rato, que me llevaría bien con tu abuela? -Ahora es él el que sonríe, dejandome apreciar sus bellos hoyuelos.

Deja caer su espalda en el respaldo del sofá y se relaja.

-Es tan viva y bailarina como tú - dice sin más y me sonrojo.

-Siento por qué me hayas visto en esas condiciones -susurro muy apenada con la cara roja de vergüenza. Santiago vuelve a sonreír ladeando la cabeza para mirarme. Sus ojos se posan en mi.

-Es muy divertido verte, no es la primera vez.

-¿Ah no? -alzo las cejas y luego las frunzo.

-Ven, quiero que veas algo.

Se levanta del sofá y me tiende la mano, dudo en si debo tomarla, pero un impulso dentro de mi ser, hace que lo haga. Tomo su mano y el la sostiene con posesión. Dejándome atónita.

Y ahí está, esa corriente de nuevo. Levanto la vista y creo que el también la ha sentido, porque mira nuestras manos arrugando el ceño.

Nos soltamos  con disimulo al ver la imprudencia que hemos hecho, pero no comentamos nada y seguimos caminando.

El compás de tus besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora