Capítulo 3- Mi jefe está de muerte

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Al día siguiente ya estoy entrando a la enorme casa, acompañada de una amable Martha que me va explicando el lugar de casa cosa que voy a necesitar.

Me permito admirar cada espacio que me va presentando, el enorme salón donde me han hecho la entrevista el día anterior, con sus muebles en color crema, una alfombra imponente en el suelo, los enormes ventanales con las elegantes cortinas, el mármol del suelo reluciente.

-No es tan complicado luego de te acostumbras y organizas.

-¿Cuando conoceré al bebé? -pregunto intrigada.

-Ahora mismo -sonríe guiándome hasta el segundo piso. Paseo mi vista por todos lados, atrapando lo hermoso de cada lugar. Caminamos por un pasillo, igual de elegante que el resto de la casa, con varias puertas oscuras de madera, hasta llegar a una de ella casi al fondo.

Martha da dos pequeños toques antes de que se haga escuchar la voz de Tatiana.

-Adelante -abre la puerta y nos adentramos a la más linda habitación de niño que he visto en mi vida. Hay una cuna a un lado, con barrotes blancos, una tela de gasa azul cielo cuelga en el centro de la misma.  Hay una mecedora, dónde está la señora Tatiana con el bebé en brazos, dormido.

Las paredes son de color azul cielo a juego con la lencería de la cuna,  tienen una hermosa pintura de cielo con animalitos bebés y una linda naturaleza, hay algunos juegues regados por el piso. Me acerco lentamente y veo al niño, me quedo impresionada.

No es como imaginé, viendo a su madre tan rubia y blanca. El bebé tiene un color moreno, o mejor dicho, café con leche, no moreno ni blanco, un precioso color que me deja impactada. Su cabecita depende de una espesa cabellera negra y lisa, corta. Está vestido con su pijama aún.

-Le he dado el Tete y ya está dormido de nuevo -Anuncia Tatiana en susurros. Yo asiento. Ella se levanta con mucho cuidado y lo deja en su cuna.

-Hoy llegaré un poco tarde, por favor, dale un baño y sus tres alimentos del día, asegúrate de que coma todo -voy tomando nota mental mientras salimos de la habitación- Mientras duerme, por favor, ayúdame a limpiar su habitación de juego. No tendrás ningún problema, es un dormilón -sonríe y yo le devuelvo la sonrisa.

Caminamos por el pasillo y abre una de las puertas, mostrándome el salón de juegos del niño, y casi me caigo de culo. Es casi una juguetería ¡Una puta juguetería! Me tomara horas limpiarlo....

-Matias es alérgico, es importante que limpies el cuarto cada dos días, por lo menos.

Asiento estupefacta de ver tantos juguetes y tan grande la habitación.

¡Hay hasta un puto parque aquí! Con tobogán, y columpio.

En mi época solo tenía una muñeca de trapo. Intento no negar con la cabeza para que no se de cuenta que estoy sumida en mis pensamientos y que no estoy prestandole atención a nada de lo que me dice.

Ya me perdí.

-¿Quedó claro?

-Muy claro Señora -asiento aguantando la risa. Asiente en aprobación y bajamos las escaleras.

La mujer se va un rato después, tras decirme mil cosas más que ya he olvidado ¡Dios mío, que es un niño! ¡No un puto presidente! Me exaspera la exageración de crianza.

Martha me ofrece desayuno, pero lo rechazó, ya he desayunado y bebido mi correspondiente batido hecho por Gabriel.

Así que aprovecho que el niño está dormido, para poner a ordenar y limpiar la juguetería privada ¡Mierda! Es demasiado. Vuelvo a quejarme mentalmente al entrar con los productos de limpieza; desinfectante y paños para limpiar, en mano.

El compás de tus besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora