Paseo

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El ruido de las arcadas lo despertaron de sobresalto, olvidando que se había quedado dormido velando el sueño de su sobrino sobre una silla a lado de la cama en una posición que lo unico que consiguio fue entumecer su cuerpo, que al intentar ponerse rápido de pie, casi cayó al suelo. Aún confuso por el sopor del sueño, se tambaleo sujetándose de los muebles hasta que quedó a la altura de la cama, donde Daeron empezó a acercarse de forma lenta. Limpiando sus labios con el dorso de su mano.

—Creo que me chocó volar —murmuró recostandose en la cama. Cerrando los ojos. Joffrey se sentó a su lado, aún confuso.

La curandera había aplicado una pomada de hierbas medicinales sobre el pequeño corte que estaba a la altura de la sien de Corlys, que sin emitir ninguna protesta, se bebió el té para el dolor y se acostó a descansar. Murmurando que su tío Daeron tendría mucho que contar al regresar de su paseo sobre Tessarion.

Esa fue la primera idea coherente que tuvo.

—¿Cómo se ve Dorne desde el cielo?

—Parece hecha de barro —susurro, cubriendo con su antebrazo sus ojos —. Esas pequeñas casitas que bordean el rio que tiene forma de serpiente, y el techo abovedado de la torre que refleja el sol dorado e hipnótico que te invita a acercarte a observar de cerca. Ni mencionar a la inmensa lanza que te advierte del peligro.

—¿No tuviste miedo?

Joffrey no estaba seguro si hizo bien en hacer la pregunta, y al sentir la mano temblorosa que buscaba su agarre a tientas, supo que era algo que tenían que hablarlo, aunque a uno de ellos le resultaría doloroso hablar de su trauma. Otra vez. 

Cuando se dejó de lado el tema sobre el vuelo en dragon, Daeron pareció enfocarse en otras cosas, como: conocer mejor a sus sobrinos, socializar con sus hermanos —que le costaba —, tratar de no estar encerrado la mayor parte del tiempo en su recamara. Cosas sencillas que lo mantenían distraído la mayor parte del tiempo y le evitaban pensar en las cicatrices que marcaron su cuerpo o en su trauma al volar. Algo que también pareció obviar las veces que iban a visitar a Tessarion, y solo se encargó de reforzar su unión de forma afectiva. A tal punto que la dragona parecía asustada si no lo veía muy seguido o no sentía su tacto.

Así que cuando Joffrey se recostó en la cama y fue envuelto en un abrazo desesperado por Daeron, supo, no solo que tenía miedo, sino que había vuelto a revivir el trauma de la batalla.

—Fue emocionante sentir el viento acariciando mi rostro — se aferró más a su espalda —; apreciar de cerca la forma que tenían las nubes. Sentirme libre otra vez, sin temor a quemarme. Libre, como si fuera un dragón salvaje que escapó de su cautiverio.

—No sabes cuanto me emociona oír eso —beso su frente —, y saber que al fin te darás la oportunidad de sanar esa herida que continuaba haciéndote daño.

—Aun lo hace. Solo que… ya me canse de negar mi naturaleza solo por el miedo a quemarme. Tu lo dijiste: los dragones no arden. Entonces ¿por qué debo continuar temiendo a algo que no va a hacerme daño?

La decisión que proyectó su mirada solo le confirmó a Joffrey que el Daeron que bajo de Tessarion no era el mismo hombre indeciso y temeroso que la montó. Ese desapareció con las rafagas de viento, quedó atrapado en las formas de las nubes. Había abandonado la jaula que lo tenía prisionero. Y se lo terminó de confirmar al despuntar el alba.

Se despertó asustado al sentir que su cuerpo impactó contra una superficie dura y rugosa. Busco a tientas a su esposo en su lado de la cama, y al no encontrarlo se apresuró a llamarlo por su nombre, en voz baja, con la intención de no despertar a un sobrino que no estaba durmiendo en su pequeña cama. Al sentir el aleteo de un dragón alejándose, se asomó por el ventanal, mirando con temor como Tessarion y Ala de Plata se alejaban de forma lenta del palacio.

Nadie me ama como lo haces túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora