Narumi se quedó unos minutos admirando la belleza y la grandeza de la ciudad. Era la primera vez que veía un lugar tan hermoso y lleno de gente. Sin embargo, todos estos pensamientos se desvanecieron cuando su estómago rugió. No había comido nada en toda la mañana y se dio cuenta de que tenía hambre. Pensó que no le quedaba más remedio que preguntarle a alguien. Escogió a una chica que estaba en un puesto cercano y se presentó como Katherine. Narumi le preguntó si conocía algún lugar donde pudiera comer algo y Katherine amablemente le sugirió ir a la Taberna Lambad y la guió hasta allí.
Cuando llegó, decidió irse a la segunda planta para tomarse algo de comer. Desde allí, pudo observar la decoración rústica del lugar, con paredes de piedra y vigas de madera en el techo. El ambiente era acogedor y cálido, con una iluminación tenue que creaba una atmósfera relajante. Se sentó en la mesa cerca de la ventana y pudo ver la calle abajo mientras esperaba su comida. El olor a comida recién hecha llenaba el aire y hacía que su estómago rugiera aún más fuerte.
A la vez que esperaba su comida en la Taberna Lambad, dos chicos en la mesa de al lado estaban mirándola con mucha curiosidad. Uno de ellos era alto y de buena complexión, con el pelo gris y ojos turquesas, mientras que el otro tenía el cabello rubio trenzado, ojos rojos y portaba un maletín. Ambos parecían eruditos de gran prestigio. Al cabo de un rato se percató de ello y se preguntó si la estaban mirando por su atuendo o por su acento extranjero. Esto le hizo sentir un tanto molesta, pero decidió ignorarlos y centrarse en su comida. Sin embargo, no pudo evitar escuchar fragmentos de su conversación, parecía ser que hablaban sobre un gran evento que iba a tener lugar pronto allí. Pese a que quería saber quiénes eran esos chicos y qué estaban haciendo allí, no quería ser descortés. Por ello, decidió no entablar conversación con ellos y disfrutar de su comida a solas.
De repente, los chicos se levantaron de su mesa y se sentaron junto a ella. La cercanía de éstos hizo que se sintiera un tanto incómoda, pero decidió mantener la calma y no mostrar su incomodidad. Los chicos se presentaron como Alhaitham y Kaveh, tras ello comenzaron a hacerle preguntas sobre su viaje a la ciudad. Alhaitham, el chico alto y de buena complexión, le preguntó de dónde era y cómo había llegado a la ciudad. Kaveh, el chico rubio con trenzas, le preguntó si estaba disfrutando de su estancia en la ciudad. Narumi respondió amablemente a sus preguntas, pero se mantuvo reservada. Les dijo que provenía de una aldea en Sumeru y que era huérfana. También les explicó que llegó hasta allí gracias a un chico llamado Tignari y que necesitaba ayuda. Prosiguió diciendo que estaba interesada en formar parte de la academia de Sumeru y que necesitaba cápsulas del conocimiento vacías.
Después de un buen rato de discusión, Kaveh finalmente convenció a Alhaitham de que Narumi podría ser de confianza y que podrían ayudarla en su aventura en la ciudad. Alhaitham, entonces, le propuso un trato a Narumi. Éste le diría dónde conseguir las cápsulas y le permitiría hospedarse en su casa a cambio de su total confianza. Para ello, tendría que comprar una cápsula adicional y depositar todos sus recuerdos en ella.
Finalmente acabó por aceptarlo, a pesar de que sabía que eso iba a implicar que ambos supiesen toda la verdad que estuvo ocultándoles. Igualmente, algo en su conciencia le decía que eran de fiar. Posteriormente, Alhaitham le dijo que fuera al centro de la ciudad y seguidamente subiera las escaleras, pues allí encontraría a una tal comerciante llamada Dori sentada en una gran alfombra repleta de mercancía. Tras seguir sus instrucciones y llegar al sitio exacto que él le dijo, se encontró con una chica bajita de piel clara, ojos dorados y cabello rosa desordenado. La chica llevaba un gran sombrero morado y un par de anteojos con lentes rojizos y marcos dorados en forma de diamante muy singulares. La apariencia de la chica le sorprendió bastante. Estaba convencida de que era la tal Dori que Alhaitham le había dicho que buscara, por el simple y el mero hecho de que estaba en una ubicación muy escondida y se encontraba sentada en esa alfombra que él le había nombrado anteriormente. Aún así debido a su poca confianza en sí misma prefirió preguntarle para asegurarse de ello.