La Primera Cita

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Ante este contacto no puedo evitar que mis mejillas se tornen rojizas y mi corazón comience a palpitar con fuerza, pero al recordar la condición que antes había puesto, retire mi mano y volteé hacia el  escenario donde Elizabeth seguía cantando, pero al mirar por el rabillo del ojo vi como Jo me observaba con mucha dedicación.

Su contacto visual fue interrumpido por Marina, quien en la mesa colocó una cubeta con hielos que dentro de esta había una botella de vino y dos copas, detrás de ella, otra mesera colocó un platillo, era un filete de res cocido a la perfección con ensalada de frutas y verduras bañada en miel. En ese momento no podía pensar en comida, ya que a un lado tenía a la persona que me hacía sentir miles de sentimientos a la vez, aunque, a decir verdad no había comido en todo el día.

—¿Qué pasa? ¿No vas a comer?. —Insinuó Jo en un tono bajo—. —Oh, Claro. —Respondí bajando la mirada nuevamente a la mesa y tomando los cubiertos.

En ese momento Jo descorchó la botella y comenzó a servir el vino en ambas copas; el líquido caía lentamente, al mismo tiempo que la espuma que este generaba ascendía, esa calma y el ambiente me ponía realmente nervioso, así que decidí tomar rápidamente aquella bebida para tratar de relajarme un poco, Jo me miró sorprendido. —¿Pasa algo?. —Pregunto con asombró—. —No, es sólo que estoy sediento. —Mentí—.
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Al terminar nuestra comida, platiqué sobre varias cosas con Jo; mientras bebíamos, en su mayoría hablamos acerca de nuestros gustos y experiencias del pasado. Era tarde y casi nos terminamos la botella, así que estaba muy mareado; finalizó el performance de Elizabeth y cuando las luces del lugar se encendieron  pude observar que varias personas se habían quedado dormidas, a mí no me quedo más que aplaudir para que la gente despertara y también aplaudiera a la chica sobre el escenario, ella hacía una sonrisa ladina con sus gruesos labios, pero no se notaba muy convencida.

Al mirar el reloj eran casi las doce y llevaba casi todo este día sin ver a Asia, de seguro debe estar triste o desesperada. — ¡Mira la hora, es casi media noche! Debo irme. —Dije exaltado mientras saltaba de mi asiento—. —De verdad, gracias por la cena, todo muy rico y si quieres yo pago la mit... —No termine mi frase y antes de que metiera mi mano a mi bolsillo del pantalón siento que otra mano aprieta mi muñeca, sin lugar a dudas, era Jo, quien tenía una expresión burlona en su rostro—. — ¡Hey!, ¡tranquilo Ceniciento! —En ese momento mi cara se tiño de rojo al escuchar esa expresión y ver como Jo aguantaba la risa—. —Estas un poco ebrio, y a esta hora no creo que encuentres transporte. —Al parecer el príncipe tendrá que llevarte en su caballo negro con 400 caballos de fuerza. —Rió irónico mientras sacaba su cartera y dejaba unos cuantos billetes de gran valor sobre la mesa.

Se levantó y juntos nos dirigimos a la puerta donde a un lado, en un asiento se encontraba Elizabeth llorando. — ¿Qué pasa? —Pregunté  preocupado. —Las personas no me aprecian como cantante, sabía que debía continuar mis estudios como me dijo mi padre, soy un fracaso... —No digas eso. —Me acerque a su altura para poder abrazarla antes de que continuara—. —Nunca dejes a nadie en el mundo decirte que no puedes ser exactamente quien tú eres—. —Le susurre al oído—. De mi pantalón saque un cuadrito de papel higiénico y del bolsillo de mi abrigo un bolígrafo, en el papel anote mi número telefónico y se lo di a la chica. —Llámame si necesitas algo.

Jo y Elizabeth dirigieron su mirada hacia mi ante inesperado acto, al levantarme le sonreí a ambos y tome el brazo de Jo, este todavía confundido comenzó a caminar hacia afuera, donde el aparcador le dio las llaves de su motocicleta, buscamos el vehículo y nos montamos en él.

En el transcurso del camino volví a apretar su abdomen y absorber su aroma, aunque de pronto comencé a sentirme mareado y perdí mi sentido común; definitivamente el señor vino hizo su efecto.
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Llegamos a mi casa y yo sólo podía reírme y tambalear mientras intentaba bajar de la motocicleta, Jo al ver que no podía me tomó en sus brazos y me cargó como un príncipe carga a su princesa, pero en este caso sería un... princeso.

Metió su mano en mi abrigo y sacó mis llaves, buscó la correcta y la introdujo en la perilla de la puerta principal, yo, como todo buen ebrio, sólo reía tontamente, mientras observaba sus ojos, esos que me hipnotizaban y llenaban de mariposas mi interior. Al bajarme recordé la razón por la prisa que tenía. —Asia, ¿Dónde está Asia? —Pregunté buscando a mi compañera animal por la sala y el comedor—. —Está dormida. —Susurró burlón Jo apuntando al rincón donde estaba Asia profundamente dormida sobre su camita para cachorros—. —Pareces cansado. —Dijo Jo acercándose lentamente—. Hice un puchero y entrecerré mis ojos para asentir a su suposición, Jo me cargo de la misma manera en que lo había hecho hace unos momentos y me subió por las escaleras. Entramos a mi habitación y Jo me soltó lentamente sobre mi cama, antes de que retirase sus brazos de mi cuello y cintura mis impulsos voluntariamente voluntarios hicieron que una de mis manos, rozará suavemente su mejilla, ante esto Jo sonrió. —Hay algo que quiero decirte. —Lo mire curioso mientras él tomaba aire—. —Me gustas, mucho. —A mí también. —Respondí casi de inmediato—. Ante mi respuesta ambos sonreímos y nos quedamos en silencio por un corto tiempo. De pronto Jo comenzó a acercar su cara a la mía aún con sus brazos sosteniendo mi cuerpo que descansaba sobre la cama. —Ven aquí. —Dije tomando su nuca con la mano que anteriormente había acariciado su rostro—. En ese momento nuestros labios se juntaron en un beso que me hizo sentir casi de la misma forma en que estos se unieron por primera vez. 

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