6: Charla

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En los veinticinco años de vida que tenía, Juan nunca se caracterizó por ser una mente brillante y mucho menos por tener un gran ingenio. No, él era confiado, iluso e incluso torpe en demasía. Y esos solo eran unos pocos de los muchos defectos que poseía, pues estos eran tantos que ni los dedos de sus manos le alcanzaban para contarlos.

A lo largo de su vida enfrentó un sin fin de dificultades, todas ellas causadas por su propia mano, esos defectos suyos colaborado maravillosamente bien para dejarlo increíblemente mal en cada oportunidad.

Sin embargo, en esos momentos, donde él mismo se había entregado en bandeja de plata a un depredador que podría desgarrarlo en un santiamén si se lo proponía, eran su impulsividad e incapacidad de guardarse sus pensamientos para sí mismo, aunados a su muy defectuoso sentido de preservación los que se llevaron la corona al peor de ellos.

¿Cómo es que había terminado así, caminando por el bosque sólo con un aterrador mercenario, agresivo y físicamente mucho más grande que él, quien para colmo iba armado con una muy afilada hacha que minutos atrás colocó en su cuello? Mismo híbrido que sin tentarse el corazón causó un corte sangrante en su mano, y que encima declaró su absoluta desconfianza hacia él.

No había pasado ni siquiera un cuarto de hora desde eso, entonces, ¿por qué? Simplemente, ¿por qué razón o motivo se expuso a sí mismo a esa situación?

Realmente soy imbécil.

Un pesado suspiro salió de sus labios, resistiendo el impulso de voltear a sus espaldas para encarar al otro. Sus pensamientos eran un revoltijo tan grande que a primeras horas de la mañana le causaron un terrible dolor de cabeza. O quizás era su agotamiento tras toda la magia que utilizó durante la noche anterior, no lo sabía. Lo que sí sabía es que había actuado por impulso y se arrepentía, sin embargo, no lo suficiente para regresar a casa e ignorar su propósito inicial al traerlo consigo.

Pero había algo que realmente lo molestaba.

—No había porqué traer el hacha, ¿sabes? —le hizo saber, caminando un par de metros por delante del híbrido. No por decisión propia, sino porque el oso se negaba a caminar a su lado.

Spreen giró su rostro hacia él, la máscara de la noche anterior cubriendo su rostro una vez más, al tiempo que un casco hacia lo mismo con su cabeza. Se quedó en silencio sin intención alguna de contestar, su mirada perforando su nuca y el hacha colgando de un soporte en su cadera donde antes llevaba una espada que Juan no tenía idea alguna de dónde había guardado, y que por ende le causaba una preocupación más.

El castaño retuvo la necesidad de tirar de su cabello con desespero, odiando con todo su ser la situación en la que se había metido a sí mismo sin pensar sus acciones primero. Su mano punzando ahí dónde la carne fue herida, como un recordatorio silencioso de su inmensa estupidez.

Por su parte, Spreen tenía un pensamiento similar. Realmente no podía parar de preguntarse a sí mismo que tipo de extraña fuerza lo había impulsado a aceptar la invitación del médico. Es decir, después de declararle su desconfianza e incluso herirlo como amenaza, el chico de gafas simplemente se había arrojado hacia él e insistido en que lo acompañara en dirección al pueblo.

Y él sólo le dijo que sí.

—Necesito comprar cosas para el paciente. —dijo, soltándolo de inmediato al notar su molestia por el repentino toque. Dejó caer su propio brazo al costado de su cuerpo, la sangre deslizándose de su palma y enredándose entre sus dedos, cayendo en forma de gotas al suelo y filtrándose como manchas negras en la tierra. —Son tantas que necesitaré dos manos extras que me ayuden. Ven conmigo, por favor.

Esa es la excusa que había puesto Juan, misma que aceptó sin replicar. Y es que, en retrospectiva, tenía un poco de lógica, sobre todo considerando la forma en que había dejado su mano hace solo unos segundos atrás.

Médico brujo - Magicbear fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora