Médico brujo - Magicbear fanfic

7: Convivencia

No fue difícil convencerlos. De hecho, Spreen ni siquiera lo intentó. La decisión de quedarse surgió de manera tan natural en el grupo que ni siquiera buscaron excusas para decir lo contrario.

Ese mismo día, al llegar a la cabaña, fueron recibidos por un sonriente Rubius a la luz del sol de la mañana, quien los esperaba sentado sobre el columpio en el porche de Juan. El médico correspondió su sonrisa, evitando que cualquier pensamiento negativo se reflejara en su rostro al observar la funda de espada puesta de pie en el suelo a su costado, la nota de que saldrían echa una bola arrugada entre sus manos.

Se había retirado el casco y la armadura, por lo que era posible verlo con ropas casuales y simples que marcaban su bien trabajado cuerpo. Una camiseta blanca de tirantes que dejaba al descubierto la piel de sus brazos y unos simples pantalones verdes que se ajustaban a sus fuertes piernas. La ausencia de cualquier tipo de protección le demostró una de dos cosas: que confiaba en él, pese a ser un desconocido que había actuado extraño y que ponía de nervios a su amigo hibrido, pero no lo suficientemente como para alejarse de su espada, o que simplemente no confiaba en absoluto, pero tampoco lo veía como un enemigo difícil de combatir.

En ningún momento se le cruzó por la cabeza que quizás no tenía ninguna sospecha en su contra, que la espada a su costado era sólo amago de su costumbre de nunca estar desarmado y que durante todo el tiempo transcurrido entre el momento en que encontró la nota y los vio llegar, deseó que no hubiera problema alguno con ninguno de los dos, y que realmente Juan sea el tipo amigable que demostró ser, pues aun cuando en su inconsciencia le hizo daño, el médico decidió ayudarlos y seguir siendo altruista con sus amigos.

Actuó y habló cuidadosamente para tranquilizar a Missa y a Quakity, y en ningún momento demostró desprecio hacia Shadoune por ser un hombre sombra, curó a su amigo herido y pasó en vela toda la noche vigilando su estado. Les ofreció su casa sin reparos a unos desconocidos que llegaron armados en medio de la noche, y que incluso lo hirieron y trataron mal.

Había estado más preocupado porque Spreen lo lastimara o incomodara más de lo que ya lo habían hecho, la idea de reprender a su amigo arraigada en su mente mientras esperaba su regreso. Y es que, no es que desconfiara de él, pero la mitad de las veces en que ese híbrido pelinegro actuaba irritado y paranoico como lo hizo anoche, se trataba más que nada de sus propios instintos alborotados por el estrés. Reconocía las señales. Los sucesos de la noche anterior una muestra clara de ellas.

—Hey, ¿qué tal vuestro paseo? —Preguntó con tono amigable, recorriendo con su mirada sus cuerpos con curiosidad. Se detuvo unos segundos sobre el pañuelo envuelto en mano del médico antes de levantar el rostro hacia ellos. —Me ha sorprendido despertar y ver que ninguno de vosotros estabais por ningún lado.

Aun cuando sonreía, Rubius le envió una mirada interrogante a Spreen, preguntando silenciosamente qué había sucedido para que de repente ambos salieran sin avisar a nadie y que luego regresaran con uno de ellos armado con un hacha y el otro con la mano ensangrentada. El pelinegro se encogió de hombros, restándole importancia al asunto. Rubius contuvo una mueca en su interior, realmente quería golpear a su amigo.

En cambio, el híbrido castaño soltó un pequeño suspiro, levantándose de un salto y acercándose a Juan para ayudarlo mientras escuchaba lo que tenía que decir.

—Bueno, necesitaba ayuda para cargar con unas compras y tu amigo estaba disponible, así que lo secuestré un rato.

El chico de gafas le mostró su sonrisa perlada, entregándole algunas de las cosas que cargaba al más alto. Sin embargo, en un pequeño descuido, el contrario repentinamente sostuvo su mano herida y la acercó a su rostro mientras lo arrastraba en el proceso. Juan alzó su rostro sorprendido, y se tensó cuando notó la mirada seria que le daba mientras observaba la sangre que manchaba la tela blanca.