Pequeñas Vacaciones

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El viaje desde México hasta la casa de Daniel en Los Ángeles, fue rápido y transcurrió sin problemas para el estómago de Daniel.

Intento actuar normal con Max y no dejar que su joven pareja viera que algo le estaba sucediendo, y si así fuera, siempre podía echarle la culpa a McLaren de todos modos y Max intentaría mimarlo y distraerlo y darle buen sexo, y ahora que Daniel lo piensa de ese modo no debe sorprenderse de estar embarazado, después de todo hay días que parecían conejos en celo. Después de todo, tener una pareja casi ocho años más joven tenía sus ventajas.

Los primeros días, durmieron hasta tarde, tuvieron sexo mañanero tardío e hicieron maraton de películas cómicas tirados en el sofá, enlazados como si los dos fueran uno solo. Daniel solo tenia pequeños malestares pero nada más, estaba agradecido qué su pequeño maní e imprevisto decidiera dejarlo tranquilo.

Pero muy ingenuo de Daniel pensar eso, cuando había decidido hacer un poco de ejercicios, fue que volvió nuevamente a sentirse nauseabundo.

Daniel llega a casa una media hora antes de lo que Max esperaba.

"No te fuiste por mucho tiempo", dice el joven, sin levantar la vista de su pantalla, estaba jugando en el celular mientras esperaba que sonara la alarma del horno. "La vida corriendo por esas montañas ya no espara ti?"

Daniel no responde. Max mira hacia arriba, arqueando una ceja confundido al no oír respuesta.

Y Daniel se ve terrible, en este momento se ve casi transparente. Hay un tono enfermizo en su rostro que Max ha estado llegando a asociar con náuseas.

"Jesús, Daniel", dice Max, poniéndose de pie.

Daniel se estremece, moviéndose hacia el sofá, con Max rápidamente a su lado, qué se apresura a ayudarlo a sentarse, notando que la parte de atrás de la camiseta del mayor está empapada de sudor. Su respiración es superficial y desigual.

"Toma", Max se acerca para agarrar el vaso de agua que había estado bebiendo antes, todavía un poco frío, Daniel toma el vaso con dedos temblorosos, bebiendo alrededor de la mitad de una sola vez.

"Gracias", dice, finalmente. Su voz es ronca. "Vomité dos veces en el un árbol, creo que ahora soy malo para la naturaleza".

Max se estremece, la simpatía por su pareja inunda sus sentidos. "¿Por qué?"

Lo que sigue es una historia, un poco cómica y un poco triste y muy gráfica sobre varios entrenadores guapos acaparando el sendero favorito de Daniel y unas ardillas qué se rieron de su miseria y no lo dejaron vomitar en paz. Daniel lo cuenta de una forma que, según Max, se supone que es graciosa. Sería totalmente divertido. Excepto por cómo realmente no lo es.

"Esta historia sería un gran video", reflexiona Daniel, una vez que termina de contar su historia. "¿No lo crees?"

Max no se atreve a responder de inmediato, porque está demasiado ocupado pensando en formas sutiles de vengarse de esos entrenadores por estar en el sendero favorito de Daniel y de las ardillas. Sólo él puede ser guapo y molestar a Daniel.

Daniel agita su mano frente a la cara del más joven. "Tierra a Maxy".

Max vuelve a la realidad y echa otro vistazo a la palidez de su pareja. Luego está arrastrando al hombre mayor a sus brazos.

"Maxy, no puedes abrazarme, soy asqueroso en este momento", dice Daniel. La forma en que se derrite en los brazos de Max dice algo diferente.

"No dejaré que ninguna ardilla se ríe y burle tuyo", murmura Max en el cabello rizado y sudoroso de Daniel.

Daniel suspira contra el cuello de Max. "Lo sé", dice. "Sin embargo, no puedo evitar ser demasiado educado con ellas, después de todo, cuidan los senderos".

Max pone los ojos en blanco con cariño, se aleja, presiona un suave beso en la frente de Daniel.

"Ve a darte una ducha, hueles fatal" dice Max, y Daniel deja escapar un sonido de indignación antes de levantarse y dirigirse al baño, "Te haré ese té qué Micheal te dio para los malestares y una pastilla, en serio deberias ir al medico nuevamente, capas quedan secuelas del implante", Max se relaja en los cojines del sofá y ya comienza a redactar mentalmente miles de mensajes enojados para la gente que ocupo el sendero, a quien maneje las ardillas y a McLaren.

"Maxy", el joven se gira y mira hacia atras, donde cabeza de Daniel se asoma por el corredor.

"Sí?"

"Te amo", dice el hombre mayor, antes de desaparecer una vez más.

Max vuelve a hundirse en el sofá, quien se está sonrojado como un adolescente.

Max jura, no por primera vez y ciertamente no por última, que pasará el resto de su vida amando y cuidando a este hombre, el anillo qué descansa en su equipaje de carrera personal, es prueba de eso, y en Abu Dhabi se lo pedirá.

El 3 De La Suerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora