CAPITULO 4

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Recuerdo el día en que conocí a Tn como si fuera ayer, una experiencia que ha quedado grabada en mi mente con la claridad de un rayo. Era un tiempo caótico, un periodo en el que el terror y la destrucción parecían seguir a ese joven como sombras persistentes. Desde el momento en que lo vi, supe que estaba ante un poder que podría cambiar el mundo, pero no de la manera que todos deseábamos.

Tn se dedicaba a hacer lo que quería, sin preocuparse por las consecuencias de sus actos. Podía sentir la energía desbordante que emanaba de él, una fuerza tan poderosa que a menudo causaba catástrofes. Había sido responsable de grandes desastres, y la lista de sus crímenes era alarmante. Dos asesinatos confirmados y, según se decía, otras 236 muertes que nunca se habían esclarecido. ¿Cómo un chico tan joven podía cargar con una carga tan pesada? La respuesta radicaba en su Quirk, un regalo y una maldición que le permitía hacer cosas inimaginables, pero que también lo empujaba hacia el abismo de la irresponsabilidad.

A pesar de su inmenso potencial para hacer el mal, había algo en Tn que me hizo creer que aún había esperanza. A menudo lo veía disfrutando de sus vicios, pasaba tiempo con jovencitas, manejaba autos de lujo y vivía en mansiones ostentosas. Se entregaba a sustancias alucinógenas que distorsionaban su realidad, pero a la vez, me daba la impresión de que, en el fondo, lo hacía para escapar de sí mismo. Era un joven atrapado en un ciclo de hedonismo, pero yo creía que podía redimirse. Pensé que, si lograba guiarlo, podría canalizar su poder hacia un fin noble, convirtiéndolo en un héroe hecho y derecho.

Sin embargo, ese sueño se volvió una pesadilla el día en que su descontrol alcanzó un punto crítico. Recuerdo que me preparé para confrontarlo, sabiendo que tenía que actuar. Enfrentar a Tn no sería fácil. Vestí un traje cargado de kriptonita, esa piedra verde que había sido forjada para contener a aquellos que desatan un poder tan inmenso. La pelea que siguió fue feroz. Cada golpe que asestaba resonaba en mi corazón, mientras sentía la lucha que se libraba dentro de mí.

La intensidad del combate fue abrumadora. Con cada intercambio de golpes, mi mente se debatía entre la necesidad de detenerlo y el deseo de salvarlo. La kriptonita me debilitaba, pero sabía que era la única forma de intentar contenerlo. En ese momento, me di cuenta de que estaba cerca de cruzar una línea que nunca debería haber considerado. Todo mi ser me gritaba que debía acabar con él, que era lo más sensato, lo más seguro. Pero en el fondo, sabía que no podía hacerle eso a un chico.

La lucha llegó a su clímax, y en un instante, cuando Tn estaba caído y vulnerable, vi en su mirada un destello de la arrogancia que solía mostrar desvanecerse. En lugar de un monstruo, vi a un joven perdido, y eso me detuvo. No podía permitir que mis manos se mancharan con la sangre de alguien tan joven, alguien que aún tenía la oportunidad de cambiar. Así que, con un último esfuerzo, opté por reservarle la vida, aunque el peso de esa decisión me persiguiera como un fantasma.

Ese día dejó una marca indeleble en mi alma. La batalla en la que casi se convierte en mi enemigo mortal se transformó en un recuerdo atroz. Sabía que había hecho lo correcto al no acabar con su vida, pero no podía evitar sentir que había fracasado en mi deber de proteger a la sociedad. Las sombras de ese enfrentamiento me atormentaban, recordándome que, aunque había salvado a Tn, la lucha por su redención apenas comenzaba.

-Quizás aún haya esperanza, -me digo a mí mismo, mientras me sumerjo en la nostalgia de un pasado que nunca podré cambiar. La lucha por Tn no ha terminado, y aunque las sombras del pasado me atormenten, la posibilidad de redención siempre será un faro que me guíe.

Noticias para una heroína.

Izumi se encontraba en su habitación, rodeada de un silencio abrumador que solo era interrumpido por el suave sonido de su respiración. Sentía una pesada nube de desánimo sobre ella, como si el peso de sus fracasos la aplastara. Había trabajado tan duro para ingresar a U.A., pero todo había resultado en vano. La práctica de ingreso había sido un desastre absoluto, y no había conseguido ni un solo punto. La desesperación y la autocrítica se apoderaban de su mente, mientras sus pensamientos desfilaban como sombras, recordándole cada error y cada oportunidad perdida.

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