Parte I - Capítulo IV

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KAWAAKARI

"El río que resplandece en la oscuridad"

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Parte I

Capítulo IV

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"Poco se habla del pecado más poderoso de todos; creer que no se es el pecador"

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La casa de té mantenía su decoración tradicional. Había una cierta prestancia en el modo en que se enorgullecían de ellos sus dueños. No se negaba el acceso a quienes no vestían del modo que en esta nueva era se consideraba tradicional, la cortesía no lo permitía y cada vez era más evidente lo extraño que resultaba vivir en medio de un cambio de época. Habitualmente las personas no eran conscientes del todo de estar en mitad de una nueva estructura social. Kagome lo analizaba de vez en cuando y muy por encima, después de todo ella prácticamente había nacido con el cambio. Más allá de esa cuestión, recordaba el haber frecuentado esta casa desde que era una niña y su padre la traía para el día de la luna nueva y así comenzar el ciclo recordando su importancia. En este nuevo tiempo ese tipo de celebración estaba siendo reemplazada por festividades occidentales que aparecían marcadas en el nuevo calendario oficial de doce meses y que no consideraba la luna como guía en el inicio o fin de cada uno de éstos. Aun así, ella atesoraba la casa de té como un lugar que conservaba parte de los recuerdos familiares que contenía en su memoria.

No obstante, hoy su atención estaba puesta en otras cosas, o quizás sólo en una, una persona; él.

InuYasha Taisho aparecía cada pocos instantes en su mente, entre el saludo de sus amigos cuando la vieron cruzar la puerta o las palabras de la señora Kimura que se había acercado para preguntar si podía comenzar a servir el té. Incluso ahora, que de fondo escuchaba el murmullo de Eri y Yuka que le contaban a Hojō lo emocionadas que estaban por ir al baile de estilo occidental que se llevaría a cabo en casa de la familia Taijiya.

—Es mi primer baile de este tipo —mencionó Eri. Su familia se resistía a abrir paso a la nueva era— ¿Cómo es eso de las libretas de baile?

—En realidad no es una libreta —expresó Yuka, que no se había perdido evento de este estilo—, se podría decir que es una especia de tarjeta en la que vas apuntando los nombres de tus parejas de baile.

—¡Y ¿Cuántos nombres son?! —preguntó Eri, con cierta angustia— No creo tener más de dos interesados en bailar conmigo.

—Te sorprendería la rapidez con que se llena una tarjeta de baile —insistió Yuka— ¿No es así, Kagome?

Al escuchar su nombre, Kagome se vio arrastrada al momento y la compañía en la que estaba.

—¿Cómo? —preguntó, intentando parecer medianamente atenta. Pudo ver la sonrisa amable de su amigo Hojō que no dejaba de mirarla y de paso tomó la palabra.

—Le contábamos a Eri que me has reservado el primer baile —Kagome pudo ver que la sonrisa de su amigo se ampliaba a la par que su propia sorpresa.

—Oh —expresó—. Y ¿Eso sucedió mientras yo estaba ausente? —Kagome intentó su mejor tono de inocencia.

Pudo ver la expresión de falso arrepentimiento de su amigo Hojō, que fue acompañado de las sonrisas cómplices de sus amigas. No era desconocido para Kagome que las chicas consideraban que el joven era la pareja adecuada para ella. Si lo razonaba con frialdad, Hojō pertenecía a una familia respetada en la ciudad, además de ser educado y agradable tanto a la vista como de trato; aun así Kagome sentía que algo faltaba entre ellos. Quizás podría atribuir ese faltante al amor, sin embargo, incluso ella no era tan inocente como para creer que las parejas se formaban sólo por ese vínculo. Kagome se repetía con habitual insistencia lo que todos le decían; el amor es algo que si se tiene suerte, también podía acompañar a los demás atributos de un candidato a esposo.

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