Parte II - Capítulo XIV

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KAWAAKARI

"El río que resplandece en la oscuridad"

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Parte II

Capítulo XIV

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"Nunca pensé que el amanecer fuese hermoso, hasta que un día, al ver uno, deseé compartirlo contigo."

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Kagome abrió el shōji con suavidad, y mantuvo la mirada baja en todo momento, necesitaba cierta protección ante la fuerza de su intuición. Dio un paso hacia el interior, cerrando la puerta con parsimonia tras de sí. Quería tardar todo lo posible el tener que enfrentar a las personas que se encontraban en la estancia, prácticamente esperaba que aquella demora la ayudase a dejar a un lado la inquietud, no obstante ésta se intensificó al poner su mirada en las tres personas que permanecían sentadas ante una mesa baja en mitad del lugar. Comenzó a sentir que el aire entraba en sus pulmones con dificultad. No recordaba haber tenido una sensación como esta en los años de vida que poseía. La razón del intenso desasosiego que sufría era el hombre de pelo plateado y ojos dorados que la miraba con fingida seriedad.

InuYasha Taisho había enviado una carta días antes, y pedido autorización para visitar a la familia, luego de aquello Kagome no volvió a tener noticias. Su madre, que había recibido el mensaje, no habló más del tema con ella y de algún modo lo apartó de sus pensamientos inmediatos. Quizás dejó de preocuparse por ello como una salvaguarda por la ansiedad que le creaba. Sin embargo, ahora Kagome podía suponer que el asunto había sido comunicado a su abuelo, quien también se encontraba presente.

—Kagome chan, bienvenida. Entra y siéntate —su abuelo se dirigió a ella con la jovialidad que lo caracterizaba, a pesar de sus años. Su madre, en tanto, servía el té con cuidado ceremonial.

Ojīsan —ella se animó a mencionar al emisor de aquella invitación como un gesto de comprensión y obediencia.

Kagome cerró la puerta shōji, consciente en todo momento de las personas que había en la habitación. No conseguía apartar su atención del lugar exacto en que estaba sentado InuYasha Taisho, ni del modo en que él, probablemente, la estaba observando. En ese momento maldijo de forma interna el no haber escuchado a Hanae en su insistencia por verla con otro atuendo.

Avanzó con la mirada puesta un paso por delante de sus tabi blancos, y llegó hasta el centro de la sala. Cuando quiso mirar a InuYasha para darle el saludo de rigor, él se puso en pie con un gesto que resultó vertiginoso y elegante. Se sorprendió de aquel movimiento y echó el cuerpo hacia atrás para poder enfocar la mirada del hombre que le sacaba más de una cabeza de altura. A pesar de que él no parecía marcar ningún gesto particular en las facciones de su rostro, Kagome tuvo la sensación de que estaba riéndose de ella.

—Sea bienvenido —fue lo que pudo decir a la vez que recobraba el equilibrio correcto para hacer una delicada y estudiada reverencia, digna de la heredera del templo.

—Me parece que la he interrumpido en alguna actividad —mencionó él, con cierta ligera alegría en la voz. Kagome lo miró a los ojos nuevamente y de forma directa.

—¿Por qué lo dice? —no esperaba sonar del modo soez en que su voz había salido disparada. Parecía estar dispuesta a disputar una lucha con el hombre que tenía delante y al que supuestamente no conocía. Volvió a hacer una reverencia pequeña, antes que su madre o su abuelo hiciesen algo para reprenderla.

—Me ha sorprendido su atuendo, nada más —InuYasha parecía el dueño completo de la situación y del lugar que ella ocupaba en ésta. Kagome se limitó a sonreír con levedad, de modo que nadie supiese el fuego que comenzaba a quemarle en el estómago y la garganta.

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