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El auto se detuvo justo en la puerta del edificio donde fueron citados, el resplandor de los rayos en las ventanas cegó a la mujer que no dudo en ponerse sus lentes de sol con un quejido molesto.

— Te dije que no te los quitarás.- Mascullo su esposo entre dientes al bajar del auto, se acercó a ella inclinandose un poco para acomodar los lentes.

— Es que no veo bien.

— Es por qué no estás acostumbrada, si te los pusieras constantemente como lo dijo el doctor...

— No quiero depender de ellos.- Exclamó molesta, su esposo suspiro tomando sus mejillas.

— No tienes de otra, el sol lastima tus ojos.- Tomo su mano para guiarla hacia el edificio.

— Tu eres mi sol y en vez de quemar mis pupilas, las dilatas.

El hombre soltó un suspiro desde los hondo de su pecho ante el comentario, estaba acostumbrado a ello, sin embargo, no debía darle el gusto de sonrojarse eso ella lo tomaría como una victoria.

— Por favor, comportate.- Susurro apretando en botón del ascensor.— Estos no son lugares para decir cosas así.

— ¿Y cuáles son los lugares donde su puedo decir eso?

El suspiro nuevamente. Jalo a su esposa en cuanto el ascensor se abrió y acercando su boca a su oído susurro.

— La cama.

El rostro olivo de la muchacha se pigmento de un intenso color carmín que causó la victoria del hombre, esté sonrió para sus adentros dejando a su esposa callada el resto del camino.

Él la conocía muy bien, sus comentarios mordaces, pervertidos y sugerentes eran su pan de cada día aprovechándose de su falta de reacción al estar trabajando, sin embargo, cuando era él el que los decía mayormente agarrándola con la guardia baja, ella solía quedarse callada sin poder decir absolutamente nada al respecto realmente avergonzada.

Bajaron del ascensor entrando a un pasillo casi abandonado por los cuidadores del edificio y se dirigieron hacia la habitación que les habían dicho por correo.

La puerta se abrió al tercer toque, siendo recibidos por una gran sonrisa blanca que contrastaba con el cabello reluciente del hombre que abrió la puerta.

— Ya era hora, comenzaba a quedarme dormido. Bienvenidos, pasen.

— Gracias.- Sonrió ella cuando su marido le dejo pasar primero.— Es un gusto volver a verte, Satouru.

— El gusto es mío, querida. Estás reluciente.- Tomo la mano de la chica besando su dorso, ella sonrió levemente agitando su mano discretamente en dirección a su pareja que intervino.

— Aleja tus manos de ella.

— Tan gruñon como siempre, veo que ni el matrimonio te cambia.- Se burló soltando a la chica.— En fin, quiero que conozcan a alguien.

Satouru los guío hacia una de las habitaciones esquivando los escombros del suelo encontrando a un joven adolescente sentando en un viejo sofá verde casi desilachado. Al verlos se puso de pie de inmediato, mostrando su gran altura, pero lo que en verdad llamo la atención de la mujer, fue su sonrisa.

— Hola...

Satouru decidió presentarlos finalmente, sonrió hacia el muchacho y la pareja.

— Itadori, te presento al matrimonio Kento. Ellos cuidarán de ti mientras no estoy.

El primer pensamiento que Itadori tuvo, fue hacia la mujer que sonreía sinceramente en su dirección, ante sus ojos ella era bellísima, sus rasgos eran delicados y sus ojos realmente hermosos con un color pardo que brillaron en cuanto se acercó a él.

IN ANOTHER LIFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora