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Los días pasaron Rápidamente, las heridas de Nanami comenzaron a desaparecer con lentitud bajo el cuidado de María. Ella estuvo a su lado en cada visita al doctor, y se encargó de evitar que su esposo hiciera cosas riesgosas que podrían herirno nuevamente.

Impotente y algo desesperado por no poder hacer nada, le pidió a María un tiempo a solas para ir a comprar algo para la cena de esa noche, ella a regaña dientes accedió viéndole partir.

Cuando Nanami volvió a casa de nueva cuenta se encontró con Itadori sentado de espaldas en la barra de la cocina degustando de la pasta que María había hecho de cena.

Esa escena se había vuelto algo normal para ellos, Maria solía invitar a comer al joven adolescente y pasaban la tarde juntos cuando nanami tenía una misión en solitario. Al principio él no estaba muy feliz por ello, sin embargo, ella se veía feliz de compartir su tiempo con ese muchacho por lo que decidió adaptarse y simplemente dejarlos ser.

Cerro la puerta para llamar su atención y lo logro, ya que ambos voltearon.

- Hola nanami San.!- Itadori hablo con la boca llena, María río y se acercó a su esposo.

- Buenas noches, amor.- beso su mejilla tomando su saco con cuidado de no lastimarlo y colgarlo en el perchero.- invite a Itadori a cenar. Espero no te moleste.

- No puedo correrlo, ¿verdad?

- Te golpeare si lo haces.- Gruño. Nanami suspiro y beso su frente.

- Niño.- saludo, Itadori le saludo con entusiasmo con las mejillas llenas de comida.

- ¿Te sirvo, cariño?- Nanami negó jalando la silla para que ella se sentará, beso su coronilla cuando lo hizo.

- Yo lo haré, ustedes continúen comiendo.

Mientras nanami se servía escuchaba la risa de su esposa con el joven que le hacía reír, el rubio sonrió con nostalgia.

Hacía mucho que no le veía así de feliz.

- Entonces, ¿cómo se conocieron?- Itadori preguntó con curiosidad, María soltó una risita viendo a su esposo que se mantenía al margen de la conversación, al sentirse observado se encogió de hombros.

- Ella lo cuenta mejor.

- Fuimos a la primaria juntos, pero a mitad de año tuve que volver a mi país. Solo había hecho pocos amigos y me negaba a perderlos, así que les enviaba cartas que por la distancia tardaban semanas en llegarles.- Sonrió con nostalgia.- Pero, nadie respondió, supongo que fue por qué mi japones en ese entonces no era muy bueno al ser plasmado en papel.

- Eso me pasa a mi, y soy japones.- Exclamó Itadori haciendo reír a María.

- Supongo que es normal.- Sonrió divertida.

- ¿Y sus amigos les respondieron las cartas?

- No, nadie lo hizo.

- Que? Por que?

María apretó sus labios, no quería quejarse frente a Itadori de los japoneses. Por su falta de tacto, y su odio a los extranjeros en ese entonces que la obligó a irse del país para evitar más amenazas de muerte de parte de sus compañeros.

Nanami al ver su mirada, dejo de lado el pan de ajo que iba a comer para terminar la historia él.

- Eran unos idiotas.- Itadori jadeo ante su expresión, ante sus ojos era bastante raro escuchar al rubio expresarse de esa manera.

- Si, lo fueron.- Sonrió Maria con tristeza.- Pero, hubo uno que no fue tan malo, Kento me envió cartas.

- Que romántico nanami sensei!- Chillo con emoción, ella soltó una risita.

IN ANOTHER LIFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora