Cuando mi Nan murió, pensé que mi corazón se iba a ir con ella. Habíamos estado juntos por muchos años y compartido tanto juntos que no podía imaginar lo que se sentiría cuando no pudiera hablar con ella. Cuando no pudiera verla. Cuando no pudiera respirar el mismo aire que ella.
Su perfume todavía persiste en mi almohada, y espero que nunca se desvanezca.
Ella estaría realmente orgullosa de lo que los chicos Reed tienen planeado, y estoy orgulloso sólo de conocerlos. Y nunca he estado más orgulloso de que ellos me permitan ayudar.
Me pongo el traje rojo y saco los tirantes por encima de mi camisa blanca. Hace años cuando usé este traje para mis nietos, era demasiado grande. Supongo que he crecido. Pero mi Nan, ella nunca le importó mi grosor. Y a los niños no parece importarles tampoco.
Esta noche va a ser una noche divertida. Conseguiré ayudar a los Reed a hacer algunos sueños realidad. Conseguiré ver las sonrisas en las caritas que han perdido toda esperanza. Y algunos adultos, también, si las cosas van como los chicos las tienen planeadas.
Pongo el sombrero rojo sobre mi cabeza y ajusto la borla así que cuelga fuera de mi cara. Ahí. Todo listo. Froto mi vientre y Faith, mi nieta, me sonríe a través de la habitación. Ella tiene un bebé en su cadera y su hijo tiene sus brazos envueltos alrededor de sus rodillas. Ella va a dejarlos con una niñera para la noche, y los dejaremos de camino.
—Luces realmente bien, Abue —dice ella.
Le sonrío.
—¿Dónde está ese esposo tuyo?
Ella rueda los ojos.
—Está vistiéndose con los Reed. Va a encontrarnos allá.
—¿Vistiéndose? —pregunto—. ¿Cómo qué? —Ciertamente, ellos no estaban planeando tener a más de un Santa. No quiero ser sustituido.
Ella ríe.
—Ya verás.
C
4
Pete
stoy fuera de la prisión, y meto mis manos en los bolsillos. Estaba esperando que alguien más podría presentarse por Josh, pero nadie lo ha hecho. He estado mirando para estar seguro de que nadie de la familia o los amigos vienen a recogerlo.
Nunca quise estar aquí de nuevo. Pasé dos años en el interior de esta instalación. Pero mirando hacia atrás, no cambiaría la dirección que mi vida dio, porque si lo hiciera, nunca habría encontrado a Reagan.
Mi teléfono suena en mi bolsillo y lo saco.
Reagan: ¿Dónde estás?
Yo: Esperando a Josh.
Reagan: Oh. Está bien. Tengo el traje de Josh.
Yo: Oh, bueno. Llévalo a lo de Paul.
Reagan: Puede que no quiera salir con la familia esta noche, Pete. Él podría querer ir a casa.
Yo: No tiene una casa, princesa.
Casi puedo oírla suspirar a través de las ondas.
Reagan: Sí, lo hace.
Yo: ¿Cómo está Kennedy?
Reagan: Hambrienta, como de costumbre. La puse en un vestido verde y ella tenía un lazo de fieltro rojo en su pelo.
Yo: ¿Tenía?
Reagan: En tiempo pasado. Creo que se lo comió.
Yo: ¿Pueden los bebés comer fieltro?
Reagan: Supongo que lo averiguaremos.
No puedo evitarlo. Me río.
La puerta de la prisión se abre y veo una silla de ruedas rodar a la acera.
Yo: Nos vemos en un rato. Josh acaba de salir.
Reagan: Te amo.
Yo: Te amo más.
E
5
Josh se rueda a sí mismo por la rampa y se detiene justo en frente de mí.
—Josh —digo con una inclinación.
—Pete. —Él asiente de regreso—. ¡Qué casualidad verte aquí! —dice, sus ojos entrecerrados.
Me encojo de hombros.
—Yo estaba en el barrio.
—Claro que lo estabas.
Me quedo en silencio hasta que Josh abre su boca para hablar, y de repente siento que necesito cortarlo.
—¿Tienes planes para esta noche? —pregunto.
Sacude un pulgar hacia la prisión.
—Bueno, iba a pasar el rato aquí y ver si me dejan entrar de vuelta. Tres plazas y una cama plegable no son tan malo, ¿sabes? —Se estremece—. Hace frío fuera.
—Hay una tienda de barrio en la esquina que podrías robar. Apuesto a que te dejarían entrar de vuelta.
Finalmente sonríe. Luego está serio.
—¿Por qué estás aquí, Pete?
—Tú eres de la familia, Josh. Esto es lo que hace la familia.
Niega con la cabeza.
—Yo no soy un Reed.
—Podrías serlo.
—Pero yo no lo soy.
Lanzo mis manos.
—Mira —digo—. Puede que tú no nos quieras, pero nos tienes. A todos nosotros. Regresaste a la cárcel por nosotros.
—No, no lo hice —dice en voz baja.
—Sí, lo hiciste. —Sostengo.
Su voz es fuerte y segura cuando habla.
—Fui a ver a Bone así podría conseguir venganza. Ustedes justo pasaron a estar allí. Yo sólo pasé a dispararle entre los ojos. Venganza, Pete. No sacrificio. No una buena acción. Yo maté a alguien. Y tuve la intención de hacerlo.
—Gracias a Dios que estabas allí. —Muerdo. Recuerdo ese día. El estallido del arma de Bone. La reverberación de la de Josh. La forma en que todos caímos al suelo. El silencio mientras esperábamos a ver quién
6
estaba muerto. El rugido ensordecedor del silencio mientras contábamos los latidos de nuestro corazón.
—Dios no tiene nada que ver con ese día —me dice.
—Tú lo ves de una manera. Yo lo veo de otra. —Lanzo mis manos otra vez—. De cualquier manera, todos estamos vivos y tú estás fuera de la cárcel, y nosotros necesitamos un favor.
—¿Qué tipo de favor?
Me río.
—No te preocupes. Todo lo que tienes que hacer es usar medias y verte bonito.
—¿Medias?
Asiento.
—Síp. ¿Estás dentro?
—Diablos, no tengo a donde ir de todos modos —dice. Mi corazón se tambalea. Él tiene un lugar para ir. Sólo no lo sabe todavía.