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Entre la roca y el mar

Peridot estaba sentada en la orilla de la playa, mirando fijamente el horizonte mientras las olas rompían a su alrededor. A pesar de la brisa fresca del mar, Peridot sentía como su cuerpo ardía de la confusión y el miedo que sentía en su interior. Desde que Lapis le había confesado su amor, Peridot se sentía como en un laberinto emocional del que no sabía cómo salir.

En su mente, había pasado una y otra vez la escena de Lapis declarándose, intentando analizar cada detalle, cada palabra y cada expresión facial. No quería hacer daño a Lapis, pero tampoco podía ignorar los sentimientos que empezaban a surgir en su corazón. Todo esto era nuevo para ella y no sabía cómo actuar.

Miró hacia abajo y vio la arena entre sus dedos. Se dio cuenta de que apretaba con fuerza y se forzó a relajar su mano. "Respira profundo, Peridot", se dijo a sí misma. Cerró los ojos y aspiró profundamente la brisa marina, dejando que sus pensamientos fluyeran a través de su mente sin juzgarlos.

A medida que la brisa fresca del mar soplaba sobre su rostro, Peridot se sintió un poco más tranquila. Sabía que necesitaba tiempo para entender sus sentimientos y decidir qué hacer con ellos. También se dio cuenta de que, aunque estaba confundida, había algo en Lapis que la hacía sentir segura y cómoda. Era como si Lapis fuera un faro en medio de la tormenta, iluminando el camino hacia algo más grande y significativo.

Peridot se quedó sentada allí por un tiempo, simplemente disfrutando de la paz y la tranquilidad que le ofrecía la playa. Sabía que tenía mucho que reflexionar y mucho por resolver, pero ahora sentía una sensación de calma que no había sentido en mucho tiempo.

Peridot pasó los días siguientes tratando de procesar todo lo que estaba sintiendo. A veces se encontraba sonriendo sin motivo aparente, pensando en los momentos que había compartido con Lapis, y otras veces se sentía tan nerviosa que no podía concentrarse en nada. Decidió que necesitaba tiempo a solas para poder ordenar sus pensamientos y entender lo que estaba sucediendo.

Así que decidieron que cada una pasaría un día a solas, para darse espacio. Peridot se despertó temprano y decidió ir a una excavación de una mina. Era una oportunidad única para aprender más sobre su hobby favorito y quizás distraerse un poco de todo lo que estaba sintiendo. Se vistió rápidamente y partió hacia la mina, dejando a Lapis en su habitación durmiendo.

Peridot llegó a la entrada de la mina temprano en la mañana, antes de que comenzara la visita guiada. La entrada era una estructura de madera antigua que parecía estar en uso desde hace décadas. Peridot respiró profundamente el aire fresco del exterior antes de entrar. El interior de la mina era fresco y húmedo, y el sonido de las gotas de agua resonaba en las paredes.

Mientras caminaba por el túnel, Peridot se sorprendió por la belleza del lugar. Las paredes de la mina estaban llenas de cristales brillantes y rocas de colores. En su mente, comenzó a hacer planes para visitar otros lugares de excavación para descubrir más sobre la geología del planeta.

Mientras tanto, Lapis se despertó tarde y decidió que pasaría el día explorando la ciudad. Se puso su ropa más cómoda y salió a caminar. Era temprano en la mañana y la ciudad todavía estaba tranquila. Lapis caminó por la calle principal, mirando las tiendas cerradas y los edificios altos.

De repente, escuchó la música de una guitarra y siguió el sonido hasta un pequeño parque. Allí, vio a un músico callejero tocando una canción lenta y emotiva en su guitarra. Lapis se sentó en un banco cercano y cerró los ojos, dejándose llevar por la música.

Mientras tanto, en la mina, Peridot estaba disfrutando de la vista de un gran cristal de cuarzo cuando se dio cuenta de que había otra persona allí. Era una chica que también estaba admirando la belleza de la mina. "Es impresionante, ¿verdad?", dijo ella. "He estado trabajando aquí durante más de treinta años, y todavía me sorprende cada vez que vengo aquí".