MALIBÚ CON PIÑA
Caminé, tratando de no chocarme entre la gente. Con una mano, tapé mi Malibú con Piña con una mano, para que no se cayera en el suelo de la abarrotada discoteca. Era fin de año y como era normal en España, todas las discotecas del país estaban a rebosar. Mi mejor amigo, Carlos, propuso salir. Y yo, aunque no tuviese muchas ganas de salir, acabé accediendo. Como siempre hacía vamos. Desde que me mudé a Manchester para cumplir mis sueños, las cosas aquí cambiaron. No quería perder a mis amigos españoles y siempre accedía a todos sus planes. Como ahora, que pretendía huir de la masificada pista de baile a donde una de mis amigas me arrastró.
Una vez encontré la puerta de la salida más próxima, no dudé en pasar por ella.
Salí y el aire fresco me invadió. Hacía frío y no llevaba chaqueta. Pero eso ya no me importaba mucho. Me senté en el bordillo de la azotea. Tuve la tentación de mirar hacia abajo, pero me invadieron los miedos y no lo hice. Solo miré al frente, viendo los altos edificios de Madrid. Mi querida y anhelada Madrid. Viví aquí dieciséis años, pero parecían muchos más. Toda una vida en la capital para, de un día para otro, recibir una oferta de la universidad de Manchester e ir directa hacia ese sueño de niña.
–¿No tienes miedo de caer? – preguntó una ronca voz detrás de mí.
Hizo que me sobresaltara y me diese el susto de mi vida. Literalmente, pensé que del sobresalto me caería. Cosa que hubiese deseado.
–¿No tienes otra cosa qué hacer que no sea molestar? – pregunté sin girarme y volviendo mi mirada a las calles madrileñas.
Me sorprendió que se sentase a mi lado, he de admitirlo. Pensé que se iría, pero no fue así. Un chico, moreno, tanto de ojos como de cabello, pero blanco como la leche, se sentó a mi lado. Aunque sus brazos y cuello estaban tintados de tatuajes a más no poder.
Su risa sarcástica hizo que dejara de mirarle. Tenía pinta de arrogante, de serlo mucho. Y lo ví cuando no dijo nada y comenzó a liarse un porro. Opté por hacer lo mismo, no enrolarme un porro claro, pero sí callar. Bebí de mi copa y suspiré.
–¿Qué haces aquí? – se atrevió a preguntar tras el largo silencio incómodo.
Ni siquiera yo lo sabía, así que costaría responder algo coherente al chico.
–No lo sé.
A ser sincera, no quería estar en ese antro de mala muerte al que me llevaron. No era de mala muerte, pero si masificado. Yo odiaba este tipo de sitios. Pero no quería perder a mis amigos de toda la vida. Mi vida en Manchester era totalmente opuesta a sus vidas en Madrid. Ellos salían día sí y día también. En cambio, mis días se alternaban entre la cafetería, la biblioteca de la facultad y sobre todo, mi habitación de la residencia.
–¿No lo sabes? – preguntó confuso.
–No, no lo sé. Debería irme – murmuré levantándome del fino bordillo.
En un intento de levantarme, casi tropiezo. Pero, como si de un príncipe azul se tratase, el chico de los tatuajes hizo que no tuviese una estrepitosa caída. Porque dar vergüenza era uno de mis puntos clave.
No dije nada, ni siquiera le agradecí que no hubiese caído. Solo sonreí sin mostrar los dientes y traté de marcharme de ahí. De la azotea y de ese antro. Total, mis amigos no se percataron de mi marcha. Acabé mi copa y dejé el vaso en el suelo. Era de plástico, así que al tirarlo no se rompió.
–Un placer conocerte, chica sin nombre – dijo él, fumando el porro que acababa de enrolarse.
–Athenea. Adiós.
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STORIES Vol.1 | Futbolistas
FanfictionHistorias cortas sobre futbolistas :) Aquí subo los especiales de Halloween, Navidad u otros eventos...