Sin o con Keyla

21 8 0
                                    

Después de aquella noche tan tediosa y extremadamente larga, volví a casa a la hora

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Después de aquella noche tan tediosa y extremadamente larga, volví a casa a la hora. Siempre era puntual y cumplía con mi palabra, aunque también se debía a que no quería quedarme mucho más tiempo en aquella fiesta. A partir de la una ya todos estaban completamente borrachos y cada vez los vómitos eran más frecuentes... Las lloreras también, y no pensaba soportar nada de eso: prefería volver a mi casa y meterme entre las sábanas con Sombra. No dudó en recibirme con maullidos y ronroneos, me esperaba para irse a dormir y yo no podía hacerlo sin él.

Nos tumbamos en la cama y dejamos que el cansancio se apoderara de nosotros. No tardé en dormirme y dejar que mi saliva manchase toda la almohada.

El despertador no me iba a levantar temprano, iba a poder dormir lo que quisiera, hasta que me aburriera de estar en la cama. Pero eso no sucedió.

—Cira, tu tía Keyla está aquí. —Unos golpes en la puerta me despertaron de repente, hice que Sombra se asustara y me maullara, quejándose—. Levántate y baja a saludarla.

Me pasé la mano por la cara y cerré mi boca que ahora se encontraba completamente seca: había dormido demasiado bien, mi cama se encontraba caliente y no quería salir de ella.

La puerta se abrió de par en par, como no, ella haciendo sus entradas brutales.

—¿Acaso tenías pensado quedarte hasta las tantas en la cama? —Keyla caminó hacia la ventana y subió la persiana.

El sol se coló en toda la habitación, alumbrando cada rincón y haciendo que mis ojos se llenaran de lágrimas.

Sombra le maulló y comenzó a ronronear, la adoraba, al igual que yo. Pero odiaba cuando aparecía de la nada.

La miré con un ojo abierto, era menos doloroso. Tenía su maravilloso pelo rubio recogido en una coleta perfecta, sus ojos verdes estaban tapados por las gafas de sol. Pero aun así podía ver el maquillaje que llevaba.

Vestía con un abrigo de piel, bueno, ella decía que era de piel, pero no era cierto. Quería demasiado a los animales para hacer algo así, pero adoraba como le quedaban esas ropas y no dudaba en buscar algo similar. Siempre iba de las mejores maneras y eso llamaba la atención a cualquiera.

Era guapa y desprendía un aire de seguridad, no hay nada mejor como sentirse segura con una misma. Pues ella rompía todo eso, sabía que era bonita y, por tanto, lo utilizaba a su favor. Conseguía siempre lo que quería, y eso le llevó a querer enseñarme lo mejor. Sin embargo, le había dicho miles de veces que teníamos gustos diferentes, pero no lo entendía. Era imposible rebatirle nada.

Se quitó el abrigo y de un movimiento de mano lo dejó perfectamente recto en la silla, se sacó las gafas y me miró. Sus ojos se iluminaron de la nada, me estaba leyendo el pensamiento, lo sabía.

—¿Qué chico? —Acarició a Sombra mientras me miraba—. ¿Lo conozco? ¿Va a tu instituto?

Me incorporé y me volví a pasar las manos por la cara, estaba recién levantada y lo último que quería era uno de sus interrogatorios. Aunque tampoco quería que me hiciera hablar, por tanto, solo me quedaba contárselo.

La leyenda de las Luar: Entre los mortales 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora