Entre mundos

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Me encontraba en el suelo, mis ojos estaban cerrados, yo los mantenía así por miedo

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Me encontraba en el suelo, mis ojos estaban cerrados, yo los mantenía así por miedo. No comprendía qué era lo que había sucedido, pero no era bueno. Levanté mi cabeza y contemplé aquel lugar... No podía ser cierto, aquello no era posible, aquel no era mi mundo, ni siquiera se asemejaba un poco a él.

Estaba en lo alto de lo que parecía ser un monumento de piedra, como un escenario que servía para que todas las personas pudieran verte bien, desde luego a mí me veían de maravilla. Estaban completamente hipnotizados por mi presencia, por mi repentina llegada. Yo me encontraba igual: no sabía qué había ocurrido, pero allí estaba, ante ellos. Fueron arrodillándose uno a uno, soltando todo lo que llevaban en sus manos para, literalmente, tirarse al suelo. ¿Me estaban alabando? ¿Me esperaban?

Mi mano notó un temblor en el suelo, luego fueron mis oídos los que escucharon lo que pareció ser un rugido infernal. Algo tapó el sol, una sombra gigantesca apareció de la nada. Me cubrí la cabeza con mis manos y me acurruqué lo que pude contra el suelo... No quería ser devorada por aquel dragón. Pero este pasó de largo, voló por encima de los ciudadanos mientras rugía de una manera feroz y violenta. Lo había visto en libros, sabía que eran terroríficos, pero no me imaginaba que tanto.

El color de su piel se trataba de un verde claro, como el color de las hojas en primavera, era brillante y bonito. Sus alas eran enormes, con escamas duras y uniformes que azotaban el aire para impulsarse. Su boca se abría para emitir aquel sonido, su mandíbula era descomunal, podía devorarme de un bocado si se lo proponía, pero no pareció que fuera a hacerlo. Sus cuatro patas, fuertes y seguras, se mantenían encogidas para poder volar, aunque eso no ocultó aquellas garras grandes y afiladas que poseía. Su cabeza lucía lo que parecían ser cuernos, cuernos recubiertos con la misma piel que su cuerpo.

Se giró y miró hacia mi dirección, sus ojos eran de color naranja con una mezcla de amarillo. ¿Me miraba a mí o simplemente observaba a mi alrededor y se había topado con mis ojos?

Un par de libélulas aparecieron de la nada y se pusieron a revolotear alrededor mío. Eran de todos los colores: blancas, amarillas, rojas... Jamás había visto algo así. Además, parecía que me estaban diciendo que me levantase del suelo, pero yo no me encontraba preparada para hacerlo, mi cuerpo seguía estando tenso y tenía miedo de que otro ser apareciera de repente.

La gente seguía arrodillada, no me miraban, no sabía qué hacer, qué decir o a dónde ir. Me levanté, con las piernas temblorosas y algo de miedo, pero lo hice.

Me fijé bien en aquel lugar, era todo muy distinto. No había edificios, coches... Parecía que me encontraba en la edad media... No podía haber retrocedido en el tiempo, eso no era posible. No tenía ese poder, lo había intentado miles de veces, pero nunca llegué a conseguirlo, dudaba mucho de que hubiera sido yo. Es más, no comprendía cómo seguía con vida. Me hirieron, yo...

Busqué la herida en mi cuerpo, pero no había nada, sin embargo, mis ropas sí que se encontraban manchadas de sangre. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué era lo que había hecho? ¿Dónde estaba Eamon?

La leyenda de las Luar: Entre los mortales 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora