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Wen Qing y su hermano, Wen Ning, eran los médicos a quienes muchos acudían, viajando desde el pueblo hasta su pequeño establecimiento, cuando estaban enfermos. Eso, junto a los ocasionales trabajos de limpieza que proporcionaba Wei Wuxian, siendo el único cultivador (además de los dos hermanos), eran su única fuente de ingresos. Vivían de forma más bien modesta, pero a ninguno parecía molestarle. Con sus propios pasados, la paz de la que gozaban ahora les sabía a gloria.

La beta salió con calma de su cabaña. Los gritos de ayuda de Wei Wuxian eran algo habitual y solían ser causados por cualquier estupidez que se le ocurriera al alfa. Por eso, cuando le observó cargando con un total extraño vestido de blanco (al estar con la cabeza baja, no puede ver su rostro), y un bebé, quedó estupefacta, cuestionándose a sí misma si lo que veía era real, o finalmente se había vuelto loca.

—¡Ayúdame, Wen Qing!

Eso pareció despertar a la chica, que corrió hasta él, buscando al bebé.

—¡¿Qué demonios Wei Wuxian?! — Cuestionó, desenredando al cachorro, que lloraba, agitando desesperadamente sus brazos, buscando a su padre.

—¡Los encontré en medio del río! ¡¿Qué debía hacer, dejar que se ahogaran?! — Acomodó mejor al extraño sobre su espalda.

—¡¿Por qué no usaste a Manzanita?! — El alfa miró al burro, que llegaba trotando tras él, mascando hierba, ajeno a todo.

—¡Lo olvidé! Wen Qing, ¡¿qué hago?!

—¡Mételo a la cabaña y ponlo sobre la camilla, estúpido!

Ambos corrieron hacia dentro de lo que la mujer usaba como consultorio, y dormitorio a la vez.

Wei Wuxian recostó al omega en la camilla, sin que le agradara para nada cómo su cuello se mecía para todos lados, como el de un ave muerta. Temblando, el alfa se deshizo de su propia ropa mojada, quedándose solamente con su ropa interior: una camisa de seda negra, y sus pantalones a juego. Miró al extraño.

—Wen Qing ¿Qué hago ahora? — juntó las manos frente a su boca y sopló vapor caliente.

—¡Desnúdalo! — Respondió sin mirarle, ocupada en poner al cachorro a salvo, aumentando su temperatura, y tomando su pulso.

Estaba frío, por supuesto, pero parecía más a salvo que su presunto padre. Tenía un buen peso, y buenos reflejos. Alrededor de seis o siete meses de edad, a lo mucho. A juzgar por el estado del omega, debían haber pasado muchas horas en el agua. Era un milagro siquiera que el hombre estuviese vivo. Sin duda, la determinación de proteger al cachorro de uno mismo era indubitable e inmensurable.

—¡¿Desnudarlo?! ¡¿Yo?! — El rostro de Wei Wuxian era un poema. Había aprendido a respetar, y desnudar a un extraño sin su consentimiento no parecía muy respetuoso.

—¡Sí, Wei Wuxian! — Wen Qing se volvió un segundo para perforarle con la mirada. —¿O prefieres que muera? ¡Desnúdalo lo más que puedas y llévalo junto a la chimenea! — Negó, devolviendo su atención al cachorro.

—¡Hermana, traje las hierbas que-! — Un ingenuo Wen Qing entró por la puerta, encontrando a su hermana inclinada sobre un cachorro que no paraba de llorar, y un Wei Wuxian, que con expresión compungida le desataba las túnicas a lo que parecía ser un omega a todas luces.

Se quedó ahí por unos segundos, solamente abriendo los ojos y decidiendo si quedarse y ayudar, o si estorbaba ahí. La respuesta le llegó en un instante.

—A-Ning, ¿sobró del ungüento especial que le vendimos a la señora Fa?

El muchacho pensó durante unos momentos, antes de sonreír abiertamente y asentir con ímpetu. Luego echó a correr hasta uno de los estantes, rebuscando hasta encontrar un pequeño frasco con un contenido almibarado, mismo que le tendió a su hermana. Wen Qing tomó un poco con los dedos y lo extendió por el pecho del cachorro.

The dark red roses - Xianwang.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora