Catorce.

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—¿Fuiste tú?

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—¿Fuiste tú?

—¿Qué cosa, señor?

—No te hagas el imbécil conmigo, Armando—Dimitri acarició el anillo en su dedo anular.

Una aura atemorizante lo rodeaba, aquellos ojos grises tan fríos como el hielo miraban con intenso odio al hombre sentado frente a él.

—Conseguí una estadística de las ganancias de este mes. Dos millones, faltan dos millones de los seis estimados para este mes.

Armando, el gerente de uno de los clubes del italiano, palideció.

—Las ganancias han ido cortas este mes.

—¿Cortas?—Dimitri repitió sarcásticamente, Franco, sentado en una silla a su lado, se removió con una intimidante sonrisa—conozco mi puto club, este ha sido uno de los mejores meses, tan solo con la fiesta organizada por el gobernador Dante, conseguimos dos millones en una noche. ¡En una puta noche! No me vengas con esa mierda, Armando—escupió con ira.

La sangre del multimillonario hervía, detestaba que intentaran verle la cara de idiota. Luciano, como siempre, en su posición militar, cerró la puerta del despacho y los orbes marrones de Armando casi se salen de lugar.

El coreano-italiano le dedicó una mirada indiferente y cuando Armando devolvió sus ojos al rubio con barba, sintió sus piernas temblar.

—Armando, has sido un estúpido—proclamó Franco—¿Robarle a los Salvatore? ¿En serio? No puedo creer que esa haya sido tu mejor idea—empezó a reírse de manera maníaca, divertido por la situación que se presentaba.

—Franco, no es lo que piensas—lo miró, sus ojos temblaban igual que todo su cuerpo—no es lo que piensan—fijó su mirada en ambos hermanos.

—Ay vamos—rodó los ojos—me aburres, esperaba que fueras valiente.

Había que hacer un paréntesis.

Franco era el hermano chistoso de manera sádica, cuando encontraba un traidor, esperaba verlo ser valiente hasta su final, porque si no, su muerte sería mucho peor de lo que se podría imaginar. Por otro lado, Dimitri podía ser un hombre respetable, un padre amoroso y atento, pero entre sus atributos no estaba la misericordia. No toleraba las traiciones, las detestaba más que a nada en el mundo.

Jamás perdonaría una traición por más pequeña que fuera. Al fin y al cabo, una traición es una traición. No importaba de donde provenga.

Ratto, el dinero me sobra, pero, nosotros somos una familia—señaló a los presentes, incluyéndose—y en la familia, no se perdonan a las ratas traicioneras—al finalizar se puso de pie, quitó las arrugas de su caro traje color beige y Franco le siguió. Inmediatamente Luciano le abrió la puerta.

—Espero que te diviertas—expuso Dimitri, de manera inmutable hacia su guardaespaldas.

Su expresión serena y calmada hacia contraste con la maníaca de su hermano.

Dulce mafia|| Charlie Hunnam||Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora