Treinta y cinco.

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El cielo estaba gris, el sol se encontraba cubierto por las nubes dando contraste con la escena que se desarrollaba

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El cielo estaba gris, el sol se encontraba cubierto por las nubes dando contraste con la escena que se desarrollaba. Luan sostenía su vientre con delicadeza, aún plano pero sabía que había un pequeño ser ahí mientras miraba como depositaban flores frente a ella.

Podía escuchar los sollozos de Jenny a su lado, podía ver las lágrimas que Samantha limpiaba discretamente intentando que nadie la viera. Al girar su cabeza y mirar a varios metros podía notar a Leonardo con lentes oscuros, tal vez ocultando lo rojo que estaban sus ojos por su tristeza, a su lado estaba Franco, con las manos juntas y la espalda recta mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla.

No la quitó, solo la dejó correr.

Podía sentir la mano de Dimitri acariciando su espalda con suma delicadeza mientras le susurraba palabras de amor y consuelo al oído. Pero no podía escuchar nada de lo que su prometido le decía. ¿Cómo habían llegado ahí?

¿No había sido hace una semana cuando lo conoció?

¿En qué momento había llegado a aquel cementerio para enterrar a su amigo que yacía en aquel ataúd?

Su cerebro estaba desconectado, solo reproducía todos sus momentos juntos, los que pudieron haber tenido y los que le hubiera gustado poder evitar. Como su muerte, su discusión, su desconfianza hacia él.

Sentía el ardor en su pecho y el nudo en la garganta, la cabeza mareada y los escalofríos recorriendo su cuerpo. Quería que alguien la despertara de aquel mal sueño que estaba teniendo.

¿Pero cómo hacerlo si era la cruda realidad?

Luciano no estaba.

Ya no estaba y nunca estaría más.

¿Qué pasaría ahora sin su compañero de conversaciones? 

¿Cómo podía seguir saliendo en un auto sin él a su lado?

Veía al Cura hablar, lo escuchaba decir que Luciano fue un hombre muy querido, una luz que Dios había plantado en la tierra y que ahora iba a brillar a su lado. Por un momento casi se ríe al recordar que Luciano a cada rato le decía que no tenía una religión específica. Que simplemente sabría que algún día moriría y ya.

Jamás pensó que sería tan pronto.

Y luego de unos minutos, finalmente había llegado el momento que daría por sentado que jamás en su vida iba a volver a verlo. A reírse con él, a charlar con él, a cantar con él.

Era momento de sepultarlo.

En ese instante sintió la mano de Dimitri apretar la suya y su otra mano sostenerla de la cadera, como si temiera que cayera en ese instante. Pero no sucedió. Su mirada marrón estaba triste y vacía. Vio el forcejeo de Franco, intentando que no lo sepultaran mientras gritaba, cosa que inútil porque tanto como Leonardo y Dimitri lo detuvieron de hacerlo.

Dulce mafia|| Charlie Hunnam||Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora