Tres.

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Después de una larga tarde de revisar la contabilidad de sus clubes, la administración de su empresa y de cazar ratas rusas, Dimitri solo quería paz

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Después de una larga tarde de revisar la contabilidad de sus clubes, la administración de su empresa y de cazar ratas rusas, Dimitri solo quería paz.

Mucha paz.

Cruzó por la puerta de su inmensa casa, demasiado grande para solo tres personas.

—¡Ya basta Emilio!—escuchó los gritos enojados de Derek desde la sala, cerró los ojos masajeándose el sien.

¿Era tanto pedir llegar a su casa y por una sola vez no escuchar a sus hijos gritarse entre sí?

—¡Stolto!—volvió a gritar el niño, Dimitri sin siquiera observar a su hijo podía darse la idea de que tenía el ceño fruncido y las mejillas rojas de la ira.

—Suficiente—ordenó entrando a la sala, en compañía de Luciano, ambos niños dejaron de gritar al observar la mirada fría de su progenitor—. ¿Por qué discuten ahora?

—Derek dice que no volveré a ver a Luan, yo la volveré a ver, ¿Verdad que sí?—Emilio dijo y tomó de sorpresa a su padre.

Luan.

Otra vez ese nombre.

Ese era el único tema de conversación de su hijo desde hace cinco días ocurrida la gala.

Emilio lo único que hacía era preguntar por la chica y Dimitri evitaba el tema de conversación ahogado en cosas más importantes.

—Ya dije que no la volverás a ver—el hijo mayor rodó los ojos, hastiado de su hermano pequeño.

Dimitri sacó un cigarro en busca de liberar su estrés, ya tenía suficientes problemas con los rusos y ahora le sumaban un problema de rizos salvajes. Desechó el humo dándole una mirada a su hijo menor, buscando la manera de decirle por décima vez que no vería a la mujer nuevamente.

—Te has encaprichado con aquella chica—soltó aturdido, no entendía como demonios en una sola noche aquella chica se le había metido por los poros a su hijo menor.

Pero, no podía juzgarlo. Él también había pensando en ella.

No, había fantaseado con ella.

—Yo solo quiero volver a verla—susurró el niño apenado.

El hombre se sentó en el gran sillón con las piernas abiertas recostando su cabeza de este, en busca de una solución.

Si seguían así, la próxima vez que llegara a casa encontraría a su hijo menor dándole golpes al mayor.

—No hay manera en la que la vuelvas a ver—declaró su padre, dándole otra calada al cigarro, con la mirada fija en el techo.

Luciano veía todo el espectáculo en silencio desde un pequeño rincón.

—¡No es justo!—chilló el niño, chocando el pie contra el piso—solo pido volver a verla.

Basta, Emilio—sentenció Dimitri mirándolo con advertencia, el niño bajó la cabeza por el tono de voz dirigido a su pequeño cuerpo—haz estado tratando muy mal a tu hermano por este maldito asunto, y me has alzado la voz para el colmo, si quieres respeto das respeto. La familia se respeta. ¿Entiendes eso?

Dulce mafia|| Charlie Hunnam||Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora