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Alfonso agarró las llaves y el portafolios y se dirigió a la puerta. Pero antes de abrir, alguien llamó. Era Todd.

—Menos mal que te he pillado en casa —dijo su jefe—. El coche está dándome la lata otra vez. ¿Podrías llevarme a la oficina? El mecánico va a venir a recogerlo luego y me dejará uno prestado mientras me arregla el mío.

—No hay problema —contestó Alfonso —. Ya salía.

—Estupendo. No he visto el coche de Anahí, ¿se ha ido ya al trabajo?

—Se ha marchado. Hemos roto.

Todd arqueó las cejas.

—No lo sabía. Creía que os estaba yendo bien.

Alfonso abrió el coche con el control remoto y luego, tiró su portafolios en el asiento trasero.

—Está bien, no voy a preguntar qué ha pasado —dijo Todd acomodándose en el asiento contiguo al del conductor—. Yo mismo no hago más que evitar a las mujeres últimamente. Ruth ha estado dándome la lata y, al final, no me ha quedado más remedio que acceder a conocer a Marina. ¿En qué estaría pensando yo?

Alfonso no contestó y no quería hablar de Marina. Le recordaba a Anahí y pensar en Anahí le hacía sufrir lo imposible.

Anahí lo había cambiado, pensó Alfonso. El silencio y la soledad siempre habían sido su refugio, pero ahora no lo soportaba. Sentía frío y vacío a su alrededor.

—¿Qué le pasa al coche? —preguntó Alfonso a modo de distracción. Estaba dispuesto a hablar de cualquier cosa menos de las hermanas Puente.

—No lo sé. Lo único que sé es que el motor no se pone en marcha. Es raro, ya que sólo tiene unos meses.

—¿No hace ningún ruido cuando le das a la llave? —preguntó Alfonso.

—Sí, hace ruido. Un par de veces se ha puesto en marcha y luego ha parado.

—No has enfadado a nadie últimamente, ¿verdad?

Todd lo miró fijamente.

—¿Crees que alguien le ha hecho algo a mi coche?

—No lo sé. ¿Tienes el número del mecánico aquí? —preguntó Alfonso.

—Sí.

—Llámalo y dile que no se moleste en venir, que tú mismo lo llevarás al taller luego. Voy a llamar a un tipo que conozco para que venga a echarle un ojo primero. Por si acaso.

Todd lanzó una maldición.

—No me gusta lo que estás diciendo.

De repente, un coche grande y a mucha velocidad los embistió desde un lateral, obligándolos a meterse rápidamente en otro carril de gran tráfico.

El coche de Alfonso patinó, pero él mantuvo el control. A pesar de haber evitado el accidente, buscó al atacante con la mirada mientras se sacaba la pistola de la cartuchera.

Lo vio. Era un coche plateado de importación. Volvía a dirigirse hacia ellos. El sol le daba de cara y no podía ver al conductor.

—Agárrate bien —le dijo Alfonso a Todd antes de pisar el freno con brusquedad.

El coche plateado los adelantó como un rayo. Alfonso apuntó con la pistola, pero no apretó el gatillo. Sintió algo, quizá intuición, que lo informó de que Anahí no podía matarlo a él ni a nadie.

Lanzó un juramento, apuntó con la pistola otra vez y, de repente, vio al coche estrellarse contra un poste.

Alfonso detuvo el coche en la cuneta y llamó a la policía. Ya había salido de su coche y se estaba acercando al accidentado cuando la operadora contestó la llamada. Dio la dirección del accidente y describió lo ocurrido mientras se preguntaba qué otras cosas había cambiado Anahí en él y cómo iba a volver a ser el que era antes de conocerla.

Placer InsospechadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora