Capítulo 8

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Bueno, esto era raro. Freen me miraba realmente diferente y eso me hacía poner nerviosa. La parte baja de su espalda estaba apoyada en el borde del escritorio y sus brazos estaban cruzados sobre su pecho. Caminé lento sin quitar la mirada de sus ojos hasta el sillón más cercano. Los mareos habían seguido todo el fin de semana y lo último que quería hacer, era preocupar más a Irin.

La cual había entrado para contarle todo a Freen diez minutos antes. Quizá ese era el motivo de su mirada, me miraba como si fuera alguien extraño e indefenso y eso no me gustaba para nada.

—¿Tengo algo en la cara? —preguntó llamándole la atención. Ella niega con la cabeza moviendo su cabello de un lado a otro.

Y siento que no puedo respirar. Es increíble que sea realmente sexy aún cuando ella no es consciente. Digo, cuando lame sus labios cada vez que deja de hablar, y también como los muerde cuando... cuando esta... bueno, no sé porque los muerde, pero es un gesto caliente. Y como despeina su cabello y este queda exactamente igual. O cuando sus ojos pestañean lentamente cuando te miran y se siente como si pudiera llegar más allá de tu alma. Cuando sonríe y puedes sentir que todo lo que te hace mal se va mejor. O cuando...

—¿Tengo algo en la cara? —pregunta ella, repitiendo mis palabras. Salgo de mi pequeño trance y me doy cuenta de que me había quedado mirándole como estúpida.

Ahora es mi momento de negar y los cabellos llegan a mi cara y los debo sacar rápidamente de allí. Y esto fue así como un intento fallido de ser sensual.

—No, solo, quise intimidarte como lo estás haciendo tu conmigo —respondí divertida. Ella río sentándose frente a mí en su sillón habitual.

—Lo lamento, solo quería saber si tenías también problemas con la mirada de los chicas.

—Tu mirada no me hace nada —miento, claro que lo hacía. Me ponía nerviosa solamente cuando ella me miraba, pero no podía decírselo. Ni siquiera hacerlo obvio.

Era consciente de que a veces solo mi mirada podía delatarme, era una chica bastante expresiva y ese era uno de mis más grandes problemas.
—Auch, estaba segura de que solo mi mirada hace que las chicas me deseen —bromeo, aunque no lo tome con una broma, era difícil no sentirse atraída por ella. Realmente difícil.
—Pues ya ves que no. Conmigo no funciona.
—Tendremos que cambiar eso —murmuró algo que no pude descifrar. Pero no quise preguntarle que había sido, así que solamente me senté más cómoda esperando que la sesión comenzara.— Bueno, ¿es mejor que comencemos, ¿no?
—Solo si quieres.
—Claro que quiero, venga, levántate —me ordenó y la miré confusa bajando mis piernas del sillón y quedando parada frente a ella, exactamente unos diez centímetros bajo sus ojos y solo a cinco de poder tocar sus labios.

Deja de pensar estupideces, Becky. Me ordenó en voz baja. Ella se mueve graciosamente frente a mí, mirando cada milímetro de mi cara y ojos. Tengo ganas de reír, pero antes de que el sonido saliera de mi boca, ella hace un gesto con su dedo de que mantenga silencio.
—¿Qué haces? —susurró con la voz ahogada, sus labios pasaban cada vez más cerca de los míos, tanto, que podía sentir su respiración chocando con ellos de una manera agresiva.
—Shhh, no hables, y haz lo mismo que yo, mírame.
—Lo estoy haciendo —le informó, ella sonríe sin mostrar los dientes aun mirándome fijamente.
—Hazlo como si buscarás el más mínimo detalle en mi cara —dice y lo hago.

Puedo ver pequeños lunares esparcidos por su cara. Y estos que se ven mucho más apetitosos desde esta distancia, suspiró cuando me veo realmente desesperada por inclinarme hacia ella y besarla, pero mi cordura vuelve a mí y sigo con mi tarea. Buscando los pequeños detalles de Freen en su cara.

—Ahora, levanta tu mano y acércala a mi cara, me acariciaras suavemente —susurra tomando mi mano y colocándola en su fría mejilla.

Trago duro trazando pequeñas líneas sobre su piel. Es tan suave y delicada. Y me preguntó cómo se sentirán sus labios. Pero sé que no debo hacerlo, ella solo quería que yo acariciara su cara.
—Toca todo lo que quieras —murmura y quiero gritar fuertemente de que él no dijo aquello.
Sé que si toco sus labios con mis dedos estaré perdida y querré besarla y eso es algo que no debe pasar en absoluto. Pero mis dedos actúan como si tuvieran vida propia y sus labios, fueron su primer objetivo.

El pequeño gemido que se escapó de sus labios al momento en que mis dedos tuvieron contacto con éste, me hizo perder el control inmediatamente.

¿Cómo podría controlarme sabiendo el inmenso poder que ambas teníamos sobre cada una? Era imposible. Así que seguí moviendo mis manos sobre toda la longitud de su cara. Ansiaba con todas mis ganas que ella hiciera lo mismo, pero no había ningún movimiento por parte de ella que me dijera que ambas disfrutaríamos.
—Tócame —susurré incapaz de detener aquella simple palabra por más tiempo en mi boca. Ella negó, cerrando los ojos al mismo tiempo en que mis dedos acariciaban una vez más sus labios.
—Todo a su tiempo, bonita, todo a su tiempo —murmuró con la voz ahogada.

Estaba realmente desconectada del mundo entero, por mi mente solo pasaban aquellos pequeños detalles en su cara que lo hacían aún más perfecta. Sonreí pensando una vez más en todo ella y me sonrojé al momento en que sus manos se instalaron en mi cintura.
—Quédate allí, no muevas tus manos —pedí, no sintiéndome segura si ella continuaba. Debía acostumbrarme primero al tacto de sus manos y a la calidez e inmenso placer que estás me transmitían.
—Dime cuando estés lista —susurro y asentí copiándole. Cerré los ojos y comencé a mecerme suavemente de un lado a otro deteniendo mis manos en sus mejillas.

Todo esto se sentía tan bien. El silencio. La tranquilidad. Su tacto sin una gota de deseo. Sin una gota de querer algo más de mí. Solo disfrutar de mi bienestar y ayudarme a sentir mejor conmigo misma.
Una de sus manos se movió de arriba hacia abajo en mi cintura, casi imperceptible para los demás, pero claramente para mí. Aguante la respiración y me seguí meciendo para que ella no sintiera mi pequeño miedo. Desde que había sabido la verdad, tenía siempre en mi cabeza el abuso y cualquier tacto me daba miedo, aunque fuera el más mínimo.
—¿Estás bien?
—Si —contesté en un susurro apenas audible.— Puedes seguir moviéndote.
Como si le hubieras dicho a un niña que podía sacar una galleta recién horneada. Freen se movió rápida cuando le di el pase. Aunque no tan rápida como para asustarme. Mis palabras le dieron confianza para que sus manos pudieran acariciar más longitud de mi cuerpo. Ahora no solo era mi cintura, si no también mi espalda.

Cuando sus manos pasaron por esta en un solo toque, un escalofrío de exitación me recorrió todo el cuerpo y un gemido involuntario se escapo de mi boca, deteniéndolo.

Abrí mis ojos asustada para verle. Tenía miedo de que eso haya parado cualquier cosa que ella tenía planeado. Que se haya arrepentido de tocarme ella misma. Porque ese era el toque más placentero de toda mi existencia. Y temía el momento en que se pudiera acabar.
Pero sus ojos seguían cerrados y su boca estaba ligeramente abierta.
—¿Por qué dejaste de acariciar mi cara? —pregunto susurrando.
—Creí que había hecho algo mal.
—No has hecho nada mal, preciosa —sonreí ruborizándome al escuchar aquel cumplido salir de sus labios. Si mal no recordaba, era la primera vez que hacía algo así.
Nunca antes me había gustado que los mujeres me llamaran por algo que no era mi nombre. Pero al salir de la boca de Freen, parecía música para mis oídos. Y me gustaba más que nada en el mundo.
—Sigue —pidió y subí mis manos otra vez, pero no a su cara, si no a su cuello.


Mis manos se movían involuntariamente. No me obedecían. O quizá sí, pero a mi lado maligno, a aquella chica que no le temía a nada. Y quería que desapareciera ya.
No aguantaría equivocarme y hacer algo mal solo por mi atrevimiento. Esto no era un club. Freen no era una chica desconocida. Y ella no me deseaba como yo lo hacía.

***

Diez minutos después, seguíamos en la misma posición, con nuestras manos tal y como estaban anteriormente. Nuestros ojos cerrados y yo con la desesperada necesidad de inclinarme y probar una vez sus labios.

¿Qué sucedería si yo tenía aquel atrevimiento? Las cosas cambiarían radicalmente y no sé si tendría a la otra semana el valor para mirarla a los ojos una vez más. O si quiera presentarme delante de ella como si nada hubiera sucedido.

Pero recordé las palabras que una vez mi madre me dijo: "Si vas a hacer algo mal, hazlo bien. Y no pienses, actúa." Así que inhale fuertemente y abrí los ojos para verla mirándome intensamente, como si estuviera debatiendo si hacer o no alguna cosa. Al igual que yo.


No sé cuánto tiempo más estuvimos allí, traspasándonos cosas indescifrables con la mirada. Pero al fin me decidí. Así que me incline sin siquiera mirarla y toque sus labios con los míos.
Luego no tendría el valor para mirarla. Pero si lo tendría para recordarlo después y no culparme de no hacerlo.

Al menos tenía el orgullo de decir: Lo hice. Bese a la sexy y ardiente sexóloga y era una de las mejores sensaciones del mundo entero.
Luego habría tiempo de arrepentirse, ahora solo debía disfrutar. Al menos lo que el momento durará.

Virgen a los 25Donde viven las historias. Descúbrelo ahora