Capítulo 4

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Estaba haciendo el ridículo. Rápido limpie las lágrimas de mis mejillas y meciendo la cabeza de un lado a otro y sonriendo lo más falso que pude, lo miré.

—¿Quién es Karl, Becky? —preguntó nuevamente ahora esperando una respuesta, suspire agachando la cabeza, no quería responder, a algo que ni siquiera yo sabía.
—No lo sé —musité, mi voz salió ahogada. Ella suspiro apartando su mano de la mía, cansada de la *beep* respuesta que le daba a cada rato.
—Te pusiste como loca recién y gritabas su nombre a cada rato ¿quién es él?
—Él me tocaba, le pegaba a mi madre, pero no se quien mierda es.

Para cuando Freen iba a responder, su secretaria, entro a la oficina avisándole que una paciente la esperaba desde hace rato, afuera. Sequé bien las lágrimas de mis mejillas y viéndome en el pequeño espejo de mi cartera, retoque el maquillaje escondiendo cualquier rastro de lágrimas de mi cara.
—Nos vemos nuevamente el lunes, Becky, necesito que, aunque sea doloroso, recuerdes quien es Karl —asentí silenciosamente tomando el pomo de la puerta y encontrándome con la sonrisa de Irin tras ésta.

Ella se mantuvo silenciosa todo el camino, ofreció pasar a tomar un café. Había tomado la tan ansiada siesta y quería seguir haciéndolo, pero con sueño, no podía seguir conduciendo.
—¿Qué sucedió, en la consulta? —negué jugando con la etiqueta del vaso, ella suspiro tomándome de la mano.
—Tengo una fobia llamada Afenfosfobia.
—¿Eso que significa? —pregunto tomando un largo sorbo de café.
—Miedo a ser tocada. Freen cree que fui violada.

La cara de Irin se transformó, el café salió disparado de su boca, cayendo como pequeñas gotas en la mesa blanca. Sus ojos demostraron miedo y puedo suponer que dejo de respirar por un segundo.
—¿Recordaste alguna cosa? —pregunto con temor, un notable temor. Negue con la cabeza confundida, ella sabía algo que yo no— ¿nada?
—No, nada, solo... que alguien me tocaba, pero no sé quién, solo recordé su nombre.
—¿Qué nombre?
—Karl —dije segura, la escuché suspirar fuertemente mientras se pasaba una mano por el cabello quitándolo de su cara.
—¿Segura que no recordaste nada más?
—No, Irin, nada más ¿hay algo que debes decirme?
—No —respondió rápido— ¿qué tal si ya nos vamos? Creo que ya puedo conducir.

En menos de diez segundo, Irin se encontraba lista para salir del establecimiento de café. La seguí a paso lento. Mirando de vez en cuando sus reacciones. Suspiraba nerviosa, apretaba fuertemente el manubrio y pude ver sudor en su frente.
—Irin —la llame, ella jadeo, echándome una rápida mirada— ¿estás bien?
—Si, bueno, tengo dolor de estómago, creo que vodka y café no hacen una buena combinación —respondió con su voz de "no, nada está bien".

Decidí ignorar su tono, cerrando los ojos y pasando esas ráfagas de recuerdos que me hacían estremecer. Al llegar, se estaciono en frente despidiéndose de mí tan rápido que me extraño, gritándome que me llamaría luego.


Como no tenía nada mejor que hacer, abría el libro "Sexo para dummies" en la sección de "Como tener relaciones para procrear". Bajando el libro a mis piernas, respiré recostando mi cabeza en la cabecera del sillón, preguntándome a mí misma, si alguna vez podría tener hijos, o simplemente, perder la virginidad antes de pasar a otra etapa, aunque, a este paso, era un enigma.

—¿Recuerdas a John, el psicólogo de tu madre?
—Algo, ¿por qué? ¿pasa algo con Katherine? —pregunte asustada, hace tiempo no sabía nada de mi madre y lo que menos esperaba, era una mala noticia.
—No, solo, me gustaría que lo fuéramos a visitar.
—Irin —reproche— ¿Para qué? ¿No te basta que visite a ua sexóloga, si no ahora a un psicólogo?
—No es por el asunto de tu virginidad, es por el asunto de tu fobia a ser tocada, también, me gustaría que pasáramos a ver a tu madre.
—¿Para...
—Simplemente, quiero que vayamos, necesitas hablar con ellos, la cita esta para el martes, a las cinco.
—Irin, estoy cansada con el asunto de la Doctora Freen y su terapía, como para ir ahora con un doctor para locos —musité, ella suspiró.
—No es un doctor para locos, es un psicólogo, esté sí, común y corriente.
—No iré, así que deja de insistir, con la sexóloga basta y sobra, ahora, vamos a algún lugar que no tenga que ver con mujeres folladoras —ella río suavemente, resignándose a discutir lo del psicólogo conmigo.

Poniendo el auto en marcha, conducimos hacia lo que más le gustaba, las compras.
Ropa, ropa y más ropa, además de unos cuantos zapatos y carteras. Las bolsas no caían en el maletero, por lo que algunas, tuvieron que guardarse en los asientos traseros, De veinte bolsas, solo tres eran mías. Comprar no me gustaba, menos no teniendo con que darme el gusto.
—Ya entiendo por qué las cosas van mal con Tee, te gastas todo su dinero —bromee, ella río suavemente con un toque de tristeza— chiste malo ¿no? ¿Qué sucede?
—No llegó a dormir anoche. Creo que tiene otra mujer, he sentido perfume de mujer en su ropa.
—¿Te afecta?
—No como creí que lo haría, pienso que realmente las cosas están cambiando entre nosotras y el amor que alguna vez sentimos, se estaba apagando de a poco.

Suspire acariciando su brazo, jamás había tenido una novia de más de una semana, no podía darle consejos sobre lo que estaba sucediendo en su relación ahora. Así que solo decidí ayudarla con mi silencio.

El lunes, a las diez, Freen estaba sentada tras su escritorio, con una sonrisa y las manos en su pecho, cruzadas, por debajo de la mesa pude ver una pierna sobre la otra y tuve que respirar profundamente para no desmayarme.

Esa mujer era caliente.
—¿Estas mejor? —pregunto luego de saludarme con una ligera inclinación de cabeza.
—Si, no sé qué ocurrió el otro día.
—¿Recordaste alguna cosa?
—Nada, intenté no pensar en quien era Karl todo el fin de semana —respondí sentándome frente a ella.

Sacando una carpeta de uno de los cajones del escritorio, me miro, abriéndola, sacando un grueso sobre de ella.
—¿Qué es eso?
—Aunque no lo creas, llevando tan pocos días de consulta contigo, las ideas se me han acabado y no sé cómo ayudarte, así que, empezaremos con una terapía de ayuda a tu fobia.
—¿Que hay con el sobre?
—Elegirás a mi ayudante —respondió con una sonrisa, esparciendo diez fotos por todo el escritorio.

Diez, guapas, sexys y calientes chicss, de los cuales solo debía elegir a una.

Analice una a una las fotos que estaban frente a mí. Joder, me mordí el labio fuertemente al ver las fotos. Esta definitivamente, era una de las cosas más difíciles que me ha tocado hacer. Quite mi vista de la segunda foto y la dirigi a la sexta. Eran jodidamente parecidas y las más sexys de las diez. Teniendo una pizca de Freen.
—La segunda y la quinta son...
—Mis hermanas —contesto sonriendo e interrumpiéndome. Lamí mi labio inferior mirándolo— Una es el mayor, de treinta, yo soy la de veintisiete y la otra de veintitrés.

Inmediatamente descarté a la quinta y me quedé con la segunda, aunque solo eran unos años de diferencia, no quería ser una pervertida, además del caso de que siendo menor que yo, sabía mucho sobre actividad sexual.

—Entonces ella—toque la foto, apartándola de todas y pasandósela.
—Su nombre es Engfa... ¿ni siquiera preguntarás de qué tratará el procedimiento? —pregunto y yo jadeé sorprendida.
—hum, si —contesté y ella río roncamente guardando las fotos, dejando solo la de la elegida
—Ellas son, algo así como gigolette
—¿Prostitutas? —pregunté confundida.
—Algo así.
—¿Y para que querría yo una prostituta? No pienses siquiera que perderé mi castidad con una. Quiero una mujer que sepa pero que no haya sido tocada por mil mujeres, ni que tengo alguna enfermedad de transmisión sexual.

—No tienen ninguna enfermedad —dijo seria— y no, no he pensado que perderás tu virginidad con ella, simplemente, te dará unas pequeñas clases de cómo actuar en la cama.
—¿Cómo actuar en la cama?
—Si, como sacar la ropa a una mujer y como puede sacártela ella ti sin tener contacto directo, ya sabes, para que no te asustes.
—¿Es eso posible?
—Si para ella —Freen sonrió— Trabaja en un club muy conocido de la ciudad, quizá alguna vez hayas ido.

—¿Cuál? —preguntó interesada y algo ofendida.
—Bowery Ballroom en la 6 Delancey Street —abro mi boca y un sonido sale de ella, reconociendo el lugar. Una vez había ido con Irin, pero no tenía idea que prostitutas trabajaban allí.
—Lo conozco, he ido un par de veces.
—Y por si te preguntas, Engfa no trabaja allí, solo nos juntaremos y analizaremos tu comportamiento, pero no será con una desconocida, será con ella.
—Si es una desconocida para mi —murmuró.
—Al menos cuando se te haya acercado, tienes a tu favor el haberlo visto ya por una foto.

Tiene razón, así que sigo mirando la foto interesada. La chica era guapa y muy, muy bonita. ¿Cómo es que puede desperdiciar aquello siendo una prostituta? Eso es algo que nunca podré comprender.

La hora de terapía ya ha terminado y hemos quedado de juntarnos el día viernes a las nueve en aquel lugar. Irin decidió acompañarme apenas le dije. La foto la había guardado conmigo, al menos, nos conoceríamos desde antes, aunque la única que hablara en nuestra relación.
Algo realmente penoso.

Virgen a los 25Donde viven las historias. Descúbrelo ahora