Capítulo 16

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Escuchen el capitulo con la cancion Chris Brown - Under The Influence 

Bueno, cuando intenté levantarme para salir corriendo, mi cuerpo se paralizó como el de Freen. No podía. Ya estaba allí. Era hora. No podía seguir huyendo como una cobarde.
—¿Tú...? —manteniendo la "u" entre sus labios, se movió solo un centímetro para quedar frente a mí y aun observarme sorprendido continuo—. ¿Quieres atarme? —pregunto tartamudeando, como si las palabras no pudieran salir de su boca, como si su cerebro aun no las pudiera comprender.

Me encogí de hombros nerviosa.
—Solo... fue una idea —suspiré y me incliné—. No estoy diciendo que tengamos que hacerlo. Si no, creí que podría funcionar. Digo, cuando tú me tocas yo me asusto y si no lo hicieras quizá podríamos pasar a la siguiente parte —mi voz salió temblorosa y ella sonrió después de unos momentos.
—Creo que podría funcionar —murmuro, tomando las esposas de plata—. Aunque, sería una primera vez para mí. Estaríamos igual, ¿no? —pregunto divertida. Sonreí ruborizándome.

La respiración abandono mi cuerpo una vez más. Dios mío. ¡Ella había aceptado! No puedo creerlo, no creía que fuera tan fácil, pensé que habría una pequeña posibilidad de que ella dijera que no. Pero... no fue así, ella acepto, no explícitamente, pero de una forma sí. Dios.
—¿Cuándo quieres que lo hagamos? —pregunto murmurando de una manera tan sexy que los huesos de todo mi cuerpo temblaron.

Abrí la boca y nada salió de ella. Ahora. Esa era la respuesta y creí que ella lo sabía.
—¿Cuándo quieres tú que lo hagamos? —pregunté, incapaz de decir una mísera palabra. Ahora.
—Em, yo... —touche, incómoda pregunta. Sonreí debido a mi pensamiento, pero borre la sonrisa al momento de ver como su mano desordenaba despreocupadamente su cabello.
—Podemos hacerlo ahora —murmuré, aquella frase escapándose de mi boca antes de que me diera cuenta. Sus labios eran distractores.
—¿Ahora? —alzó una ceja. No sigas mirándome de esa manera. Trague saliva, fuerte y duro y mis dedos jugaron entre sí.

No me había sentido tan incómoda y nerviosa desde séptimo grado cuando una chica estaba a punto de darme mi primer beso. Ella me gustaba, no tanto como Freen lo hace, pero era mi primer amor y estaba a segundos de dar uno de los más importantes pasos en mi vida, al igual que ahora. Los escenarios eran iguales y diferentes a la misma vez.
—Solo si tú quieres —musité y alcé los hombros con indiferencia, como si no me importará. Aunque no creo que la indiferencia sea mi mejor fuerte, porque al parecer, para ella fue todo lo contrario.
—Claro que sí. Claro que quiero —su seguridad me sorprendió, ella se levantó, tomando el bolso marrón de mis piernas y con su mano vacía, la mía.

Sus dedos se entrelazaron con los míos y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Reconocí el camino perfectamente. Estábamos en el pasillo que daba a su habitación.

El aire me falto y sentí que me desmayaría en cualquier momento. No podría hacer esto, no podría, simplemente... no estaba segura. Oh no, me estaba arrepintiendo. Me estaba arrepintiendo. Yo no era sensual, no sabría qué hacer. Entraría en pánico y ahora sí que le haría daño, un daño mayor al que le hice en su nariz.
—¿Estás bien? —susurro, estaba frente a mí, a centímetros de mi cara.

¿Cuándo habíamos parado de caminar? ¿Cuándo había soltado mi mano? ¿En qué momento se había puesto delante de mí?
—Yo... —miré la cama, cubierta por una manta color carmín. Luego los abarrotes de madera y las manos de Freen amarradas a ella con las esposas. Su abdomen desnudo y marcado con una fina capa de sudor sobre ella.

Me relamí los labios y mi vista se oscureció. Dios. Eso era algo que no podía rechazar.
—Estoy bien —le sonreí y acaricié sus brazos. Ella tembló bajo mi tacto y se inclinó para darme un suave y casto beso en mis labios.
—Entonces, andando —poniéndose una vez más a mi lado, descaradamente golpeo mi culo. Salté avanzando y girándome enseguida, completamente ruborizada—. Lo lamento. Fue un impulso.

Oh valla, otra primera vez, la Doctora Freen se ha ruborizado. Sonreí sin hacer ningún comentario y caminé hacia la cama. Al tocar la suave manta sentí un leve calor en mi cuerpo y me giré hacia ella lentamente. Aún se encontraba inclinada sobre el marco de la puerta, mirándome intensamente. Un escalofrío me recorrió la espalda y mi mano dejo la manta.
—Esto es algo ridículo, quizás. Pero, me gustaría hacerlo —murmuré. Ella dejo de apoyarse en el marco de la puerta y camino hacia mí.
—¿Qué cosa?
—Siéntate —ordené con voz temblorosa. Ella lo hizo. El colchón hundiéndose bajo sus manos. Le sonreí nerviosa y tomé el bolso, llevándolo lejos de ella.

Saque mi iPad Pro y mi mano tembló. Irin había propuesto que primero, para entrar en confianza, le mostrará mis pocos dotes como bailarina.
—Espero que te guste under the influence —murmuré, girando mi cuello para mirarlo. Ella rio y se lanzó a la cama, sus brazos se cruzaron tras su cabeza.
—Si es lento, sí.
—Es tu día de suerte —dije, mirando la pantalla. Por suerte, Irin había hecho una recolección de las mejores canciones lentas de sus momentos privados con Tee. Esas siempre le servían—. Recuéstate —le ordene, sin girarme, dejando el iPad Pro en la mesa, a un lado del televisor. Una lenta canción sonaba de fondo, perfecta para el momento.

Cuando me giré para mirarla, ella estaba recostada a lo largo de la cama, su cabeza inclinada hacia adelante y apoyada sobre una almohada blanca.
—Usa las esposas, ven, átame —pidió, su voz roncamente. Caminé hacia ella con paso lento y tratando de hacerlo sensual.

Saqué las esposas del bolso y mis manos comenzaron a temblar. Inclinándome sobre ella, tome una de sus manos y la guíe hasta el abarrote, antes de cerrar las esposas, me detuve.
—¿Tienes las llaves? —pregunté para asegurarme. Ella rio, y asintió, señalando la mesa de noche.
—En el primer cajón, no te preocupes, además, allí hay otras, para la mano izquierda —asentí y cerré las esposas alrededor de su muñeca.

Giré hacia a mesa de noche y deslice el primer cajón, encontrándome con unas nuevas esposas de plata y a su lado, dos llaves pequeñas.
—Quédate quieta —pedí, cuando su mano libre volvió a golpear mi trasero, ella rio y me incliné una vez más sobre ella, de modo que mis pechos quedaron a centímetros de su cara.
—Una bonita vista —silbo y me ruborice. Ignorándola, tome la otra esposa de un extremo y la pase por encima de ella, rozando su nariz y golpeándola—. Auch —se quejó.

Retrocedí de inmediato y la miré, mordiéndome el labio inferior.
Habíamos comenzado mal, no quería saber cómo terminaría.

Comprobé que las esposas estuvieran firmes alrededor de los abarrotes y que no estuvieran tan apretadas en sus muñecas, pero al parecer, las esposas tenían la tarea de no apretar demasiado, tenía casi un centímetro de espacio, así que, si Freen quería sacarlas, solo debía encoger su mano y deslizarla por la abertura.
—Creo que deberé usar las ligas. En cualquier momento podrías sacar tus manos —le dije y ella sonrió, deslizando las manos, sus manos toparon con el metal, comprobando que salir de ellas no era fácil.
—No se puede, estaré bastante excitada como para pensar. Así que no te preocupes —ella se inclinó y me besó cortamente, para volver a recostarse sobre la almohada.

Sonreí apartándome de ella. Si seguía besándome así, me distraería y no podría hacer nada. La canción cambió, un pequeño contoneo de caderas ordeno mi cerebro sin darme cuenta y pude notar como la lengua de ella se deslizaba entre sus labios mojando estos, haciéndolos verse deseosos. Aún más de lo que era posible.
—Tranquila, no hagas nada —le ordené roncamente. Ella asintió mirándome fijamente, su mirada oscura como la noche.

Mi mano derecha se dirigió a mi camisa y sacó el primer botón del ojal, dejando a la vista una pequeña parte de la piel de mi pecho. Ella gimió y las esposas chocaron contra los abarrotes de madera.
—Tranquila —advertí, mi voz en un susurro.

Mis caderas se contonearon una vez más y mi cabello se movió al compás de la música. La sensual voz del cantante me llenó y cerré los ojos. Mis manos desabotonaron ágilmente los botones de mi camisa y sentí la suave brisa rozar mi abdomen.

Ella gimió y repetí su actuar. Tocándome a mí misma. Deslizando mis manos sobre mis pechos cubiertos sobre la suave tela del corpiño.
—Tócate, disfrútalo, sedúcela. Muévete, siente la música en ti —dijo Irin—. Sé tú misma, deja que tu cuerpo hable por ti.

Virgen a los 25Donde viven las historias. Descúbrelo ahora