capítulo 4#

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Está mujer, es hermosa, ignorando el hecho de que proviene de baja cuna, sería buena candidata para casarse con un Duque, pero es el límite de lo que una mujer humilde puede aspirar.

Mamá pudo casarse con mi padre por su estatus de Barón, pero la alianzas matrimoniales de los Duques es estrictamente de sangre noble.

Miro a este hombre que ni se inmuta a ver la condición lamentable de la que fue su amante por tanto tiempo ¿Está fingiendo? ¿Teme que me de cuenta lo importante que es ella para él?

__Tu nombre —Pregunto a la joven que tercamente se mantiene arrodilla a los pies del Duque.

Ella mira dudosa al Duque pero él no muestra ninguna expresión en su rostro frío.

__Julieta... —Dice con voz triste y llorando.

Está clase de mujer que les gusta dar lástima y actuar como víctimas son las que más odio, pero son las que vuelven locos a los hombres.

__Julieta, no te conozco, así que tú existencia es insignificante para mí. Pero cómo futura Señora de la casa Berguiana, mi deber es velar por la felicidad del Duque —Miro a Edmund pero él sigue mostrandose indiferente ante la situación—. Si al Duque no le molesta, me gustaría que la Señorita Julieta sea una de mis criadas cuando nos casemos.

Sonrió esperando su respuesta, vamos... Quiero ver esa máscara de frialdad caer, después de todo ¿Quién sometería a la mujer que ama a convertirse en una mera sirvienta? Ella es tu debilidad.

La sonrisa satisfecha del Duque me desconcierta.

__Si mi señora la quiere, puedes quedarsela, pero —El Duque voltea a ver a Julieta y le sujeta su mentón—. Si esta mujer se vuelve un problema, yo mismo la mataré —Dice a Julieta con una miranda tenebrosa.

Él realmente la está amenazando... El rostro de la joven palidece y como puede asiente en muestra de aceptación, Edmund le hace señas al mayordomo y este se acerca.

__Felix, enséñale cuáles serán sus responsabilidades como sirvienta, ignora los privilegios que tenía antes —Le ordena a su mayordomo.

Este asiente y ayuda a levantarla, la joven se encuentra petrificada aún por la actitud del Duque. Muerdo mi labio preocupada ¿Cómo puede permitir que se traté como sirvienta a su amante?

__Amelia... Si sigues mordiendo tu labio voy a querer morderlo también. Se ven apetitosos —Me dice con una mirada de deseo.

Ignoro su comentario y me levanto de la mesa.

__Si al Duque no le molesta, me gustaría retirarme.

Edmund golpea con sus nudillos la mesa y vuelve a esa expresión fría y calculada.

__Si me molesta, no quiero que te vayas, quédate a dormir aquí. Puedes dormir en la habitación que está a mi lado.

Respiro profundo.

__Duque... No es correcto que una mujer soltera se quedé a dormir en la casa de un hombre, además, ya es mal visto que esté aquí sin una dama de compañía.

Él se ve amargado.

__Odio que me digas Duque, yo digo tu nombre, llámame por el mío.

Me inclino respetuosamente.

__No es adecuado señor, pero... Si nos casamos, me dirigiré a usted por su nombre.

Edmund parece agradarle mi comentario, se levanta y toca con la punta de sus dedos mi mentón.

__Esperaré ansioso ese día que digas gimiendo mi nombre sobre mi cama —Baja su cabeza con la intención de besarme.

Aprieto mis dientes “Seguiras esperando hijo de-” Volteó el rostro.

El Duque Demente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora