Capítulo 5

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El camino hacia el campo de batalla fue todo menos intrascendente.

Debido a que la aldea estaba situada en una ubicación bastante apartada de la zona de guerra para evitar perdidas innecesarias y tenerla como una garantía de que su raza sobreviviría en el peor de los casos, el grupo de Bardock tardó bastante en llegar incluso si volaban a una velocidad considerable, por lo que prefirieron ahorrar energías y avanzar a su propio ritmo, aprovechando ese lapso de tiempo para poner en situación al novato, Dovac.

Bardock, como el líder del equipo, fue el principal encargado de explicarle a Dovac como se manejarían las cosas a partir de ahora, tomando en cuenta que el niño era inexperto y necesitaba saber lo más pronto posible cómo actuarían para poder sincronizarse y evitarse problemas innecesarios que pongan sus vidas en riesgo.

Fue una acción que muchos considerarían ridícula, ya que no era normal tener un líder que se preocupe por los suyos a tal punto de tomarse la molestia de aconsejar e invertir más tiempo de lo necesario en el acondicionamiento de un nuevo miembro.

Tal acto era prácticamente un motivo de burla, algo que no debía mostrarse en público o sería visto como símbolo de debilidad; sin embargo, Bardock no tuvo ningún problema en hacerlo dentro de su círculo, porque sus compañeros y amigos estaban acostumbrados a sus métodos, además de tener un sentimiento mutuo de camaradería entre todos.

Sin duda alguna, ellos son considerados como el grupo de raritos por el resto de saiyanos.

Dovac no pudo sino sentirse aliviado de tener la fortuna de estar en un gran equipo como ese. Al principio le tuvo un poco de miedo a Bardock por su actitud, pero nada que no se solucione no siendo una molestia. Con él sí aplicaba la táctica de ser alguien tranquilo, a diferencia de la mismísima Arli, quien en el principio quiso educarlo como a un bruto por pensar que no tendría las aptitudes de un guerrero.

—El campo de batalla es muy diferente a lo que conoces. Hemos estado en guerra por mucho tiempo, pero es más ordenado de lo que parece —comentó Bardock, siendo una de las tantas cosas que le explicaba a Dovac—. El ejército tsufrui se distribuye alrededor de las afueras de sus ciudades para evitar el paso enemigo. Podría parecer que están atrincherados en sus fortalezas, pero no es así, cuando tienen la oportunidad avanzan para apoderarse de más territorio y colocar sus instalaciones destinadas a diversas funciones.

—Incluso la zona aérea dentro de su territorio está bien protegido —añadió Toma, quien era al segundo al mando en el grupo, por lo que sabía de lo que hablaba, haciéndolo para no dejarle todo el trabajo a su mejor amigo—. Sin embargo, aunque su punto fuerte son sus ciudades, los tsufrui envían numerosos pelotones de soldados para hacer incursiones en nuestras pequeñas bases y arrasar a los saiyanos antes de que puedan hacer un primer movimiento.

—Así es, esos bastardos no nos dejan descansar para nada... —Seripa dio su opinión antes de soltar un suspiro de fastidio por tan solo recordar el modus operandi de sus enemigos.

—¿Tan complicado es enfrentarse a ellos? ¿Qué tan fuertes son? —Aprovechando que su grupo estaba respondiendo a todas sus dudas, Dovac preguntó sin temor.

—Físicamente los tsufrui no son poderosos. Un saiyano promedio sería capaz de aniquilar a miles de ellos y su único límite sería el cansancio. El problema es que ellos tienen una tecnología muy avanzada. Sus armas son capaces de herirnos gravemente, además de tener todo muy bien vigilado, siempre nos detectan; sin contar que son como insectos, salen por todas partes y no se acaban —explicó Bardock—. Envían grupos armados de centenas contra nosotros. Eso es lo que vuelve difícil todo esto, pues los saiyanos somos nada en números.

—¿Cuántos de nosotros somos? —La expresión de Dovac se volvió de intriga, pero ya se daba una idea de la respuesta.

—Menos de cincuenta mil.

¡Reencarné en un saiyan de clase alta!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora