Cap. 21 Terror

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"Me observa,
está en todos lados"
recuerdo sus palabras y lo paranoica que se notaba,
no lo comprendí entonces pero,
ahora lo comprendo,
lo siento ahora en carne propia,
quiero llorar pero sé que sería peor,
a él no le gusta que llore,
no le gusta que haga ruido,
"Sh, no hagas ruido"
lo escucho,
susurro tras susurro abandona sus labios y su mano acaricia mis cabellos en un intento por calmarme,
más no lo consigue,
mis sollozos incrementan con cada caricia,
su sonrisa me atormenta y sus manos atrapan mi cabello con dureza,
un gemido de dolor se ahoga en mi garganta
"¡Callate!"
te escucho,
por favor déjame en paz,
se que no soy la única a la cual tienes en aquella casa,
¿Por qué siempre me escoges a mí?
tus dedos halan cruelmente mi cabello poniéndome en pie,
se que me adviertes que deje de llorar,
pero no puedo y aunque sé que será peor,
la anticipación solo consigue hacerme llorar con más sentimiento,
grito y pataleo,
pero tú no cedes,
por favor déjame en paz.

Jamás creí que pasaría de dulces caricias a esté tormento sin fin aparente,
me miras a los ojos,
fuego,
hay fuego en tu mirada,
me aterras,
lo notas pero,
disfrutas el terror que provocas en mi,
notas las ganas que tengo de gritarte y huir,
me acaricias las mejillas soltando finalmente mis cabellos,
tomas mis manos atandolas al gancho que cuelga del cielo falso,
"Por favor no..."
me miras tras mi si súplica y sonríes satisfactoriamente,
lo disfrutas,
preparas pacientemente el látigo,
preparas los cuchillos,
lo preparas todo,
un escalofrío recorre mi columna cuando te acercas a mí y empiezas a quitar mi ropa,
nunca lo habías hecho,
siempre me trataste mejor que a las otras,
si tan solo este infierno terminase de una vez por todas,
pero por mucho que sufra,
por mucho que ruegue una liberación se que está nunca llegará,
pero por mucho que quiera ser libre,
por mucho que quiera dejar de sentir el látigo en mi piel,
por muy loco que suene,
por muy dañino que sea,
te amo,
se que tu no,
se que nunca me amarás como yo a ti y el ser tu preferida será mi único consuelo,
esto,
el daño que me haces día tras día,
nada lo borrará y cuando llegue el día en que mi cuerpo ya no resista,
cuándo eso pase te juro que te entregaré todo de mí,
todo, siendo que me quedé yo sin nada,
pero nunca habrá arrepentimientos.

Atte:    Marcela.

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