Los personajes utilizados en esta historia no son de mi propiedad. Créditos a sus respectivos autores.
— Luces preocupado, Meliodas. Han sido pocas veces que te he visto de esa manera. ¿Qué es lo que te ocurre?
El chico rubio era interrogado por la bella mujer que lo acompañaba.
— Es Elizabeth — respondió Meliodas, manteniendo su vista fija a través de la ventana de la pequeña cabaña.
La mujer enarcó una ceja como muestra de confusión.
— ¿Qué pasa con ella? ¿Has vuelto a encontrarla? — inquirió teniendo una ligera idea de lo que le preocupaba.
Meliodas demoró varios segundos en responder pues se hallaba pensando en ello.
— Si, justamente volví a verla aquí en Danafor. Pero, esta vez fue una situación diferente.
— ¿Diferente? ¿En que sentido? — volvió a interrogarlo, pero ahora su voz se oía con más interés.
— A pesar de que ya nos encontramos y hemos intercambiado palabras solo ha sido eso. Cada vez que intento interactuar con ella me da la sensación que no muestra ni un poco de interés en mí. Es como si la maldición no funcionara... — informó con un tono apagado.
Merlín inmediatamente centró su atención en el tema y miró de forma directa a Meliodas.
— Así que piensas que la maldición ha desaparecido. Eso es imposible, no existe ninguna manera en la que simplemente desapareciera.
Merlín comenzó a examinar minuciosamente al rubio para encontrar pruebas de lo que decía. Luego de un par de minutos, la mujer cambió su expresión a una más seria.
— Tu maldición todavía existe.... Pero hay algo extraño.
— ¿A qué te refieres, Merlin? — preguntó con una cara de confusión.
— Por la manera en que lo veo, es como si estuviera siendo alterada por un poder mágico desconocido. Intenté rastrearlo, pero no me permite hacerlo.
A pesar de que Merlín estaba confundida por esa situación, en su interior nació ese amor descontrolado por investigar y aprender. Sus labios de color rojo se curvaron mientras imaginaba el gran misterio que envolvía a esa reencarnación de Elizabeth.
— Dime algo, Meliodas. ¿Qué otras cosas extrañas has encontrado en el comportamiento de Elizabeth?
Meliodas comenzó a pensar con detenimiento y después respondió.
— Bueno, la personalidad de Liz es diferente. Aunque cada reencarnación que he conocí tenía su propia forma de ser, ella siempre seguía siendo la misma en el fondo.
— Entonces me estás diciendo que lo único fuera de lo normal es que ella no se ha enamorado de ti, ¿es eso?
Meliodas no respondió y simplemente se acercó a la ventana de la cabaña. Miró hacia afuera donde era visible el reino de Danafor.
— Me preocupa que... que ella se enamore de otra persona. No sé lo que me pasa. Debería sentirme feliz de que la maldición no la esté afectando, pero es solo que no puedo asimilar que ella se aleje de mí.
— Eso parecen ser celos, Meliodas. ¿Lo sabes? ¿Acaso Elizabeth se ha interesado en alguien más? — inquirió Merlín mientras se sentaba en una de las sillas que rodeaba la mesa.
Meliodas se volvió para verla directamente y contestó.
— Elizabeth vive con un hombre. Barzad me dijo que él fue quien la protegió cuando intentaba hacer una emboscada al reino. Convenció al resto de caballeros sagrados y le permitió quedarse en su casa. He visto su mirada, Merlín. Liz siente algo por él y posiblemente él comienza a sentir lo mismo.