Brujería

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Gavin y Nines van a terapía de parejas...

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2038, JUEVES 12 DE ABRIL.

08:30 a.m.

—¿Podrías quedarte callado de una vez?— le dijo el hombre de unos treinta años a su acompañante mientras sostenía el volante del coche.

En la radio sonaban algunos éxitos del año 2000. El hombre prefería escuchar eso en lugar de la voz de su acompañante, quien resultaba ser su compañero de trabajo, un androide. El androide frunció el ceño y su luz led encendió en rojo, molesto. Gavin aumentó el volumen de la música y trató de ignorarlo.

Pero el androide apoyó su mano en la radio y bajó el volumen.

—Si no llevas guantes puestos puedes contaminar la escena— dijo el androide.

Gavin rodó los ojos y volvió a subir el volumen. Así comenzó una pelea silenciosa entre ellos: Gavin subiendo el volumen y el androide bajándolo. La música dejó de ser agradable y se convirtió en un ruido molesto. Ambos estaban cada vez más estresados.

—¡Fue solo una vez, joder!—, gritó Gavin —Ha pasado un mes, déjalo ya— él chasqueó su lengua.

—Yo no puedo hacerlo, porque NO puedo olvidar. Soy un androide, Gavin— le recordó el androide —Además, tus errores repercuten en nuestro desempeño, el capitán Jeffrey...

—Deja al viejo fuera de esto y déjame en paz— interrumpió Gavin, pero el androide negó.

—Es él quien hace la evaluación de nuestro desempeño.

—Eres tan... molesto— suspiró Gavin, cansado. Volvió a subir el volumen y el androide lo bajó de nuevo, pero esta vez arrancó el botón después de hacerlo —¿Qué demonios estás haciendo?— Gavin gritó — ¡Es mi jodido auto!— desconcertado, se giró para mirarlo mientras sostenía el volante.

—No me mires a mí, mira al frente— el androide le devolvió la mirada.

—Más te vale que pagues por eso, hijo de puta— Gavin frunció el ceño, apretando el volante con fuerza.

—Ya estaba roto, ah y por si no me entendiste te lo repito: mira hacia delante. Porque lo único que vas a conseguir es matarte— advirtió el androide.

—No es que tenga mucho interés en ver tu cara estúpida, pero me estás hartando, hijo de puta— Gavin apretó su mandíbula, molesto —Voy a estacionarme y te voy a dejar aquí mismo— siguió conduciendo automáticamente sin siquiera fijarse si el semáforo cambió de color.

—Gavin, te estás pasando un semáforo en rojo— advirtió el androide.

Tampoco notaron el automóvil azul que llevaba a una mujer joven dentro, apresurada porque llegaba tarde a su trabajo en un lunes por la mañana.

—¡Gavin, detén el auto!— insistió el androide.

—¡Púdrete! Yo...— Gavin vio el parabrisas y vio el auto azul.

El androide tomó el volante y cambió la dirección, usando su brazo para pegar el cuerpo de Gavin al asiento. El auto del detective golpeó el costado de otro vehículo y lo arrastró una cuadra. Gavin rápidamente pisó el freno y se quedó en shock, mirando hacia delante.

—¡Nines!— exclamó Gavin, parpadeando asustado al ver que su compañero estaba bien. Maldita sea, nunca se había sentido tan aliviado de haber usado el maldito cinturón de seguridad.

Lo que te conté mientras te hacías el dormidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora