Capítulo 10

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Francesco

Me detengo en la entrada con el intenso sol dándome en la cara, pero ver a Ginebra bajando de su auto me impide continuar mi camino.

Sonríe con soltura, está feliz por algo y ni verme se lo borra. Aparto los lentes de sol cuando se acerca.

__ Ese color oscuro te queda mejor que el claro. - comenta saludando con un beso en la mejilla. - De todos modos, nunca tomas en cuenta la opinión del resto así que no me esfuerzo en decir algo sobre tu imagen

__ La tuya si la tomo. - soy sincero por primera vez con ella en ese sentido. - ¿Desayunaste afuera?

__ Quedamos en desayunar con Nico ayer. - me dice con simpleza. Mi saliva es reemplazada por ácido. - ¿Que tal tú salida? Llena de desenfreno y todo lo que acostumbras de seguro.

__ Nunca he tenido un desenfreno en mi vida. - admito pasando el trago amargo. - Todo lo que hago es consciente.

__ ¿Algo que hayas hecho sin pensar?

__ Casarme. - se ríe caminando a mi lado. - Es la verdad. El día que me lo dijeron dije que no, pero al conocerte...

__ Aceptaste de inmediato.

__ No, quise correr por una única vez. - su carcajada resuena y me convenzo que es lo único que quiero hacer. Verla feliz, a toda costa.

__ Me gusta cuando sonríes. - confiesa deteniendo mis pasos, enarco una ceja y pasa de largo como si fuera un juego. - No te sientas importante, me gusta que sonría todo el mundo, no solo tú.

__ ¿Pero no se los has dicho a nadie más o me equivoco? - camina hacia atrás sin quitarme los ojos de encima. - Cuidado el escalón. - alcanzo a decir, pero lo sabía de seguro porque levanta el pie como si nada.

__ De tanto que paso en esta casa, he aprendido cada rincón de memoria. - sonríe siguiendo de la misma forma. - Lo haría hasta con los ojos cerrados

__ ¿Porqué caminarías con los ojos cerrados?

__ Porqué quiero, Francesco. - dice como si fuera lo más obvio. - Le quitas la diversión a la vida. Te ves como si fuera muy cómico pero tú amargura es igual a la de tu amigo el buenote.

__ No soy amargado. - repelo y se queda en su puesto, alza una ceja de forma acusatoria.

__ Y Donato me adora ¿cierto? - ironiza. - ¡Francesco por Dios! Cada vez que sonríes creo que se crea un hada pero cada vez que lo niegas, la matas.

Abro la puerta para que entre al despacho, sin refutar lo hace, paso a su lado hasta sentarme en la silla la cual rodea. Giro mi cuello, al sentir su respiración golpear la parte trasera de mi cuello.

__ ¿Quieres ver algo genial? - increpa encendiendo el monitor. - No es porno. no te ilusiones.

__ Entonces, no quiero saber nada. - le sigo el juego y me acribilla con los ojos, logrando que ría.

__ Ni modo. Te tocó aguantar, esto es más importante. - entra al sistema de seguridad. Pero no es eso lo que llama mi atención si no el que muestre una habitación completamente amueblada, con una cuna en medio. - ¿Te gusta?

Su mirada esperanzada de que diga algo positivo sobre lo que hizo, me hace quedarme inmerso en el rostro apacible y cálido que tengo a solo dos centímetros. Está tan cerca que me es inevitable no sentir las notas frutales en su fragancia y el rojo carmín de sus labios delgados.

No deja de verme, causando la cercanía que termina de convencerme de lo imbécil que puedo llegar a ser.

Antes que pueda detenerlo estrello mi boca con sus labios, los cuales me reciben con un deseo intenso que no me pone límites o empujarme como debería. En un dos por tres la tengo sobre la mesa del escritorio con mis manos bajo su blusa y las suyas abriendo el saco.

Impact (Libro 4 Dinastía Indestructible) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora