PRÓLOGO

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2024

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2024

MANCHESTER, Inglaterra


Las llaves cayeron sobre la mesa, y el castaño se relamió el labio inferior antes de darse la vuelta para mirar a la morocha que había traído a su departamento. Ella estaba parada frente a los cuadros decorativos de algunas camisetas del mundial y otras de River Plate, todas muy significativas para él. Su pelo, perfectamente planchado, le caía hasta la cintura; morocha y de piel canela, justo como a él le gustaban. La verdad es que todo el mundo pensaba que le gustaban las castañas, castañas tirando a rubias, pibas de familia y que no fueran muy llamativas. Pero la realidad es que las morochas le volaban la cabeza completamente, eran su debilidad, y ella cumplía todos los requisitos.

La dejó admirar sus cuadros mientras se encargaba de preparar dos tragos en el mini bar que decoraba la sala. Sabía muy poco de ella. Solo su nombre y su edad: Agustina, 20 años. Por su acento, deducía que era argentina, porteña más específicamente, pero nada más. Esa noche se conocieron en un boliche de Manchester; sus compañeros del City insistieron en que fuera, y ella le llamó poderosamente la atención. Bailaron un par de canciones, entre toqueteos intensos, miradas cómplices y sonrisas que insinuaban algo más. Julián se animó y la invitó a pasar la noche; quería conocerla más. Ella accedió enseguida, sin titubear ante la sonrisita del cordobés.

Se acercó con dos tragos en mano y sonrió al ver que ella estaba mirando las fotos del Mundial de Qatar y la medalla de campeón del mundo.

—No puedo creer que ya pasó un año y medio —murmuró el cordobés, haciendo que Agustina desviara su mirada hacia él.

—Es increíble que jugaste tu primer Mundial y lo ganaste, y encima fuiste figura —dijo, negando con la cabeza y sonriendo mientras recibía el trago que él le había preparado—. Jugás muy bien —halagó.

—Bueno, eso dicen —respondió Julián con modestia. Aunque sabía que era el mejor en lo que hacía, no le gustaba alardear—. Tengo mucho que mejorar —añadió, encogiéndose de hombros y acercándose un poco más.

La morocha rodó los ojos sin borrar la sonrisa y lo empujó juguetonamente del hombro. Haciendo una pequeña montañita con la mano. A Julián ese gesto le pareció bastante atractivo. La manera en la que ella decía y hacía todo con seguridad, lo suelta que era. Todo. Además, era increíblemente atractiva.

—No te hagas el humilde, conmigo no te va a salir —siseó, mirándolo a los ojos y percatándose de que el castaño le estaba mirando la boca. Después de reírse levemente, se relamió el labio y tomó un trago de su copa, desviando su atención de él porque realmente estaba nerviosa.

—¿Nos sentamos? —invitó el cordobés y Agustina asintió.

Ambos se dirigieron al sofá, acomodándose uno al lado del otro. El ambiente estaba cargado de una tensión tremenda, esa electricidad que surge cuando dos personas se atraen muchísimo y lo saben. Julián se recostó ligeramente, observándola con interés mientras tomaba un sorbo de su trago. Estaba encantado con la morocha, como si no pudiera quitarle los ojos de encima. Agustina, por su parte, trataba de relajarse; sentía pequeños escalofríos recorriendo su cuerpo debido al nerviosismo, y trataba de descargarlos jugueteando con sus dedos alrededor de su vaso. Más relajada, decidió cruzar miradas con Julián, pero fue peor: un calor agudo se instaló en todo su cuerpo, y sus mejillas rojas la delataron.

EROTIC | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora