❝Cada vez que la miraba, descubría una nueva razón para amarla, y al mismo tiempo, sentía como si estuviera contemplando una obra de arte, pero una que no podía tocar.❞
Jungkook nunca imaginó que su talento para la pintura lo llevaría a los opulento...
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Al poner un pie dentro del palacio, la emoción recorrió por todo mi cuerpo, el miedo que antes sentía se convertía en un gran afán de saber que me traería la vida. Y justo en aquel momento, no pude evitar preguntarme: ¿Por qué yo? ¿Qué es lo que había visto de diferente en mí el rey? Sí, debía admitirlo, estaba sintiéndome muy inseguro. Esos pensamientos intrusos se adueñaron de mi mente mientras caminaba en aquel pasillo que había visitado con anterioridad, y por más que intenté, no querían que me mantuviera tranquilo.
Tantas preguntas hicieron perdiera la razón, estaba realmente conmocionado por todo lo que había pasado en tan pocos días.
—Disculpe, ¿es usted el joven Jeon? —preguntó un joven de cabello negro, de al menos unos diecinueve a veinticinco años.
—Sí, soy yo —confirmé y asentí dando una reverencia.
—El señor Soo me pidió que lo guiara a su habitación. Venga conmigo —pidió cordialmente.
Y yo lo seguí, con mis pertenencias en brazos.
Miré con atención y asombro una vez más aquel lugar, pasamos el mismo umbral por el que el rey Víctor había desaparecido la última vez que lo vi.
Me encontraba realmente agradecido con él. No cualquiera deja que un pintor recién seleccionado mantenga su estancia en el palacio, rodeado de lujos. No pude evitar cuestionarme nuevamente el porqué de su agradable y tan bondadosa forma de ser con un simple pintor como yo.
Caminamos por algunos minutos, hasta llegar a un pasillo. El joven sacó una llave y abrió la habitación, extendió su brazo en señal de que era bienvenido, y pasé.
Miré con atención la habitación. Un gran ventanal se encontraba al lado derecho de la cama, enmarcado por rejas de hierro forjado, siendo oculto por una gran cortina que hacía juego con las cobijas de la cama en la que se encontraba en el centro de la habitación, color rojo vino. Había un estante de madera con varios libros, y una mesa de noche al lado de la cama.
Las habitaciones del palacio no podían dejar de sorprenderme cada vez más, una parecía ser más lujosa que la otra. Para mí esto era más que suficiente. El castillo se veía realmente amplio y precioso por fuera, pero por dentro era algo completamente diferente, mis expectativas fueron cumplidas e incluso superadas al observar su interior.
—Es acogedora —hablé, ocultando la gran sorpresa que me llevaba al saber que ahora esta sería mi nueva habitación—, gracias... —alargué la última letra esperando a conocer el nombre de aquel joven.
—Soobin, soy Soobin —extendió su mano, imité su acción y estrechamos las manos.
—Gracias Soobin —agradecí nuevamente, y él dio una pequeña reverencia con una sonrisa.
No estaba seguro de cuán inapropiado sería topar aquel tema, o si estaría prohibido hablar de aquello, pero la incertidumbre me carcomía.
—Oye, disculpa el atrevimiento. —Coloqué mis maletas en el suelo mientras fijaba mi mirada en Soobin, quien parecía intrigado por lo que estaba a punto de decirle—. Pero ¿sabes qué pasó con el antiguo pintor del palacio? Pregunto por mera curiosidad.