❝Cada vez que la miraba, descubría una nueva razón para amarla, y al mismo tiempo, sentía como si estuviera contemplando una obra de arte, pero una que no podía tocar.❞
Jungkook nunca imaginó que su talento para la pintura lo llevaría a los opulento...
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Podría parecer que a este punto perdí mis estribos por ella, estaba arriesgando una de las mayores oportunidades que había tenido en mi vida por un enamoramiento.
Lo siento, no puedo evitarlo.
Prometo que después del baile, si ella me rechaza o muestra cualquier mínimo signo de desprecio hacia mí, haré como que nada de esto sucedió. Solo necesitaba comprobar que la conexión y chispa que ambos emanamos cuando estamos juntos es señal de que de verdad siente algo por mí. O quizás, necesitaba enfrentar la posibilidad de que este enamoramiento sea solo un invento de mi mente creado para escapar de la realidad detestable que es mi vida.
Arrugué el papel en mis manos donde yacía un boceto con tinta de mi traje en el baile de máscaras y con estrés llevé con mi mano mi cabello hacia atrás.
¿Qué estoy haciendo?
No será la última vez que me haga esa pregunta, estoy seguro.
—¡Jungkook, hola! —gritó con genuina felicidad de repente, entrando en la habitación ajena al caos que acababa de ocasionar.
La repentina visita provocó que derramara el tintero sobre mi ropa.
—Maldición, ______, estuve a punto de gritar. —Aparté el boceto de su vista rápidamente.
Ambos reímos nerviosos ante la situación y ella se acercó a mí aprisa, agachándose para recoger el tarro de tinta.
—Dios, lo lamento, no quería asustarte. —Su risa se entremezcló con el carmín de sus mejillas—. Te tengo buenas noticias —canturreó mientras tomaba un pañuelo y lo mojó un poco. Luego lo frotó sobre mi ropa con suavidad—, quería decirte hoy no tendré clases con Elizabeth, estará ocupada organizando el baile. —Remojó nuevamente el pañuelo y vio mi pecho manchado con tinta, sus intentos de limpiar la prenda habían sido inútiles—. Perdón, quedó una gran mancha.
—No es nada. Soy algo así como tu nuevo lienzo ¿verdad?
Ella rio—Sí, claro, eres una obra maestra de mi autoría. —Miró con cautela la mancha y subió hasta llegar a mis ojos—. Pintor, ¿podemos seguir con nuestras clases?
—¿En serio quieres seguir haciendo eso? —le pregunté, esas ganas que tenía de continuar con nuestras clases me revolvían el corazón.
—Por supuesto —rio y recorrió con entusiasmo la habitación hasta toparse con el lienzo de la vez pasada—, oye, añadiste los detalles que te recomendé ese día —dijo con asombro al ver el lago que ella mismo recomendó que pusiera.
—Te dije que lo haría. —Le sonreí.
—Qué lindo —susurró viendo de cerca la obra.
—Ayer te dormiste muy rápido, ¿no? —le recordé, haciendo que memorias de repente aparecieran en mi cabeza sobre ella dormida.