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Estaba completamente ausente en la realidad

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Estaba completamente ausente en la realidad.

—¡Tierra llamando a Jungkook! —gritó Nabi agitando sus manos frente a mi rostro.

Y a pesar de que oía a la perfección a mi amiga, solo me limité a sonreír embobado y volví a pensar en ella, en ese cálido y suave ósculo que hizo que mi rostro tomara un carmesí intenso.

Nabi ajustaba los detalles del traje, tomó una aguja ignorando mi comportamiento, la aplicó accidentalmente en mi brazo; apenas noté el pinchazo hasta que el dolor me sacó de mis pensamientos.

—¡Nabi! —exclamé sorprendido, masajeando mi brazo adolorido.

Ella soltó una risita.

—Creí que ya no estabas conmigo.

—No era necesario ese pinchazo, qué tosca, mujer —reí cuando vi a Nabi levantar una ceja con una mirada desafiante.

—Es mejor que no te quejes, torturaste más veces de las que pudiera contar a mis pies en la mañana —se burló con una sonrisa traviesa—. Me la debes, Jungkook. —Me señaló con el dedo mientras continuaba ajustando al traje.

—Lo siento, es que de verdad dolió —reí.

—También me dolieron los pies, niño. Supongo que valió la pena, ahora bailas como todo un príncipe —bromeó y me miró con las cejas juguetonas—. Soy la mejor —canturreó y luego palmeó mis mejillas—. Solo dame unos cuantos días y esto estará más que listo para tu baile, galán.

Nabi acomodó la tela blanca en mi cuello por unos segundos, mientras tarareaba una canción con alegría, haciéndome reír.

De repente, un golpeteo en la puerta nos hizo volver a la realidad.

—¿A quién invitaste a esta hora? —pregunté.

Ella no respondió y llevó su dedo índice a sus labios en señal de que guardara silencio. Los golpes en la puerta volvieron a resonar en la habitación, pero esta vez con más ímpetu. Ambos estábamos preocupados; solo éramos pocos los que sabíamos de esa habitación, y no parecía ser la señora Areum ni una de las amigas de Nabi.

—¿Nabi? —preguntó una voz que conocía a la perfección.

La recién nombrada volteó a verme con los ojos abiertos.

______ era quien estaba detrás de la puerta.

—Oh, ¡alteza, salgo en seguida, aguarde un momento, por favor! —gritó hacia la puerta con una dulce voz, regresó hacia mí agresivamente—, ella no sabe que irás al baile a escondidas, ¿verdad? —me preguntó con voz baja.

—¿Tú qué crees? —le respondí en un grito apagado.

Ella suspiró y pasó sus manos sobre su rostro. Sin estar seguro de qué más podía hacer, tomé una de las telas que descansaba sobre la mesa y la coloqué sobre mí, cubriendo mediocremente mi torso para que no se viera nada del traje, mientras que Nabi corría apresurada por la habitación y luego colocó con rapidez una sábana sobre las telas y todas sus herramientas.

» Forbidden Canvas | jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora