5. La Boda

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                           5. La Boda

Al despertar en la habitación que era parte de sus pesadillas, a Henry le cayó la cruda realidad cuando vio su vestimenta de boda en una silla. De impecablemente planchado y pulcritud, un traje blanco con bordados plateados que lo hacían ser simplemente impresionante. Hoy se casaba, y con el hombre que más odiaba en todo el mundo.

Sus esperanzas comenzaron a mermar antes de siquiera albergarlas más hondo en su corazón, ¿cómo sería posible que ellos impidieran la boda?, por lo que sabía, esta se celebraría al medio día, aunque… Sebastián nunca le mencionó nada sobre impedir la boda. Sólo mencionó que lo volvería a buscar hoy en la noche.  
  
No podía ser posible que Sebastián pensara que era buena idea que él se casara con Tadeus ¿o sí?, pero, por otro lado, porque otra razón si no, no le hubiera mencionado nada sobre la boda, lo único que su amado quería evitar era que se consumara el matrimonio, es decir, que Tadeus abusara de él.  
  
Tenía que confiar en el cómo se lo afirmó anoche, seguramente tenía un plan y él tenía que seguir con la rutina planeada como si nada pasara. Se levantó de la cama y llamó a Dobby para que le preparara el baño con su esencia favorita, que por desgracia era la misma de su prometido. Se mantendría tranquilo hasta que el momento de escapar llegara.  
  
Cuando el elfo acudió a su llamado se le veía nervioso, pero no como era usual, aunque realmente no lo conocía antes de ayer, se le notaba temeroso y precavido. Trato de hacer conversación cuando estaban en el cuarto de baño, pero en cuanto mencionó algo acerca de si de casualidad sabía dónde Tadeus guardaba el antídoto para el veneno que le puso en el té, Dobby huyó con cara de terror y desapareció dejándolo solo.  
  
Tal vez no debería presionarlo tanto, después de todo, el elfo había traicionado la confianza de su amo al informarle sobre ese pequeño detalle, además de que también su cabeza estaba en juego en cuanto le ayudo a pasarle su sangre a Sebastián, no sabía lo que Tadeus sería capaz de hacerle a su pequeño amigo si descubría su traición.

No pensaría más en eso, lo que ahora tenía que hacer era tratar de deshacer el nudo que se empezó a instalar en su estómago y se hacía cada vez más grande y pesado, su pecho se sentía presionado por una roca invisible sobre el, que no le dejaba respirar. Y era más que lógico, ya que simplemente, esta no sería la boda de sus sueños.

  
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Sebastián ya casi estaba listo para intentar colarse en la fiesta. Se levantó muy temprano, bueno, aunque más que despertarse temprano era que no había podido dormir muy bien después de ver a Henry tan asustado. Encontró aislado, un pequeño pozo del cual saco agua tanto para beber como para asearse, un hechizo de limpieza no sería suficiente si quería pasar desapercibido entre todos los invitados de gran alcurnia.

Desayunó lo poco que le quedaba de suministros, una pieza de pan y un pedazo de queso, no tenía más. Se puso su vestimenta más elegante, una que tenía guardada desde que escapó de la mansión de su abuelo, y que nunca pensó necesitarla para estas circunstancias. La poción ya estaba enfrascada en dos pequeños tubos de vidrio cuidadosamente hechizados para no romperse.

Estaba demasiado ansioso de entrar a la mansión Gaunt, sus planes incluían encontrar primero el antídoto rápidamente, si era posible con la ayuda de aquel elfo de anoche, y correr a robarse a Henry antes de la boda. Comería tranquilo y se tomaría una poción para los nervios, necesitaba toda la concentración posible para cumplir su misión. Aunque su mente le decía que estaba olvidando algo importante.  
  
  
  
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Tadeus le mandó a decir con Dobby que no requería de su presencia sino hasta media hora antes de la boda, eran las 10 de la mañana, así que Henry se dispuso a degustar un poco del desayuno que le trajera el elfo junto con el mensaje, y evitar devolverlo.  
  
Admiró el traje unos minutos, escudriñando cada detalle en los bordados, las empuñaduras tenía unos extraños signos dibujados y unas mancuernillas muy peculiares, una tenía una pequeña cabeza de serpiente con colmillos afilados, se podían distinguir las puntas casi como cuchillos, y la otra tenía un cascabel, para ser más específico, el cascabel de la cola de una serpiente, ambos plateados.  
  
Parecía brillar con luz propia, juraría que tenía magia, ahora que se había concentrado en observarlo detenidamente, la podía sentir cosquilleando a su alrededor y parecía casi llamarlo. Tuvo un mal presentimiento en cuanto recordó que tendría que ponérselo, ¿y si el traje tendría el poder de manipularlo?, se apartó de él y fue a asomarse por la ventana, tal vez vería a Sebastián pasar por entre los arbustos y sabría que estaban cerca de cumplir su plan.  
  
Otra hora paso y Henry se mantenía sentado en el alfeizar. Borró todo pensamiento de su mente, tanto bueno como malo, sólo faltaban 30 minutos para que su prometido requiriera su presencia. Para la gran ocasión le trajeron un gran espejo de cuerpo completo, era bellísimo y el joven nunca había visto algo igual, el de su alcoba en casa de sus padres era mucho más austero y viejo, hasta un poco opaco.  
  
Cuando escuchó el sonido de una aparición a sus espaldas, supo que era hora de ponerse la vestimenta, volteó esperando ver a su querido amigo infundiéndole confianza, pero se encontró con otro elfo, uno gruñón y que lo miraba hastiado.

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