7. El Enlace (Parte 2)

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                7. El Enlace (Parte 2)

El cuerpo estaba acostado sobre su lado derecho y, pudiendo distinguir una mano sobresaliente entre las ropas, para alivio del menor, lucía viva, magullada y con cortaduras, pero con sangre circulando por sus venas. Sin la renuencia anterior, logró llegar hasta los cabellos enredados que tapaban el rostro del mayor y los apartó con delicadeza, acariciando en el proceso la piel que iba descubriendo y encontrándola algo fría y amoratada, pero sin indicios de muerte.

Mirándolo más detenidamente, vio que su ojo izquierdo, al igual que el suyo, lucía amoratado y casi negro alrededor, pero lo que lo distrajo fue la hermosa hilera de negras pestañas que descansaban tranquilas en la parte inferior del ojo. De repente le invadieron unas ganas arrasadoras de besarlo, ¿era posible que al verlo ahí vivo, no existiera nada más en el mundo que el gran amor que sentía por ese hombre? El alma del joven se sentía en paz e invadida de una alegría incomparable.  
  
Inclinándose lo mejor que pudo, y conociendo sus limitaciones, acercó lentamente sus labios a la boca deseada y con un roce delicado saboreo un cosquilleo agradable en su piel y el beso le supo el más dulce de toda su vida. Sabía que tenía que despertarlo pero, simplemente quería que este reencuentro durara la eternidad, esta tranquilidad de saberte a lado de la persona que amas y no querer nunca jamás separarte de él, era simplemente sublime, indescriptible.

Resignándose a lo inevitable, con la varita en su mano lo despertó de su tranquilo sueño y se mantuvo cerca para que no se asustara al sentir a alguien a lado suyo, muy probablemente pensando que era Tadeus. Sus ojos se abrieron, o más bien el ojo más sano, y ver el color negro detrás de sus parpados lo hizo brotar lágrimas de felicidad. No  pudiendo contenerse más, se abalanzó a rodear con sus brazos el cuerpo con ropas negras.  
  
-¡Sebastián!- exclamó alegre y con voz entrecortada  
  
Un muy confundido pocionista sólo atinaba a abrazar torpemente con su brazo izquierdo al cuerpo sobre de él, creyendo que era una alucinación producto de la inanición y tortura prolongadas, pero a la vez sintiendo tan real el contacto humano. Su quejido involuntario de dolor hizo que Henry terminara con el abrazo y se quitara de encima suyo.  
  
-Per-perdoname Se-sebasti- intentó decir, sin poder terminar por el nudo en su garganta que se lo impedía –yo lo-lo sien-to siento no pue- el gimoteo se hacía cada vez más fuerte y trato de luchar para frenar el temblor de sus manos

- ¿Henry?- murmuró aún perdido el mayor, al ver el asentimiento de cabeza por aquella sombra, se atrevió a seguir hablando -¿Cómo lograste…  
  
-Pu-pude esca-capar- contestó –debe-debemos irnos-irnos  
  
Por el esfuerzo que realizaba al tratar de parar de llorar, su nariz volvió a doler y por accidente, con un movimiento mal calculado de su mano al limpiar las gotas saladas de sus mejillas, resintió uno de los tapones de sangre y esta comenzó a brotar de nuevo, manchando el dorso de su mano y parte de la ropa de Sebastián. El otro al lograr poco a poco enfocar más su mirada al frente, sintió algo caliente mojando su camisa.

Apoyándose en su brazo izquierdo se logró sentar, porque el derecho sospechaba, a juzgar por el intenso dolor y que no lo podía mover a voluntad, estaba zafado de su lugar. Cerró los ojos un segundo y tomó una respiración profunda para terminar de regresar al mundo de la realidad, cuando los abrió, vio que Henry estaba batallando con detener la sangre que brotaba de su nariz y se preocupó. Al ver que en una de sus manos sostenía una varita, resolvió su siguiente paso  
  
-Dame la varita- le pidió con su voz bastante ronca, era de esperarse, después de gritar por horas ante las torturas de ese maldito  
  
Henry se la tendió y este con cuidado la tomó, con un movimiento simple le acomodó su nariz, y posteriormente su propio brazo, ambos gimieron de dolor pero definitivamente ese dolor de curación era muchísimo mejor, que al que aún no se ha solucionado nada. Sobó su brazo e intentó moverlo, y si lo logró, pero no podría hacer ningún esfuerzo con él hasta que sanara por completo.

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