CERO

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La Academia Shiratorizawa Junior High, siempre fue un muro para las escuelas secundarias en Miyagi, siendo la academia que ha ido a las Nacionales de Voleibol de Secundaria más veces seguidas, conocida como una de las más fuertes y convirtiéndose en un muro para derrumbar de otras secundarias.

Ushijima Wakatoshi, durante sus tres años de secundaria, ha logrado ir a las nacionales tres veces seguidas, y se siente orgulloso de haber elegido esa secundaria para representar Miyagi durante su escuela media.

Sin embargo, así como Kitagawa Daiichi tiene a Shiratorizawa como un muro que nunca han logrado derrumbar, Shiratorizawa tiene su propio muro.

La Secundaria Teikō de Tokyo.

Conocida por su Club de Baloncesto, con una historia brillante en la que aparecía un genio cada diez años, Teikō ha obtenido la suerte de ser bendecida por siete prodigios; Seis de Baloncesto...

Y uno de voleibol.

Ese Séptimo individuo, llevó a Teikō a las nacionales, ganándolas durante tres años seguidos, derrotando a todas las secundarias de voleibol a las que se enfrentaba, manteniendo una corona, demostrando que Teikō no solo es un Club de Baloncesto, sino que ahora cuenta con el Club de Voleibol más fuerte de todo Japón.

El Séptimo y único jugador de voleibol de la Generación Milagrosa, obtuvo su propio equipo, estando solo en su segundo año de secundaria. Con sangre, golpes, lágrimas y huesos rotos, ese jugador se ganó con orgullo, puños y dientes un título que le acompañara durante toda su carrera deportiva en secundaria y preparatoria.

Kotei.

Así lo llamaron, convirtieron a un niño de secundaria herido, con sangre en sus manos, con su rostro amoratado, en el emperador de voleibol más joven que ha existido en la historia del deporte en Japón.

Y Ushijima sabe que le voleibol es un juego en equipo, no es como el básquet que puedes jugar un uno a uno, sabe que se necesita un equipo fuerte para ganar.

Pero...

¿Por qué dejaron todo en manos de un niño?

Fue en sus primeras nacionales de secundaria, Wakatoshi solo cursaba primer año cuando se enfrentó al milagroso Teikō.

Ahí lo vio.

Era un niño.

Un niño de su edad.

Un niño de ojos rasgados como un gato, de mirada cansada, de cabello cenizo y cuerpo fuerte.

Pero lo que llamó su atención, fue la sangre.

Sangre que recorría su nariz, que recorría sus brazos cada vez que recibía el balón. Sangre que manchaba sus rodilleras y uniforme blanco, sangre que se filtraba por los vendajes de sus dedos.

Esas nacionales, nunca serán olvidadas.

Porque fueron trasmitidas en todo el país.

𝙏𝙀𝙍𝙍𝘼𝘾𝙊𝙏𝙏𝘼 𝙀𝙈𝙋𝙀𝙍𝙊𝙍⚊     HAIKYUU/KNBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora