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◖ 𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 6

Busqué a Morticia inmediatamente después de mi discusión con Elle, pero no había señales de ella por toda la feria. Se había ido. Decidió marcharse sin siquiera decírmelo. Me dejó olvidada como la cosa más insignificante del planeta.

Pero yo no tenía ganas ni energía para tener otra pelea. Menos con ella. Así que cuando la encontré sentada frente a su tocador, lo único que hice fue abrazarla por la espalda. Me miró a través del espejo con sus grandes ojos negros y sonrió.

—¿Qué tanto hacías con Elle? —preguntó. Y entonces la solté.

—Conversar.

—¿Conversar? Pero no te ves muy bien —se levantó. Me tomó de la mano para guiarme a la cama.

Ya no era su cama o mi cama. Era nuestra cama. La evidencia de eso era que Morticia había traslado una de sus almohadas. De modo que ahora una era negra y la otra blanca. Aunque la quitábamos cuando alguien entraba. Morticia se sentó en mis muslos. Me rodeó el cuello con los brazos para empezar a besarme.

Ya tenía puesta la pijama. Un vestido de seda negro, con tirantes, que le llegaba a la mitad de los muslos. A mi me gustaba cuando se sentaba sobre mí. Me gustaba deslizar las manos por debajo de la tela y sentir la piel fría de sus muslos. O bajarle los tirantes hasta que sus pechos se asomaban. Pero esa noche no estaba de humor.

—No me siento muy bien —dije, empujándola un poco hacia atrás—. No quiero.

—¿Por qué no?

—¿Porque acabo de decirte que no me siento bien? Elle me dijo que ya no quiere ser mi mejor amiga. Y a ti todo lo que te importa es esto.

—Quiero hacerte sentir mejor —se inclinó para besarme el cuello y logró provocarme escalofríos. Perdí el enfoque por un segundo.

—Podrías hacerlo de otra forma —repliqué. Volví a apartarla. Esta vez me miró con el ceño fruncido—. Podrías escucharme cuando te digo cómo me siento, por ejemplo. Podrías darme un abrazo. O dejar de hablar de Gomez en mi presencia si sabes que me incomoda. Podrías hacer un poco más por esta relación. Porque no solo se trata de tocarnos, ¿sabes?

Las palabras salieron de mí como si alguien hubiera presionado un botón para que al fin las dijera. Sin embargo, eran ideas que me habían estado asfixiando durante todo el día. Durante días. Y me sentí mucho mejor al exponerlas. Morticia frunció  los labios. Como pensando.

—Larissa... 

Alcé la mano para que se callara. Sabía que solo pondría excusas. Y estaba empezando a cansarme de escuchar la misma historia una y otra vez. La dejé a un lado, ella se quejó. Yo fui un tanto brusca, tenía que admitirlo. Pero en ese momento el enojo y la tristeza estaban apoderándose de mí.

—Es la verdad. Es lo único que te importa. Es lo único que quieres obtener de mí.

—Eso no es cierto —repuso, a la defensiva. Me miraba aún desde la cama mientras yo sacaba del armario mi pijama. 

—Entonces demuéstralo —exigí. Cerré la puerta del armario de un golpe y la vi sobresaltarse—. Demuestra ser una novia real.

—Sabes que no puedo... —respondió. Se había levantado ya y caminaba hacia mi. Cuando se acercó, apoyó las manos en mi cintura—. No puedo hacerlo como quisieras.

Como quisieras —repetí, asintiendo. Empezaba a entender—. Tú no quieres, ¿no es así? Nunca has querido.

—Yo...

𝓦𝓱𝓮𝓷 𝔀𝓮 𝔀𝓮𝓻𝓮 𝔂𝓸𝓾𝓷𝓰  / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora