20

128 17 22
                                    

𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 20


Esto sentí al ver a Morticia: un rencor profundo, intenso, que echó raíces robustas en los lugares más recónditos de mi alma. Que persistió en el tiempo y que incluso creció con él. Porque ahora lo sé. El rencor hacia Morticia nunca se fue. Creí que lo había superado, y si me lo hubieran preguntado hace un par de años atrás habría dicho que ella ya no me importaba. Pero ahora podía sentirlo, ahí estaba; el rencor borboteaba en mi pecho.

—¡Qué gusto me da verte, Issa! —exclamó Morticia, sonriente. 

Sentí la sangre caliente bajo mi piel. El estómago se me retorció de rabia. ¿Cómo se atrevía a querer darme un abrazo?

Antes si quiera de que mi cerebro pudiera dar la orden, mis piernas ya habían retrocedido un paso, dejándola con los brazos extendidos y abiertos. Pero eso no la afectó en absoluto. Su sonrisa permaneció intacta. Y eso solo me hizo despreciarla un poco más.

—No puedo decir lo mismo —espeté, sin siquiera detenerme a pensar en mis palabras.

—Pero qué grosera —sonrío. Con tantos años había olvidado el gusto excéntrico que tenía Morticia hacia lo inconvencional. Cuando me dejó, fue por eso que supuse que prefirió a Homero antes que a mí. Para ella yo era ordinaria—. Y tú, Ellie —la miró de pies a cabeza—. Así que maestras.

—Morticia —la expresión de Elle era de sorpresa y desagrado al mismo tiempo. Estaba pálida y tensa. Pero aún así, a diferencia de mí que permanecía congelada, ella logró hacerle frente a Morticia—. ¿Qué haces aquí?

—Saludando a mis viejas amigas. ¿No es evidente?

—¿De verdad te parece que fuimos amigas? —hablé por fin, con el ceño fruncido. 

El tono se mi voz era tosco y hostil. Quería hacerle entender que la despreciaba. En ese momento fui consciente del hormigueo que me recorría los nudillos por lo fuerte que estaba apretando los puños.

—Pues tú y yo éramos compañeras de habitación —me recordó. Yo hubiera preferido que no lo hiciera—. Pero como sea... Me sorprendió no verlas en la reunión de Mara. Incluso Alya estaba ahí. ¿La recuerdan? La amiguita vampiro de Elle —alzó la vista al techo. Con los ojos casi entornados recorrió cada centímetro del espacio que nos envolvía—. Vaya, este lugar sí que ha cambiado. Empezando por ti, Issa. ¿En serio eres la directora?

—Lo soy —asentí con altivez. Morticia se mordió el labio inferior y dio un paso al frente. El cabello negro, tan largo como en años atrás, le caía suelto en la espalda.

—Espero que algún día mis hijos puedan crecer bajo el techo aterrador de Nevermore. Y bajo tu dirección, por supuesto —me sostuvo la mirada; fría y penetrante. Esa que alguna vez amé.

—¿Tienes hijos? ¿Te casaste con Homero? —preguntó Elle. Se paró a mi lado. Sentí el roce de sus dedos contra los míos. Quise sujetarle la mano.

—Tenemos una preciosa recién nacida —contestó Morticia. Con esa alma tan oscura se me hizo difícil imaginarla como madre de familia—. ¿Y ustedes? ¿Siguen juntas? ¿Están casadas? Aunque... no miro ningún anillo...

—Supongo que Mara ya te puso al tanto de todo, así que no entiendo por qué lo preguntas.

—Larissa —siseó, remarcando la ese—. Relájate un poco, ¿quieres?

La mirada que nos dirigió a Elle y a mí fue de diversión, como si le diera gusto corroborar que no estábamos juntas. La piel de la nuca se me erizó y seguidamente sentí náuseas; una clase de pánico abrumador. Morticia planeaba algo, podía sentirlo. 

𝓦𝓱𝓮𝓷 𝔀𝓮 𝔀𝓮𝓻𝓮 𝔂𝓸𝓾𝓷𝓰  / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora