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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 19


Me sorprendí cuando después de la cena Elle me invitó a salir al pequeño porche del frente para conversar. «Para ponernos al día» me dijo. Aunque estaba contrariada, yo accedí. En ese punto ella ya me había explicado que después de graduarse de la universidad empezó a trabajar ahí mismo, en el área de investigación, en donde estuvo por dos años hasta que decidió entrar al zoológico nacional. Un año después surgió la idea de ser maestra también.

—¿Y por qué Nevermore? —cuestioné—. En Londres es seguro que hay cientos de academias tan buenas como ésta.

—No lo sé, supongo que... —miró hacia el techo, con las manos hundidas en los bolsillos del abrigo. La silla colgante en la que estábamos se mecía suavemente, impulsada por el movimientos de mis pies. Elle soltó una risita. Bastante nerviosa a mi parecer.

—¿Qué? ¿Qué sucede?

—¿Quieres saber la verdad? —inquirió sin dirigirme la mirada. En ese momento fui consciente de los latidos de mi corazón. Iban en aumento.

—¿Qué verdad?

Elle me miró con la cabeza inclinada a un lado, como diciendo «¿La quieres saber o no?» Entonces yo me encogí de hombros. Por un segundo creí que el silencio sepulcral que se había empezado a formar entre nosotras me ahogaría. Así que lo rompí.

—De acuerdo —asentí una sola vez y dejé de mecernos. Estaba demasiado intrigada como para seguir haciéndolo.

—Regresé al país hace tres meses —confesó. Yo fruncí el ceño tan solo un poco. No dije nada de inmediato porque me quedé absorta en el perfil de Elle, en su nariz perfilada, en los rizos largos que le caían detrás de las orejas. Me enorgulleció notar que ahora no las ocultaba.

—Dessa dijo que había sido hace un mes.

Ella lo hizo hace un mes —aclaró—. Yo lo hice hace tres.

—Pero acabas de entrar a Nevermore, ¿no es así? Al igual... —hice una pausa. El destello de una absurda idea me iluminó el cerebro. Miré a Elle, que se veía muy concentrada en admirar el cielo. tenía los labios tensos, como si se estuviera forzando a no sonreír—. Al igual que yo...

—Sí.

—¿Es una coincidencia?

—No.

—Oh, Dios —exhalé con fuerza y me dejé caer en el respaldo acolchado del asiento. El movimiento brusco hizo que Elle se quejara. Nos tambaleamos juntas, hasta que estuvimos a pocos centímetros de distancia—. Viniste... estás...

—Regresé al país hace tres meses... —cuando los ojos de Elle se encontraron con los míos, todo tuvo sentido. Y cuando sujetó mi mano, todas esas murallas que había empezado a construir se derrumbaron. Fue como un efecto mariposa. Con tan solo ese pequeño gesto, todo mi mundo se desestabilizó—. Vine a buscarte.

—No juegues así conmigo, Elle —hice una pausa. Todo lo que quería decirle, todas y cada una de las palabras se me atoraron en la garganta y formaron un nudo inmenso. 

 —No estoy jugando, Issa.

Pasé saliva al notar que Elle se estaba acercando gradualmente a mí. Tuve que desviar la mirada al cielo para que ella no descubriera las lágrimas en mis ojos. Respiré muy seguido para intentar controlar mi pulso; para matar las ilusiones que florecían en mí.

—Quiero disculparme —añadió Elle. Entonces ya no pude contenerme. Dejé que las lágrimas fluyeran. Pero en silencio, sin que ella se diera cuenta—. Sé que te debo muchas disculpas. Por no llamarte, por no responder tus cartas, por borrarte de mi vida. Y sobre todo, por ser egoísta y quitarte a mi madre. No lo voy a negar, fue una forma de castigarte.

𝓦𝓱𝓮𝓷 𝔀𝓮 𝔀𝓮𝓻𝓮 𝔂𝓸𝓾𝓷𝓰  / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora