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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 17


Mientras metía la llave en la cerradura, las palabras de Elle se reproducían en mi mente. Todas y cada una de ellas. Su madre fracturada, esa especialización que estaba terminando, los dos meses que estaría cerca de ella. Me gustaba que así fuera, pero al mismo tiempo, dada su actitud, me parecía que sería una tortura.

—Hola, cariño —ver la sonrisa de mi madre siempre era gratificante. No importaba la edad que tuviera, ella siempre iba a ser mi hogar.

Ella iba caminando por la sala, con un delantal rojo de cuadros y un par de hierbas en las manos. La nostalgia siempre me golpeaba cuando reparaba en las pequeñas arrugas que se le formaban en los ojos cada vez que sonreía. Me hacía pensar en aquella vez cuando tenía seis años, cuando me puse a llorar porque había leído un cuento que hablaba sobre la vejez. 

"No quiero que te pongas vieja" le dije esa noche de tormenta, apareciendo en el umbral de su habitación, con los ojos hinchados y la nariz roja de tanto llorar. Papá se echó a reír y ella le dio un codazo en las costillas para después correr a abrazarme. Ese también era el recuerdo más vivo que tenía de mi padre. 

Y ahora, de pie en medio de la sala mientras veía a mi madre caminar a la cocina con el cabello opaco y cenizo, sentí esas ganas de llorar otra vez. Como una patada en el estómago, como una fuerza mayor que tiraba de mi cuerpo hacia el suelo. Ya no quería que mamá siguiera envejeciendo. Me dolía saber que en algún momento tendría que despedirme de ella también.

—¿Qué tal la entrevista? —la escuché preguntar en voz alta. Me aclaré la garganta. Me obligué a recomponerme. Me quité el abrigo y lo lancé al sofá al igual que la carpeta.

—¿Qué delicia estás cocinando? —olfateé con los ojos entornados, tratando de adivinar. Aún no me sentía lista para mencionarle mi encuentro con Elle.

—Cordero al horno —respondió con una sonrisa de suficiencia.

—Vaya, así que lograste usar el horno —me acuclillé y observé a través del cristal. La fuente estaba repleta de carne—. Papá estaría orgulloso de ti.

—¡Lo sé! 

Un mes antes de que el enfisema de papá se complicara, ellos dos intentaron cocinar cordero al horno porque era una receta que Dessa solía hacer para navidad. Y ya que ella no estaba, ambos creyeron que debían continuar la tradición. Pero ninguno era experto en la cocina y en esa casa diminuta ya no contábamos con ningún chef. El resultado fue cordero carbonizado.

—Pero no me has dicho —mamá se apoyó de espaldas contra la barra de cerámica blanca, con las manos por detrás. Alzó las cejas, animándome a que hablara—. ¿Qué tal la entrevista?

—Todo bien —me encogí de hombros. Abrí el refrigerador. Estaba repleto de botes de mermelada. Casi tiré la caja de jugo por eso.

—¿Eso es todo?

—Pues el puesto ya era mío desde antes de que me presentara, mamá. Puedo asegurarte que la señorita Anderson no dijo más de cincuenta palabras. Ya está muy anciana.

—¿Te está reclutando para ser su reemplazo? —sacó las manos de la espalda y cruzó los brazos delgados en el pecho. Yo puse la caja de jugo en el cesto de la basura. Después tomé un gran sorbo mientras veía, a través de la ventana, el huerto que mamá estaba plantando. 

Mi madre se esforzaba por distraerse haciendo cualquier cosa. Incluso esa clase de pasatiempos a los que recurría y que definitivamente nunca se me habrían cruzado por la mente. Plantar un huerto, bordar, sentarse a tomar de té mientras completaba crucigramas por horas en una mecedora que crujía horriblemente. Sin papá y sin Dessa su vida ya no era la misma.

𝓦𝓱𝓮𝓷 𝔀𝓮 𝔀𝓮𝓻𝓮 𝔂𝓸𝓾𝓷𝓰  / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora