Haz Una Pequeña Casa Para Pájaros en tu Alma

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-¡Cas!-

Fue lo primero que dijo al despertar.

Maldición fue lo segundo.

Se encontraba completamente a oscuras. Sentía punzadas en su espalda. Llevó una de sus manos con dificultad al punto de donde provenía el dolor y se congeló en el acto. Sus manos se sentían húmedas con sangre, pero también sentían algo más. Algo unido a su espalda. Algo justo detrás de sus omóplatos.

Ahora que se daba cuenta, se hundía más de lo normal en la cama por el peso de ese algo. No creía que fuera sólo por el hecho de llevar a un ángel de copiloto. Sam lo había hecho y nunca había mencionado nada sobre pesar más. Esto era otra cosa. Otra cosa que le daba la sensación de tener dos miembros más de lo normal. Giró para encender la lámpara de noche, y algo la tiró al suelo antes de poder siquiera tocarla con su mano.

Sólo consiguió asustarse más.

Se levantó con cuidado, deslizando sus pies por el borde de la cama, caminando hasta el interruptor en el otro extremo de la habitación. Lo encendió y se vio a sí mismo en el pequeño espejo sobre el lavabo. Era el Dean de siempre, excepto que tenía un par de enormes alas negras saliendo de su espalda. Se acercó al espejo, incrédulo. Estiró una de las alas para verla mejor, observando cada una de las plumas con mucho cuidado y admiración.

Los destellos que lanzaban eran hipnotizantes, con reflejos verdes, azules, morados, rojos... las alas eran negras, pero al mismo tiempo eran de todos los colores.

Saliendo de su estupor, recordó el dolor punzante. Había dejado un pequeño camino de gotas rojas hasta donde había caminado. "¿Que acaso Cas no podía arreglar eso?"- pensó en voz alta.

-Desearía poder hacerlo, pero mis alas están directamente conectadas a mi gracia, y toman más trabajo arreglar que las heridas superficiales- dijo una voz detrás de él.

Dean se giró rápidamente, asustado por el silencio quebrado. Las plumas de las alas, erizadas involuntariamente, le daban un aspecto cómico, sin contar la mirada de sorpresa total en sus ojos.

Al voltearse, vio a Castiel justo como lo había visto en su sueño, ahora de pie frente la silla de la habitación donde había dejado su gabardina, mirándolo con una expresión de arrepentimiento.

-Puedo escuchar lo que piensas, Dean. Estoy dentro de tu mente después de todo-

Dean se quedó perplejo y congelado en una misma posición.

-Cas... ¡¿POR QUÉ TENGO ALAS?!-

-Dean yo... lo siento. Era parte del hechizo que mencioné. Intenté darte más detalles, pero necesitaba escapar de ahí lo más pronto posible- Castiel se veía claramente apenado por poner otra carga más sobre los hombros de Dean (literalmente en esta ocasión).

-¿Quieres decir que estas son TUS alas?

-Sí.

-¿Pero que acaso no se- Dean no quería sonar insensible, así que procedió con cuidado – ¿Qué no las habías perdido?- dijo delicadamente, en caso de que aquel tema lo fuera.

-Sí- contestó Castiel, sin decir nada más.

Dean lo miró, expectante, levantando las cejas en señal de que esperaba escuchar algo más.

-Cas, me ayudarías mucho si mencionaras más cosas sobre... esto- señaló una de las alas con la mano.

-Bien. Uhm. La persona que me mantuvo captivo mostró tener un amplio conocimiento sobre magia. Realizó dos hechizos: uno para fortalecer mi gracia dañada, y otro para forzar mis alas en este plano. Mi gracia está directamente conectada a mi forma. Las alas de un ángel generalmente no son materiales por encontrarse en una dimensión distinta a esta, pero pueden manifestarse si así se desea. Yo no lo deseaba, por lo que fue necesario usar el hechizo. Es magia poderosa y sospeché que probablemente, aunque pudiera conseguir otro recipiente, la maldición estaría ligada directamente a mí. Siento haberte metido en todo esto, Dean- Castiel evitaba mirar a Dean a los ojos -créeme que intenté encontrar a alguien más que pudiera ser mi recipiente, pero al parecer la marca que dejé en ti después de sacarte del Infierno dejó un... vínculo de cierta clase, y me fue imposible encontrar a alguien más... yo- Dean observó varias gotas resbalar por las mejillas del ángel – siento volver a ser una carga más, siempre me las arreglo para hacer daño a todos, en especial a ti. Nunca quise arrastrarte a mis problemas, nunca-

Las alas del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora