Paul

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Cuando terminaron de comer, se despidieron de David, quien les agradeció una última vez y les dijo qué calles tendrían que tomar para llegar al parque frente a la casa de su abuelo. Salieron del restaurante, viendo las nubes grises que comenzaban a acumularse en el cielo. El viento helado arrancaba las hojas que quedaban en las ramas de los árboles. Dean había cometido el error de no abotonar por completo la gabardina, dejando la parte inferior abierta, lo que causó que la tela se levantara ligeramente y mostrara una de las puntas de las alas. Sam empujó a su hermano en el interior del Impala antes de que alguien pudiera decir haber visto algo.

De nuevo, Dean tuvo que ir en el asiento de atrás. Le parecía humillante. Observaba las calles y avenidas. Mankato era un pueblo pequeño pero simpático. Le pareció que, en circunstancias mejores, probablemente vendría a darse una vuelta por el centro de la ciudad. Cas podría acompañarlo también. Sería agradable tener compañía.

Pronto, llegaron frente a la casa de Paul. Era pequeña, con un jardín al frente, lleno de plantas y arbustos de moras. La fachada estaba pintada de blanco al igual que el porche en la entrada. La camioneta verde se encontraba, efectivamente, estacionada al frente.

Sam llevó el Impala en la calle contraria en la cual se encontraba el parque y salió del vehículo, Dean detrás de él.

Caminaron hasta la puerta café de la casa. Dean tocó con sus nudillos. Bastó el pequeño empujón que hizo con su mano para que la puerta se abriera ligeramente, dejando ver el interior de la vivienda. Era extraño que la puerta estuviera abierta así sin más. Sam y Dean se voltearon a ver, asintiendo con la cabeza como señal y entrando con cautela.

A su izquierda, la sala se encontraba vacía. A su derecha, el comedor no mostraba señales de nadie. La cocina tenía platos sucios en el lavadero, pero más allá de eso, nada. Siguieron avanzando entre habitaciones con pasos silenciosos, en caso de que hubiera algún intruso hasta que llegaron a la última. Dean giró la perilla. La puerta estaba firmemente cerrada. Tenía el seguro puesto por dentro.

El sonido que hizo al intentar abrir causó que se escucharan ruidos dentro del cuarto. Sonidos de lucha y algo que parecían gritos atenuados. Rápidamente, Sam lanzó una patada contra la puerta que se abrió de golpe. Ahí dentro estaba Paul, el verdadero Paul con los pies atados a las patas de la silla y las manos detrás de su espalda. Estaba amordazado, emitiendo ligeros gritos de desesperación, callados por la tela en su boca.

Sam fue el primero en actuar. Sacó su cuchillo y cortó las cuerdas de las manos y piernas de Paul, dejándolo libre, mientras Dean le quitaba la mordaza. En cuanto pudo mover las manos, se frotó las muñecas. Líneas rojas comenzaban a mostrarse por la presión de las cuerdas contra su piel.

-Dean, trae un vaso de agua- Paul había empezado a toser. Su garganta probablemente estaba reseca después de quien sabe cuánto tiempo atado a la silla.

Dean asintió y salió rápido de la habitación, corriendo hacia la cocina. Abrió varios cajones de la alacena antes de encontrar un vaso de vidrio de buen tamaño y llenarlo con agua fresca del grifo.

De regreso en la habitación, le entregó el vaso a Paul, quien con cuidado lo llevó hasta su boca, tomando un gran sorbo continuo hasta que acabó el agua. Ambos hermanos se habían puesto en cuclillas para observarlo bien. Tenía un moretón en el ojo derecho, pero fuera de eso, no se veía en mal estado.

-Paul, somos nosotros, los Winchester, ¿nos recuerdas? - comenzó Sam.

El viejo giró la cabeza hacia Sam, quien había puesto una de sus manos sobre su hombro.

Sonriendo ligeramente, por el alivio de no estar atado y de haber sido encontrado, contestó -Claro. Son los muchachos que me ayudaron con el ghoul. Gracias por eso. Creo que ya les debo otra por salvarme de nuevo la vida- intentó incorporarse, pero las piernas le fallaron.

Las alas del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora